Valladolid

Un manicomio llamado Betis

Un manicomio llamado Betis
Un manicomio llamado Betislarazon

Los béticos cabales abominan del topicazo del Currobetis, esa ilusión imprevisible que tropieza en lo más llano pero es capaz de completar hazañas formidables en las condiciones más adversas. Sin embargo, sólo la querencia de este club a lo improbable les hace albergar esperanzas de éxito esta tarde frente al Madrid y, lo más importante, seguir creyendo en las opciones de permanencia tras haber cerrado la primera vuelta con la misérrima cifra de once puntos. La estadística habla por sí misma: desde la adopción en 1995 del actual sistema de tres puntos, ningún equipo ha logrado salvarse tras llegar al ecuador de la Liga con menos de doce.

Del admirable Betis que en menos de tres años pasó de Segunda y un amenazante concurso de acreedores a clasificarse para Europa y presentar once millones de euros de superávit sólo queda el presidente, Miguel Guillén, cuya capacidad ejecutiva es muy limitada y ejercía meras labores de representación. Hasta la diabólica concatenación de dislates de este invierno, que recuerda a la canción infantil inglesa tomada por Agatha Christie como título de su mejor novela: «Diez negritos». Van muriendo hasta que no queda ninguno. «And then there were none».

Colista tras quince jornadas y señalado por la superioridad a causa de un comportamiento desleal hacia el club, carantoñas públicas con los ultras incluidas, Pepe Mel fue destituido a comienzos de diciembre. El responsable formal de su cese era Vlada Stosic, director deportivo e íntimo enemigo del entrenador, con quien siempre mantuvo una guerra larvada. Pero el muñidor de la decisión fue José Antonio Bosch Valero, administrador judicial plenipotenciario nombrado por Mercedes Alaya, la misma jueza que ha puesto de rodillas a dos administraciones de la Junta de Andalucía debido al escándalo de los ERE falsos y que instruye una causa contra Ruiz de Lopera por presunto delito societario.

Por su cuenta y riesgo, Bosch contrató a Juan Carlos Garrido, cuyo primer mes al frente del equipo ha resultado un fiasco: sólo un empate sumado en cuatro partidos, tres de ellos frente a rivales directos (Valladolid, Osasuna y Almería) que han puesto una distancia de siete puntos entre el Betis y la zona de permanencia. En lugar de reanimar al enfermo, el entrenador valenciano le ha dado la puntilla, pero por el camino se las avió para propiciar la destitución de Stosic y poner a su segundo, Sergio Rodríguez, al frente de la campaña de fichajes invernales.

¿El resultado? La agencia que lo representa ha cobrado una inexplicable comisión a cuenta de la cesión de Leo Baptistao en una operación que le costará al Betis por encima de los dos millones para media temporada: cien mil euros por partido.

El estrambote llegó el pasado lunes, cuando Guillén anunció que el consejo de administración había forzado la dimisión de Bosch Valero por «actividades mercantiles incompatibles» con su cargo, pues resulta que el hombre que por cuenta de una jueza implacable debía haber acaudillado al Betis con moral calvinista, facturaba minutas por servicios inconcretos a proveedores del club y figuraba como administrador de una empresa de apuestas, circunstancia proscrita por la Ley del Deporte. Lo curioso del caso es que los consejeros estaban nombrados por el administrador dimisionario pero todos continúan en sus cargos. Así, el Betis está ahora dirigido por un grupo de amateurs, con un entrenador bajo sospecha y sin director deportivo, a la espera de que Alaya nombre un nuevo administrador judicial cuya primera tarea será convocar una junta extraordinaria de accionistas donde se renueve el consejo. ¿Un lío? Pues que se ande el Madrid con cuidado.