BCE

Luis de Guindos: «Sería suicida una disputa sobre el tipo de cambio»

El vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE), desde su despacho en Fráncfort, atiende a LA RAZÓN por teléfono en tiempos de pandemia y recuerda que «la economía española siempre sorprende para bien»

El vicepresidente del BCE también fue ministro de Economía y Competitividad en los Gobiernos de Mariano Rajoy
El vicepresidente del BCE también fue ministro de Economía y Competitividad en los Gobiernos de Mariano RajoyGonzalo Perez

¿Vivimos ya en un nuevo mundo económico?

Ahora sufrimos las consecuencias de una pandemia. El mundo no estaba preparado para un cierre como el que hubo en la gran mayoría de las economías y eso ha tenido un impacto muy intenso, con una caída del Producto Interior Bruto (PIB) sin precedentes, y ha cambiado muchas de las formas de operar que teníamos en el pasado. La esperanza es que a medida que la pandemia desa-parezca se vuelva a una cierta normalidad. Hay factores estructurales que pueden modificarse, como por ejemplo las cadenas de valor globales. Ahora, la proximidad, y no solo la rentabilidad y el coste-eficiencia, será un valor que se tendrá más en cuenta. La pandemia, además, dejará más endeudamiento, tanto público como privado. Son asuntos que, una vez solucionada la pandemia, estarán ahí y afectarán al día a día de las decisiones económicas.

¿Necesita la Unión Europea mantener los estímulos y/o prorrogar la suspensión del pacto de estabilidad?

Cuando hay, como ha habido durante la pandemia, una caída brutal del PIB y de la renta del sector privado, el sector público tiene que intervenir, de forma temporal, para frenar ese desplome. Era una política ineludible y los estímulos, tanto fiscales como monetarios, deben continuar mientras la pandemia mantenga sus efectos.

¿Está dispuesto el BCE a mantener su política de bajos tipos de interés y los programas de compra de deuda mientras sea necesario?

La política del BCE ante la pandemia ha consistido, en primer lugar, en inyectar liquidez a los bancos en condiciones muy favorables para que así se pudiera mantener el crédito a empresas y familias. En segundo lugar, para estabilizar los mercados financieros ampliamos el programa de compras de deuda, a través del Programa de Compras de Emergencia contra la Pandemia, que ha evitado que hubiera una fragmentación en los mercados de deuda, lo que habría implicado que los Estados tuvieran problemas para financiarse. Y en tercer lugar, se han flexibilizado algunas normas sobre supervisión bancaria para que el crédito pueda seguir fluyendo. No obstante, la primera línea de defensa es la política fiscal, tanto las políticas fiscales nacionales como la política fiscal paneuropea, que se concreta fundamentalmente en el Fondo de Recuperación acordado por el Consejo Europeo. La respuesta, fiscal y monetaria, ha sido totalmente diferente a la de la crisis anterior. Esta vez ha sido una respuesta rápida e intensa que ha evitado una caída del PIB aún mayor a la que hemos visto en el primer semestre en la zona euro; y ha sido una respuesta que, además, contribuirá a la recuperación económica.

¿Existe alguna posibilidad de que el Programa de Compras de Emergencia, que ahora es temporal, se convierta en permanente?

Es un programa temporal y de emergencia que está cumpliendo su función. Pero a veces lo provisional tiende a convertirse en permanente... Por el momento el programa se extiende hasta mediados del año que viene. Dispone de 1,35 billones de euros de fondos y una parte importante todavía no se ha utilizado. El programa es muy flexible, está cumpliendo su función y todavía tiene margen de maniobra. Ha evitado que se dispararan las primas de riesgo y ha permitido que en los mercados financieros la situación se mantuviera tranquila. Con eso hemos evitado que a la crisis sanitaria y económica se le superpusiera una crisis de deuda y eso es fundamental. Mirando al futuro, el BCE está dispuesto a reajustar sus instrumentos en función de lo que ocurra. De momento creemos que el Programa está respondiendo, también desde el punto de vista de impulsar nuestro objetivo fundamental, que es el objetivo de inflación.

