Río 2016

Ritmos a presión

Brasil, el país que vino al mundo para veranear, es imbatible en patrimonio musical reciente

La Razón
La RazónLa Razón

Brasil, el país que vino al mundo para veranear, es imbatible en patrimonio musical reciente

Puede que no sean los mejores en organización u horarios, pero es indiscutible que el Brasil actual es imbatible en patrimonio musical reciente. A principios del siglo XXI, Brasil parece el caldero dónde desembocan todos los ritmos del mundo: el potaje musical del futuro. No es extraño que así haya sucedido, dado el lugar que ha ocupado en los flujos migratorios de los últimos trescientos años. A la zona llegan los ritmos africanos con el comercio de esclavos. Está lo bastante cerca del Caribe como para absorber las mutaciones que se darán en ellos. Goza de la tradición europea melódica y armónica, que traen sus primeras estructuras administrativas desde la zona del mediterráneo. Finalmente, está lo bastante cerca de Estados Unidos para absorber las novedades del mercado musical tecnológicamente puntero. Solo se necesitó que, con la Revolución Industrial, se desarrollara una burguesía con posibilidades económicas para que, a principios del siglo XX, toda esa caldera empezara a bullir con unas fusiones musicales que aún no han terminado.

Una historia que empezará a crecer cuando el tradicional choro brasileño (que traducido sería lloro, una especie de fado portugués a la brasileña) se mezcla con los ritmos traídos de África y los primeros experimentos del jazz. Aparecen así sambistas como Pixinguinha (sobrenombre de Alfredo de Rocha jr.) que incluso interesó a Louis Amstrong. La versión comercial de la samba (diluida en fox-trot) arrasará en USA gracias a Carmen Miranda. Pero lo mejor llegará finales de los cincuenta, cuando un grupo de jóvenes compositores despojan a la música popular brasileña de elementos pintorescos e incluyen en música y letras experimentos más intelectuales. Introducen la poesía con todos sus recursos estilísticos, desde la ironía a la sátira. En las melodías y armonía, ven a través del jazz las posibilidades de los acordes de disminuida. Emerge entonces la figura colosal de Vinicius de Moraes, que junto a Antonio Carlos Jobim crea la Bossa Nova. Recogen todo un legado de ritmos que se están tocando en el Brasil de los últimos años y gracias a su éxito ponen en órbita mundial un montón de nombres de una calidad estratosférica: Elizete Cardoso, Joao Gilberto, Chico Buarque, Jair Rodrigues, Edu Lobo, Baden Powell, Toquinho, María Creuza, María Betanhia. El gigante que los aglutina es el proteico y humorístico De Moraes, que se definía con sorna como «poeta y diplomático» para intentar disimular el tamaño de su genio musical y literario. Podríamos llamarlos la «generación Kubistchek», el presidente brasileño que intentó una vía casi socialdemócrata por primera vez en el país. Un período orientado por el desarrollismo y la planificación científica que estimuló las vanguardias razonables de arquitectos como Luis Costa u Oscar Niemeyer. En 1964, un golpe militar termina con todas esas modernidades y la música también se radicaliza. Gilberto Gil y Caetano Veloso forman como protesta el movimiento musical «Tropicàlia» lanzándose a los brazos del rock y del jazz y terminan encarcelados y exiliándose. Vinicius pierde también su trabajo de vicecónsul y ha de exiliarse a la Argentina, donde graba en 1970 el inolvidable «La Fusa». Pero la semilla ya estaba bien plantada y siguen desarrollándose carreras como la de Jorge Ben, que, con gran instinto popular, hace que la música sea ya de todos, hasta de las favelas. El presidente Kubistechk muere poco después en un extraño accidente de coche, pero músicos como Milton Nascimiento ya trabajan fuera de sus fronteras con «jazz-men» como Wayne Shorter. Roberto Carlos venderá sus inofensivas pero efectivas baladas a todo el orbe. Llega después Carlinhos Brown intentando jugar una vez más la carta del pasacalles carioca mezclado con el rock. Pero cuando ese ritmo desembarcará con todos sus modos en Brasil será a través de grupos como los Legiao Urbana de Manfredini y Villa-Lobos, quienes traerán las maneras del punk al país de la vitalidad melancólica. Reinarán hasta la entrada del país en la renovación de estructuras y el nuevo siglo, cuando Gilberto Gil accede al Ministerio de Cultura. Se practican ritmos tradicionales y aparecen nuevas modalidades como el Axé; quizá la más interesante, porque la gran demografía de Brasil provoca que, incluso en un momento de debacle de la industria, un artista pueda congregar a 250.000 personas. Una vitalidad prometedora en el país que vino al mundo para veranear. Incluso cuando el caldero bullente parece convertirse en olla a presión.

Nombres propios

1.- Viniciusde Moraes

La figura más influyente de la música brasileña del siglo XX. De clase alta, estudia en Oxford y fue diplomático. Autor de «Chica de Ipanema». Padre de la Bossa Nova. Graba en el exilio argentino el básico «La Fusa».

2.- Antonio Carlos Jobim.

La parte más musical y jazzy de la bossa. El compositor de más impacto fuera de sus fronteras. La industria de California se rindió a su talento.

3.- Baden Powell.

La bossa también tuvo su compositor suburbial en él. Su padre le puso ese nombre porque admiraba al militar fundador de los boys scouts.

4.- María Betanhia.

Hermana de Caetano Veloso, un apellido que ha dado tantos artistas a Brasil como las grandes familias gitanas al flamenco. Voz privilegiada.

5.- Gilberto Gil.

Padre del otro gran movimiento de la música brasileña en los últimos cien años: el «Tropicalismo». Encarcelado por la dictadura brasileña en 1969, llegó a ministro de Cultura con Lula.

6.- Caetano Veloso.

Compadre de Gilberto Gil. Fue quién bautizó el Tropicalismo. Encarcelado a la vez que Gil, se exilió a Europa en los setenta.

7.- Edu Lobo.

Se enfrentó también a la dictadura pero, más centrado en la música, rentabilizó mediáticamente menos su oposición. Fue de los pocos que estuvo en el entierro de Jobim.

8.- Jorge (Joe) Ben.

Su talento ciclópeo para la melodía hace que casi todos los estribillos brasileños que conoces sean suyos. Rod Stewart intentó plagiarle en Do you think I’m sexy? y tuvo que pagar.

9.- Dado Villalobos (Legión Urbana).

El rock siempre interesó a las élites cariocas pero no llegó con todas sus letras y electricidad hasta «Legiao Urbana».

10.- Roberto Carlos.

No todo iba a ser ritmo, incluso en Brasil. Cantante fracasado de bossa. Ganar en San Remo le dio fama mundial.