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4-2. El Liverpool cae en Roma, pero sella el billete para Kiev

El conjunto inglés, el más goleador de la Champions, muestra su pegada con espacios y sus problemas en defensa ante la Roma, que tuvo muchas ocasiones. Será el último desafío del Real Madrid

Los jugadores del Liverpool celebran el paso a la final / Ap
Los jugadores del Liverpool celebran el paso a la final / Aplarazon

El conjunto inglés, el más goleador de la Champions, muestra su pegada con espacios y sus problemas en defensa ante la Roma, que tuvo muchas ocasiones. Será el último desafío del Real Madrid.

El último desafío del Real Madrid en busca de la tercera Champions consecutiva ya tiene nombre: Liverpool. La Roma consumió su cupo de milagros con el Barcelona y el conjunto que dirige Jurgen Klopp hizo bueno el resultado de la ida de semifinales, que había sido 5-2, y resistió por los pelos en el Olímpico para llegar donde no muchos pensaban al comienzo de la competición. Pero si está ahí el conjunto «red» es porque lo merece, después de superar tres eliminatorias que dejó casi liquidadas en la ida y tras eliminar al Manchester City, que llevaba una trayectoria casi intachable, en los cuartos. El Liverpool es un equipo con tradición (ha ganado cinco Copas de Europa) convertido en un equipo de autor por Klopp. El técnico alemán llegó en 2015 a la ciudad de los Beatles y a la tercera temporada va a pelear por lo máximo, como ya hizo con el Borussia de Dortmund, con quien jugó una final de la Liga de Campeones que perdió ante el Bayern Múnich. Este Liverpool recuerda a aquel Dortmund: vértigo, velocidad, presión, ataque directo...

... Aunque ayer sólo mostrara sus cualidades a cuentagotas. Tuvo que defender durante demasiado tiempo y demostró que ahí está su punto débil. Su rival dispuso de muchas ocasiones. Tantas como para pensar que la remontada era posible si hubiera andado mejor de puntería, O si sus goles hubieran llegado antes. La Roma empezó bien, lanzada, con una primera llegada peligrosa a los 48 segundos y un par de opciones más en diez minutos. Dzeko, su delantero, es un falso torpe. Engaña con sus 193 centímetros, que maneja con soltura. Sabe jugar de espaldas y de cara. Pero la dinámica de la Roma se rompió por un error. Nainggolan se equivocó en un pase vertical y se la dio a Firmino. Pocos equipos como este Liverpool para aprovechar este tipo de regalos. Con campo por delante, el delantero avanzó y esperó al momento preciso para dar a Mané el pase que le dejara solo frente a Alisson. Fusiló y 0-1. A la carrera se había adelantado el conjunto «red». La primera vez que tuvo pista libre, aceleró y llegó a la meta. Sus tres delanteros son misiles. Salah, el hombre del momento, estuvo muy vigilado, no le dejaron ni respirar, con faltas o lo que fuera. Mané es velocidad y Firmino es más que un «9». Pone pausa en el vértigo, tiene pase y gol.

La misión de la Roma pasó de muy difícil a casi imposible, por mucho que su fallo fuera correspondido en un despeje de Lovren que rebotó en Milner y se fue hacia la portería de forma cómica para el 1-1. De cualquier manera, el esfuerzo de los chicos de Di Francesco fue encomiable. Nada quebrantó su fe. Ni lo de la ida, cuando marcó dos goles en los minutos finales después de haber encajado cinco, ni lo de ayer, porque al primer tanto de Mané se unió el de Wijnaldum de manera también extraña, en un córner en el que parecía que el peligro había terminado, pero que el medio holandés remachó. Atacó y atacó la Roma y contragolpeó el Liverpool cuando pudo. Así se escribió lo que quedaba del partido. Si El Shaarawy remataba al palo, lo intentaba Mané con un eslalon. Mientras Dzeko seguía siendo un incordio en un área, Salah aparecía por la otra, aunque no fue su noche. La eliminatoria acabó siendo una locura goleadora, un reflejo de lo que es el Liverpool, que volvió a demostrar sus puntos fuertes y sus carencias. Es el que más tantos ha marcado en la Champions, pero deja dudas atrás. No sabe jugar sólo a defenderse. Concedió demasiado, pero la Roma lo falló todo hasta el final: cuando marcó Nainggolan dos veces, una de penalti (hubo otro claro que no se señaló por mano de Arnold) ya no quedaba tiempo para más. La hazaña quedó cerca, pero sigue el Liverpool.