¿Hasta dónde podría el BCE expandir su balance?

Yo lo diría de otra forma: el BCE tiene que actuar siempre que no se cumpla el objetivo de estabilidad de precios.

¿El BCE mantendrá la inflación como objetivo principal?

Es el Tratado europeo el que dice que el objetivo primario del BCE es la estabilidad de precios. Lo que se ha ido modificando ha sido la definición de estabilidad de precios. En un primer momento fue por debajo del 2% y a partir del año 2003 fue «por debajo, pero próximo» al 2%. En el BCE estamos ahora inmersos en una revisión estratégica que evaluará, entre otros temas, la adecuación de la definición de estabilidad de precios.

Después del ejemplo de la Reserva Federal (FED), ¿sería partidario de que el BCE, además de la inflación, tomara el empleo como referente?

El mandato del BCE es la estabilidad de precios y el de la FED es un mandato dual, estabilidad de precios y empleo. No obstante, cuando el BCE calcula las proyecciones de inflación, considera también variables económicas como el crecimiento económico y el empleo, pero nuestro mandato, que no lo decidimos nosotros, sino que nos viene dado en el Tratado, es un mandato primariamente en términos de estabilidad de precios.

¿Teme que la nueva política de la FED deje abierta la puerta a mayores inflaciones y luego no se pueda cerrar?

Nuestras proyecciones de inflación indican que el riesgo es una inflación muy baja, no muy alta. Tras la pandemia, en teoría existe la posibilidad de que las cadenas de valor sean menos eficientes, menos globales y que esto provoque un efecto al alza de la inflación, pero eso lo tenemos también en cuenta cuando hacemos nuestras proyecciones, e incluso así, la previsión es que la inflación en 2022 esté en el 1,3% y esa cifra está claramente por debajo de la definición de estabilidad de precios del BCE.

¿Ve en el horizonte a corto o medio plazo una guerra de divisas euro-dólar?

Es cierto que hay tensiones comerciales y bajo crecimiento económico, pero sería suicida, desde el punto de vista de la gobernanza económica internacional, entrar en cualquier tipo de disputas sobre niveles de tipo de cambio.

¿Piensa que el BCE debe intervenir para evitar la apreciación del euro?

El BCE no tiene como objetivo fijar el tipo de cambio. El nuestro es la estabilidad de precios. Sin embargo, cuando decía antes que observamos un rango muy amplio de variables económicas, entre ellas se incluye el tipo de cambio, ya que afecta a las expectativas de inflación a medio plazo. Lo tenemos presente, pero nosotros no actuamos en función del tipo de cambio porque ese no es nuestro mandato.

¿Pero el BCE vigilará la evolución del tipo de cambio, por si acaso?

Lo monitorizamos, lo analizamos, lo metemos dentro de los modelos que usamos para calcular las proyecciones de inflación, pero lo hacemos sin que el objetivo último sea la influencia en el nivel del tipo de cambio, sino debido al impacto que este está teniendo sobre la inflación.

En el caso del euro y del dólar, como diría Draghi, ¿el BCE haría lo que tiene que hacer si fuera necesario?

Esas palabras se referían a una cuestión diferente, no al tipo de cambio. Insisto, no tenemos objetivos de tipo de cambio. Este es una variable importante ya que una apreciación del euro tiene un impacto en las proyecciones de inflación y esas proyecciones influyen en la política monetaria, pero no por el tipo de cambio en sí mismo, sino por las implicaciones en la inflación a medio plazo.

¿Hay países de la eurozona que hubieran quebrado sin la intervención del BCE?

