Motociclismo

Japón

El chico del «caballito»

El francés Zarco, nuevo campeón del mundo de Moto2 tras la retirada por lesión de Rabat

El chico del «caballito»
El chico del «caballito»larazon

El único momento en el que Johann Zarco no tiene los pies en la tierra es cuando al celebrar sus triunfos ejecuta su ya famoso salto mortal hacia atrás en plena pista. «Disfruto haciéndolo y veo que a la gente le gusta, así que espero repetirlo muchas veces y que se convierta en algo aburrido, porque significará que gano a menudo. En un futuro, igual me planteo cambiarlo y probar otra cosa», reconocía el francés poco después de proclamarse nuevo campeón de Moto2. Lo hizo en la primera jornada de entrenamientos del Gran Premio de Japón, sin necesidad de esperar a la carrera. Le hacía falta sumar tres puntos más que Tito Rabat en Motegi para que su título fuera matemático, pero como el español no podrá correr por lesión, el desenlace se adelantó al viernes.

Zarco es un campeón sin maneras de estrella, introvertido y hasta tímido, que durante toda la temporada ha decidido dormir en cada circuito, en el camión en el que lo hacen sus mecánicos. Para el año que viene no piensa pintar su moto con el número uno. Prefiere quedarse con el cinco que casi siempre ha lucido: «A Tito no le ha ido bien esta temporada, además no llevarlo me ayudará a mantener la humildad», admite este francés de Cannes que en julio cumplió 25 años. Con 17 ganó la «Rookies Cup», que patrocina Red Bull, pero su llegada al Mundial no fue inmediata. «Hay un paso muy grande y no es fácil», comenta. Le costó dos temporadas tener una oportunidad, que le vino por Gabor Talmacsi, ex piloto y húngaro como Andrea, la esposa de su entrenador, Laurent Fellon. Johann se fue a Avignon a vivir con la pareja y Lorenzo, el hijo del matrimonio. Ellos son parte de su familia, con la que maduró hasta convertirse en el campeón que es ahora.

Otra de las claves del éxito en el que ahora vive es Aki Ajo, dueño del equipo con el que en 2011 peleó el Mundial de Moto3 con Nico Terol. Después se separó del mánager finlandés y su rendimiento fue hacia abajo. El invierno pasado volvieron a unirse y los resultados están a la vista. «Laurent le pidió varias veces que hiciera un equipo de Moto2. Estaba seguro de que si lo creaba y contaba conmigo podíamos ganar», explicaba Zarco. No se equivocaba su mentor, el primero al que se abrazó cuando un periodista le dio la noticia de que la rotura del radio no permitiría competir a Terol. Los entrenamientos ya habían comenzado en Motegi y en el equipo nadie se atrevía a romper la concentración de su piloto. Saben lo metódico que es, tanto que cuando él entra en el «box» todos los monitores se apagan. No quiere saber los tiempos que hace el resto, sólo conocer el suyo y guiarse por sus sensaciones. Después de cada sesión apunta en un papel cada curva trazada y en Aragón, hace quince días, empezó a planificar la temporada de 2016. Tiene la manía de controlarse permanentemente las pulsaciones con un pulsómetro y no usa las redes sociales ni tiene un teléfono con conexión a internet: «Es una pérdida de tiempo, prefiero dedicarlo a entrenar», confiesa.

Habla cuatro idiomas: francés, inglés, castellano e italiano y jamás practicó la gimnasia, como algunos pensaban por su facilidad para el salto mortal. Simplemente lo practicaba en el parque con sus amigos y de ahí lo llevó a las carreras. Un juego, como cruzar el «paddock» de Motorland haciendo «caballito» con su bicicleta y sorteando con habilidad a la multitud que lo abarrotaba. Allí le pudieron los nervios; en Japón se los ha quitado todos.