Economía
Comprar votos con la renta vital
Una cosa son las medidas excepcionales y otra transformar lo excepcional en habitual. Es lo que quería hacer, y ha conseguido, el vicepoderoso Pablo Iglesias con la renta vital. Una paga excepcional y permanente desde mayo, desoyendo la receta del BCE: sí procede la ayuda temporal, en ningún caso estaría justificado una paga vitalicia.
La receta de Iglesias es tan vieja como el comunismo. Le sirvió a Chavez para ganar elección tras elección en Venezuela con el voto cautivo de las masas depauperadas de los «ranchitos», nombre que le dan a las favelas en Caracas. No tienen trabajo, pero cobran una paga por no trabajar. Y en agradecimiento votan siempre al líder supremo que les socorre.
La populista receta de Iglesias no busca la recuperación de España tras el Covid-19, sino generar una masa de estómagos agradecidos para perpetuar en el poder a los que hoy lo ocupan.
Una renta mínima durante tres o cuatro meses para aliviar el desastre del coronavirus podría ser asumible en determinados casos. Transformarla en permanente, no, pues es lo más parecido a una compra de voluntades.
Lo que en realidad procede, e Iglesias no quiere, es reactivar el tejido productivo incentivando a emprendedores, autónomos, pymes y empresas para que creen puestos de trabajo de verdad. Los así empleados pagarán impuestos al Estado, que podrá reducir su astronómica deuda, controlar el déficit y liderar la recuperación.
Lo primero es lo que le conviene a Iglesias. Se ve que también a Sánchez. Lo segundo, lo que necesita el país.
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