Fútbol

Leipzig - Real Madrid (0-1). Brahim enciende la bombilla

Un golazo de Brahim dio la victoria al Real Madrid en un partido que estaba siendo infernal. En la segunda mitad, a la contra, pudo decidir. Partidazo de Lunin

Lo escribió Luis Alberto de Cuenca: «Tu risa es una ducha en el infierno». No lo sabía el poeta, pero también podía referirse a las piernas y los regates de Brahim en el campo del Leipzig, los que dieron luz al Real Madrid y le puso la eliminatoria cuesta abajo. No marcó un gol, marcó un golazo y heló todo el fuego que estaba siendo el equipo alemán hasta entonces, con una hinchada que no se calló nunca, hasta esta vez, cuando Brahim arrancó desde la banda derecha, desde el suelo casi, porque estaba cayéndose tras un golpe al recibir el balón. Se puso de pie, cosió el balón a su pierna izquierda, con el exterior, dejando atrás dos rivales, ya en el área, en paralelo a la portería, ese lugar que el Real Madrid no había visto en toda la primera parte. Brahim dio el último toquecito y colocó ese tiro cruzado que tanto gusta a los futbolistas y tanto odian los porteros.

No llegó Gulacsi y se quedó en silencio, por un momento la grada alemana. El fútbol es eso, los futbolistas son, o eran esos: unos magos con el balón, imprevisibles y geniales, te enseño la pelota y te la escondo, hago que me voy, pero me quedo, pero me voy y no hay manera de frenarlo. Brahim tiene un aire, mucho aire, a un fútbol que se da ya tan poco, donde el sistema y la victoria por la posesión han puesto en un segundo lugar a los futbolistas que cogen el balón y van directos a la portería porque saben que van a ir cayendo rivales como sombras.

No iba a jugar Brahim este partido, porque su papel no es ser titular en el Real Madrid de Bellingham. Pero lo jugó por una desafortunada lesión del inglés y fue decisivo para que el Madrid juegue en poco menos de un mes en el Bernabéu con todo a favor. No acabó el partido Brahim, lesionado en la segunda mitad. Ya había hecho todo lo que tenía que hacer sobre el césped. A ver si puede jugar esta racha sin Jude.

En el encuentro de vuelta no serán, en principio, tan fieros los alemanes como en su campo. El lunes, en el entrenamiento sobre el terreno, Ancelotti había avisado de que iba a ser un encuentro gigante: fue temible, sobre todo la primera parte, cuando el Leipizig hizo desaparecer el Real Madrid, que sobrevivió como pudo durante una primer tiempo de acoso, pero no derribo y unos veinte minutos del principio en los que asombrosamente salió sin heridas. Primero por el gol anulado por falta a Lunin en el minuto dos del encuentro y después porque el portero ucraniano resultó, el día que tenía que serlo un gigante.

Así es el fútbol: en los octavos de final de la Champions, en campo alemán, en la tormenta, cuando hay que agarrarse a los mejores, aparecieron Brahim y Lunin, dos secundarios, que iban a ser suplentes en un día así y salieron como estrellas. Pocas dudas tiene ya Ancelotti acerca de la portería. Kepa vino para ser titular, se lesionó y Lunin tiró la puerta abajo. No hace falta ya que el entrenador italiano se haga el longuis con lo del portero titular: es Lunin, no hay otra solución.

Si Brahim fue magia repentina, Lunin fue un portento constante. Si el fútbol fuese un deporte que se midiese por méritos de los equipos, el Leipzig hubiese merecido algo más, por cómo afrontó el partido, con un empuje admirable, pura tradición alemana. El Real Madrid pre moderno llegaba a Alemania y tenía miedo. Luego empezaron a llegar las Copas de Europa desde la Séptima y va a Alemania con la lección súper aprendida: hay que resistir cómo sea el ambiente y el empuje del rival e intentar matar cuando llegue la oportunidad.

Pudo acabar peor, pero Lunin resolvió bien todos los remates y los balones altos y cruzados tan alemanes. También ayudó Tchouameni,que antes o después va a tener que mirarse en el espejo y reconocer que tiene una pinta de central que es innegable. Aún tiene errores, pero en Alemania, según iban pasando los minutos, fue haciéndose con la situación, mandando atrás y dando aire.

La segunda parte el Madrid fue otro. Pudo correr más, tuvo más salido de balón y con velocidad llegó varias veces y con mucha claridad al área rival. La tuvo Vinicius, en otra jugada de Brahim, pero su tiro, suave y cruzado, se fue al palo. No le importó al Leipzig jugar a la ruleta. Son alemanes, llevan el orgullo en la frente y tiran para adelante pase lo que pase. Se sintió bien el Real Madrid así y la verdad es que pudo decidir la eliminatoria con sus llegadas. Era un infierno y se dio una ducha.