En esta crisis el paraguas de las instituciones europeas, no solo del BCE, ha sido fundamental sobre todo para los países más vulnerables. Nuestra actuación ha evitado una crisis de deuda y la creación del fondo de Recuperación de 750.000 millones incluye factores muy novedosos. Hay una emisión conjunta de deuda y subvenciones no reembolsables, y se centra en los países más vulnerables, más afectados. En estos países, España incluida, la actuación de las instituciones europeas –BCE, Consejo Europeo y Comisión Europea– sin duda ha limitado el impacto de una crisis tremenda y está detrás de la senda de la recuperación, que hay que aprovechar en el futuro.

Dicho de otra manera, las instituciones europeas han salvado a España...

Las instituciones europeas han sido un paraguas importantísimo. Sin ellas, la crisis hubiera sido peor, porque a la crisis sanitaria y económica se habría superpuesto una crisis de deuda y eso se ha evitado. En esta ocasión las instituciones comunitarias han respondido y han sido el principal elemento de apoyo para minimizar el impacto de la crisis.

¿España hace ahora sus deberes?

No entro en cuestiones políticas nacionales. Hubo una caída muy fuerte del PIB en el primer semestre de este año, de hasta el 23%. Todo eso tuvo que ver con el confinamiento y con la estructura productiva de España, donde el turismo y el sector servicios tienen mucho peso. Para el tercer trimestre en Europa, igual que ocurrió en mayo y en junio, esperamos un rebote importante de actividad y en España la recuperación debería ser más intensa porque la caída también fue más intensa. Lo deseable sería evitar que los países de la zona euro tuvieran una recuperación desigual y por eso, el Fondo de Recuperación es tan importante, porque se centra en aquellos países que se consideran más vulnerables.

Es lo deseable, pero ¿es también lo previsible que España se recupere más?

Con una caída de casi el 23% en el primer trimestre, en el tercer trimestre lo más probable es que exista un rebote muy intenso, ya sea simplemente como consecuencia del desconfinamiento.

¿Cómo se ve desde el BCE a un Gobierno como el español, con ministros de un partido de extrema izquierda como Unidas Podemos?

El BCE no entra en ese tipo de valoraciones políticas. Personalmente suelo decir que la economía española siempre sorprende para bien. España, como otros países vulnerables, ha tenido muchísimo apoyo de las instituciones comunitarias. A diferencia de lo que ocurrió en la crisis anterior, tanto desde el ángulo de la compra de deuda pública española, como de lo que va ser el Fondo de Recuperación, Europa está detrás de España y eso es importantísimo, aunque no es lo único, porque luego, lógicamente, hay que aplicar una política económica correcta.

¿Confía en que el Gobierno español aplique esa política económica correcta?

La cuestión no es si yo tengo o no confianza. Lo único que deseo es que se adopten las políticas correctas. Las instituciones europeas han sido un soporte fundamental para hacer frente a una crisis tremenda. Y eso permite que la economía española, tanto el sector público como el sector privado, continúe financiándose en unas condiciones muy buenas y que no se haya superpuesto a la crisis sanitaria y económica una crisis de deuda.

¿Cuántas fusiones bancarias más cree que son necesarias en Europa?

La consolidación bancaria es uno de los instrumentos para hacer frente a la baja rentabilidad de los bancos europeos que, además, se han visto especialmente afectados por la pandemia y la crisis económica. Ya antes de la pandemia existía un exceso de capacidad, una baja rentabilidad, unas estructuras de costes que no eran adecuadas y en ese entorno, la consolidación es un instrumento que puede ayudar. El BCE, sin embargo, no entra a diseñar o definir ningún tipo de operación concreta.

Usted dijo días antes de que se anunciara la operación entre CaixaBank y Bankia que veía las fusiones urgentes y que se podían producir próximamente. ¿Prevé ahora, de forma más o menos cercana, fusiones transnacionales?

