Pontevedra
Saleta Fernández: «Entrenaba casi sola y Ruth me dijo: “Vente conmigo”»
Se fue de Galicia para aprender en Santander al lado de Beitia y Ramón Torralbo. La señalan como «la nueva Ruth», pero ella lo lleva con calma. Además de entrenar, estudia marketing en la Universidad.
Se fue de Galicia para aprender en Santander al lado de Beitia y Ramón Torralbo. La señalan como «la nueva Ruth», pero ella lo lleva con calma. Además de entrenar, estudia marketing en la Universidad.
Saleta Fernández (15/07/1997) es para Ruth Beitia «la niña». La mejor atleta española de la historia se ha retirado y entre quienes aspiran a tomar su relevo en salto de altura está esta gallega que dejó Monforte de Lemos para ir a entrenar con ella y con Ramón Torralbo a Santander. La propia Saleta cuenta su historia en esta entrevista. En cada respuesta rebosa entusiasmo.
–Nació en Monforte de Lemos, su equipo es el Valencia Esports y entrena en Santander...
–En atletismo, es muy común tener un club fuera de casa y en este caso estoy en el mejor club nacional. Y lo de Santander, tomé la decisión para poder entrenar con Ruth [Beitia] y con Ramón [Torralbo] y a día de hoy es la mejor decisión que he tomado.
–¿Cómo conoció a Ruth?
–En una concentración de la selección española, en Barcelona.
–¿Y cómo fue esa primera vez?
–Yo tenía como quince o dieciséis años. Al principio le tenía mucho respeto, digamos. Me imponía y me daba mucha vergüenza.
–La vergüenza se pasó rápido...
–Se me presentó ella, me acuerdo que en la primera cena se puso a mi lado y me hizo mucha ilusión. Y en todos los entrenamientos me explicaba cómo lo hacían, cómo agarrar mejor las pesas... Siempre aprendí de ella y en Santander lo he seguido haciendo.
–Antes de Santander, entrenaba en Pontevedra...
–En Monforte, al final, era un hobby, y cuando tomé la decisión de ir a Pontevedra fue porque quería dedicarme a ello más profesionalmente. En Pontevedra había un chico que hacía combinadas y una chica que hacía velocidad, pero al final cada uno tenía su entrenamiento. Estaba casi sola y se me hacía un poco duro...
–Y entonces...
–Se lo comenté a Ruth, que dónde podía ir, si al CAR de Barcelona... Y ella me dijo: «¿Por qué no te vienes a Santander, si tus padres se lo pueden permitir?». A mí me dio un poco de miedo porque irme sola, sin conocer a nadie... Pero ella me abrió las puertas de su casa, literalmente. Durante dos años viví con ella, pero éste nos hemos separado, ja, ja.
–¿Cómo se vive allí?
–Estoy empezando mi tercer año y desde el minuto cero he tenido una segunda familia: tanto ella con sus padres, con su hermana y también Ramón.
–¿Al cambiar a más profesional, deja de ser divertido?
–No, no. Pero, por ejemplo, antes comías lo que te daba la gana y ahora tienes que hacer una dieta, antes salías si querías, aunque yo nunca salí mucho, porque me fui siendo una niña... Pero cuando mis amigos están en la playa, yo estoy compitiendo o entrenando, y a veces dices: «Me cago en la leche, me gustaría ser un poco más libre». Pero luego compensa.
–¿Cuál es el mejor consejo que le ha dado Ruth?
–Que disfrute en lo que hago.
–¿Cómo vivió su oro en Río?
–Llevábamos un año conviviendo y lo vi con mis amigos de Monforte, y nos quedamos todos mirándonos, diciendo: «Acaba de quedar campeona olímpica». Era su sueño, pero también había hecho que fuese el mío, porque verla todos los días trabajar para lograrlo hizo que fuera compartido.
–¿Es tan buena tía como dicen?
–Tanto fuera como dentro de la pista es una persona diez. En el Mundial de Londres se vio: le salió natural ir a consolar a Trost, no sabía ni que existía ese premio [el de Juego Limpio que le dio la Federación Internacional] ni que la estaban grabando. Las medallas las tienen muchos, pero ese reconocimiento se lo dan a pocos.
–¿Es un marrón que digan que es usted la «nueva Ruth»?
–No, la verdad es que no lo veo como una presión porque Ruth Beitia sólo va a haber una. Yo voy a hacer mi trabajo y voy a mejorar cada día, no tengo esa preocupación de ser la sustituta ni nada.
–¿Por qué se hizo atleta?
–En el cole, había un profesor, Felipe Barata, que era un amante del atletismo y nos lo fue contagiando. Estábamos entre amigos, los demás se quedaron por el camino, pero yo me enganché. Empecé con crosses, carreras populares y acabé en el salto de altura.
–¿Qué se siente ahí, volando?
–Pues la verdad no sé qué se siente. Supongo que libertad. En ese momento no estás pensando en nada más.
–También haría otros deportes...
–Hice baloncesto, patinaje, gimnasia... Bueno, en gimnasia rítmica duré un mes.
–¿Y eso?
–Porque es que soy súper palo, no soy nada flexible, y gimnasia rítmica es todo flexibilidad.
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