Ciclismo
Movistar se cansa de mandar
Valverde paró a su equipo a falta de 11 kilómetros y ganó Lindeman
Quedaban once kilómetros de subida cuando Alejandro Valverde mandó parar. Movistar había dirigido al grupo hasta ese momento, pero no quiso más. Dejó marchar a los escapados, que apuraban el final de la etapa con la oreja pendiente de las diferencias que marcaban con los de atrás. «Tenemos que cambiar de estrategia», explicaba después Nairo Quintana. «Los demás juegan alrededor de nuestro equipo. Hay que aprovechar que somos dos líderes para intentarlo un día uno y otro, el otro», afirmaba disgustado. Movistar es el único equipo español en el World Tour, el mejor del mundo en las dos últimas temporadas y tiene a dos favoritos de verdad, el colombiano y Valverde.
El resto de equipos considera que es su obligación marcar el ritmo de la carrera, como si llevaran el maillot rojo vitalicio. Y el equipo de Eusebio Unzué lo asume, hasta que se cansa, como sucedió ayer. Habían manejado las primeras curvas de ese interminable ascenso de Las Alpujarras, una cuesta tendida que no hizo sufrir a ninguno de los favoritos. Pero dimitieron antes de llegar a Capileira, el último pueblo. Ahí empezaba lo más duro, las rampas retorcidas que castigaban las piernas de los ciclistas después de casi 190 kilómetros.
Valverde conoce bien estas cuestas. Es el territorio que suele elegir cuando quiere entrenar las subidas. Y estuvo hace poco reconociendo el terreno. «Llegué hasta el último pueblo, hasta Capileira», explicaba después de ganar en Vejer. Pero debió de pensar que no merecía le pena forzar un ataque que probablemente le proporcionaría beneficios mínimos. Quintana ni se inmutó, resguardado detrás de sus compañeros. Aun así, sin mostrarse, le ganaron 27 segundos a Froome, que dio sus primeras muestras de debilidad. Alejandro pretende economizar esfuerzos. Sólo quiere forzarse cuando merezca la pena. Y ayer no era el día. «Ha hecho mucho calor», se quejaba. Una circunstancia que no impidió que en las tiendas que bordeaban la carretera se exhibieran mantas artesanas que abrigaban un paisaje que no necesitaba abrigo. El otro producto típico de la zona, el jamón –Trevélez, pueblo jamonero–, es el más alto de La Alpujarra, el único que quedaba por encima de la meta, lo exhibían unos aficionados en la cuneta. Cuando pasaba la caravana, antes de que llegaran los ciclistas, estaba intacto todavía. A la bajada no quedarían ni las «raspas». Valverde despreció el ataque, pero Aru no. El italiano tiene que demostrar que el Astana tiene motivos para confiar en él. Para asegurar su segunda plaza en el Giro, el equipo kazajo no quiso probar las posibilidades de Landa para ganar a Contador. Nibali se quejaba el día de su expulsión de que el equipo sólo estaba pendiente de Aru y de que se habían olvidado de él. Y Aru tiene que justificar su puesto de líder. Por eso atacó ayer en el último kilómetro. Se sentía con confianza y el equipo había trabajado para él mucho antes de que Movistar comenzara a mandar. También después, cuando exprimió a Cataldo y a Luisle.
Aru arrancó los cuatro segundos de bonificación que se le conceden al tercero en la meta y siete segundos más al resto de favoritos, excepto a Froome, al que aventajó en 34.
Lindeman, por delante, subió a su ritmo sin preocuparse por los ataques de Koshevoy (Lampre) ni del francés Cousin (Europcar). Llegó a tiempo de alcanzarlos y de dar la primera victoria en una grande para el Lotto Jumbo.
El detalle
La pequeña crisis de Froome
- «Perder veinte segundos en un mal día no está mal», afirmaba Mikel Nieve, mientras comentaba la etapa con Stephen Roche al lado de un coche del equipo Sky. Froome tuvo su primera crisis el primer día de montaña de verdad. Es sólo un síntoma, pero todavía no se sabe si es una pista sobre las posibilidades del británico en esta Vuelta. El año pasado fue de menos a más.
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