El BCE hace un llamamiento genérico a la utilización de la consolidación como un instrumento útil para conseguir que los problemas de baja rentabilidad de los bancos se puedan, por lo menos, limitar. No se trata de prever o no prever. El BCE, también como supervisor, indica que hay una vulnerabilidad, una bajada de rentabilidad, y que la consolidación puede ser un instrumento adecuado para intentar modificar dicha situación. La baja rentabilidad bancaria no es baladí y tiene consecuencias en la fortaleza de las entidades. Lógicamente, en un mercado bancario único europeo la consolidación transnacional es uno de los instrumentos a los que apelamos para alcanzar la necesaria mejora de la rentabilidad.

¿Otea en el horizonte el BCE esa posible gran operación transnacional?

Ni oteamos, ni dejamos de otear. Hacemos recomendaciones sobre el sistema en general, pero tienen que ser las propias instituciones bancarias las que tomen las decisiones.

¿Dígame, habrá más fusiones este año?

Eso no depende de mí. El BCE ha reiterado que la consolidación puede ser un elemento importante, pero no dicta qué bancos se fusionan ni nacional ni transfronterizamente.

¿Prevé el BCE lanzar su propia criptomoneda?

En todo caso, estaríamos hablando de un euro digital. Dentro del BCE existe un grupo de alto nivel que lo analiza, al igual que ocurre en otros bancos centrales. Es un tema importante para la estabilidad financiera y la política monetaria. Hay una tendencia de fondo ya que cada vez la economía europea va a ser más digital, sobre todo tras la pandemia. A estas alturas no se puede decir con certeza si llegará o no el euro digital, pero es una vertiente más de una tendencia general imparable. En cualquier caso siempre habría que establecer el sistema que sea más beneficioso para la ciudadanía de la zona euro.

¿Tiene el BCE más poder que los gobiernos?

El poder del BCE es un poder delegado. Los gobiernos firmaron un tratado y nosotros tenemos que ajustarnos a ese tratado. Respondemos judicialmente ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea y, desde un punto de vista político, ante el Parlamento Europeo.

Entonces, ¿Christine Lagarde y usted no son las dos personas más poderosas de Europa?

No creo que esa sea la definición más adecuada. Lo importante es que desempeñemos bien nuestra función, que no es sencilla, en un momento muy complejo. Y no solo la presidenta Christine Lagarde o yo, sino todo el Comité Ejecutivo y el Consejo de Gobierno. Tenemos un mandato y se nos valorará en función del cumplimiento de ese mandato, que ha sido fijado por el poder político.

Perdone, pero ustedes son independientes y además tienen el poder de crear y destruir dinero, que nadie más lo tiene.

Somos independientes y decidimos cuáles son los instrumentos más adecuados para cumplir nuestro mandato, pero ese mandato viene dado. Además, respondemos y explicamos ante el Parlamento Europeo el modo en que usamos esos instrumentos.

Pero, ¿quién más en Europa puede crear y destruir dinero como ustedes?

Eso es lo que ocurre con cualquier banco central. Por definición, los bancos centrales definen la política monetaria. Esa es su función. Y además lo hacen con independencia porque eso es lo que históricamente mejor ha servido a los ciudadanos. Pero es una función no exenta de controles, ya que existe un mandato que debemos de respetar. Y es por eso que el Parlamento Europeo, el Tribunal de Justicia de la UE y, en un aspecto más operacional, la Corte Europea de Auditores, ejercen sus labores de control también sobre el BCE.

El español más influyente y habitaciones separadas
Luis de Guindos (Madrid, 1960) es, sin duda, el español más influyente en la Unión Europea como vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE) y mano derecha técnica de la presidenta, la francesa Christine Lagarde (París, 1956), más política que el español. Guindos es técnico comercial del Estado, llegó al BCE en julio de 2018 tras haber sido ministro de Economía desde diciembre de 2011 hasta marzo de 2018. Por otra parte, la pandemia de la COVID-19 provocó que el BCE tomara medidas para garantizar su funcionamiento en cualquier caso. Entre las precauciones destaca la que preveía que durante un tiempo, Lagarde y Guindos no podían coincidir en la misma habitación para intentar garantizar que la presidenta o el vicepresidente no cayeran infectados al mismo tiempo.