Bares y restaurantes

Alfonso Beltrán, hostelero en huelga de hambre: «Si no das un golpe fuerte en la mesa, nadie te escucha»

Comenzó su protesta el 7 de febrero para servir de altavoz al sector. Otros tres dueños de restaurantes y bares denuncian el abandono sufrido por parte del Gobierno

Alfonso Beltrán, tercera generación de hosteleros, mantiene una huelga de hambre en una tienda de campaña
Alfonso Beltrán, tercera generación de hosteleros, mantiene una huelga de hambre en una tienda de campañaIsmael HerreroEFE

Entre el sonido de la lluvia se cuelan las voces de unos vecinos que le preguntan a Alfonso cómo se encuentra. Le dejan algo de café y té caliente como muestra de apoyo a su causa. La desesperación del sector se ha encarnado en Alfonso Beltrán, hostelero de 52 años, que el domingo 7 de febrero se declaró en huelga hambre para pedir desde Torrijos (Toledo) soluciones reales.

Es la tercera generación de su familia trabajando en la hostelería. Lleva desde los 16 años formando parte del sector y cuenta con dos empresas, Beltrán Catering y Restaurante Beltrán. El primero de sus negocios ha perdido prácticamente todos sus ingresos. «Teníamos 28 bodas preparadas para este año y solo hemos hecho una, además de todas las anulaciones de comuniones, bautizos, fiestas privadas, etc.», explica. El restaurante no se encuentra en una mejor situación: «Los cinco trabajadores que tenemos están en ERTE. Lo inauguramos a finales de septiembre de 2019. Haces una inversión fuerte y justo en marzo te cierran». Durante los tres meses de estado de alarma, los gastos de alquiler y de suministros seguían llegando. «Ahí empezamos acumular deudas», cuenta Alfonso.

El siguiente paso fue pedir un crédito ICO, el cual ya ha agotado y ahora la única salida que ve factible es vender un pequeño patrimonio que tenía guardado para los estudios de su hijo. «Era el futuro de mi hijo, lo tenía ahorrado para que fuera a la universidad». Llegaron las Navidades más desastrosas en años, con un aforo del 50%, y Filomena le dio la bienvenida al 2021 congelando y averiando las tuberías de gas y agua de sus locales. «Cuando fuimos a abrir a la semana siguiente, comenzaron las restricciones. En este último mes, he perdido 6.000 euros y no hemos tenido ningún ingreso», denuncia desde su tienda de campaña en Torrijos. Estas han sido las continuas estocadas que han dejado al sector moribundo y a la espera de una cura definitiva.

El punto de inflexión que le hizo tomar la drástica decisión de castigar su salud a la espera de una reacción por parte del Gobierno central y autonómico fue contraer la Covid-19: «El 15 de enero me diagnosticaron Covid-19. Tuve una cuarentena muy dolorosa y solitaria y ahí decidí dar un golpe fuerte en la mesa. Si no, nadie te escucha».

Alfonso admite que varios políticos se han interesado por su situación y le han prometido que llegarán ayudas en breve procedentes del Fondo de Recuperación europeo. «Hay que ser coherentes, si no se puede abrir, no se abre, pero lo que no se puede hacer es cerrar y seguir nosotros con todos los gastos que se acumulan. Nos tienen que ayudar», reclama Beltrán en declaraciones a LA RAZÓN.

«Lo importante es ir todos a una. Quiero ser un altavoz. Estoy cansado de ver a los políticos con el famoso ‘y tu más’. Parece un circo», denuncia. «Lo que más rabia me da es la indiferencia que tienen los políticos con nosotros. Lo peor es que muchas familias que se dedican a la hostelería van a pasar hambre y no estamos haciendo nada», comenta sobre la situación que están viviendo los miembros del sector: «Yo soy empresario y tengo los mismos problemas que los obreros».

Alfonso Beltrán quiere que las peticiones de los hosteleros siguen difundiéndose y por ello pide apoyo a través de su cuenta de Twitter @alfonsoenhuelga.

Ion, hostelero
Ion, hosteleroLa Razón

Ion recoge el equipamiento de su restaurante, Mesón O Parladoiro (Pontevedra), el cual se ha visto obligado a abandonar. Las deudas por el impago del alquiler han sido la gota que ha colmado el vaso. «Los dueños del local me ha enviado una carta diciéndome que si no les pago 15.000 euros de deuda me van a poner una orden desahucio. Han llamado hasta a la Guardia Civil. No hay compresión», explica. Su andadura como propietario de un restaurante comenzó en noviembre de 2019, apenas unos meses antes del desastre. El negocio contaba con todo lo necesario e iba viento en popa. “El restaurante procedía de un traspaso y el alquiler era alto pero podíamos pagarlo”, explica Ion, quien había trabajado durante varios años en otros puestos del sector. Tras agotar la línea de crédito ICO, este hostelero se ha visto sin ahorros, sin ingresos, asfixiado por los gastos y a la espera de ver qué ocurre con sus deudas tras al cierre. Los meses se suceden sin mejoras y con el nuevo cierre total de la hostelería en Galicia “muchos hosteleros ya no pueden asumir los gastos”, subraya. En su caso, los ingresos han disminuido en torno a un 80%. «Tomé la decisión de cerrar porque si no me metía en un agujero sin salida», lamenta. «Retrasar los pagos mediante créditos es solo acumular deudas, no es una medida que nos saque del apuro», denuncia haciendo referencia a las inexistentes ayudas actuales y pide que las instituciones se sensibilicen.

Félix, hostelero
Félix, hosteleroLa Razón

En Palencia, la hostelería lleva un mes cerrada a cal y canto. Tan solo con la posibilidad de servir pedidos a domicilio y para recoger, abrir cada día es como desangrarse poco a poco. Félix, dueño de Disco Center Café en Palencia, recuenta el dinero de la caja tras una mañana de trabajo: 43 euros. Si descuenta los gastos, le sale a pagar. “Con el frío y las restricciones, la calle está muerta. Es como la España vaciada de los pueblos pero en una ciudad. La gente se acerca a la puerta y te dice con miedo si puede entrar. Los pocos que piden te dejan propina y parece que están mendigando”, cuenta a LA RAZÓN. Félix define esta situación como “horrorosa”. “Estamos ingresando entre un 10% y un 15% de lo habitual. Es caótico. Mi madre que está jubilada ayer me tuvo que volver a dejar dinero”, dice mientras se le quiebra la voz.

Este hostelero debe 5 meses de alquiler del local y ha tenido que dejar sin pagar varios recibos de la luz. Procura dar prioridad al pago de impuestos para evitar sanciones. “Lo que tiene que hacer el Gobierno es paralizar todo eso”, reclama, haciendo referencia al pago de impuestos. Los créditos ICO tampoco han dado sus frutos. “Hemos sido inocentes por pensar que esto iba a durar dos meses. Vamos casi por un año y en marzo hay que empezar a devolver el préstamo. Estoy solicitando un año más de carencia, pero ya tienes que ir detrás para solucionarlo. Tienes un puñal en la espalda que te recuerda que en abril tienes que pagar”, explica. Su actual café era en origen una tienda de discos, la reconversión tuvo un coste de 140.000 euros y el préstamos está a medio pagar. Una preocupación más. Tras esta enorme inversión cerrar no es una opción: “Con 57 años, ¿a dónde vas?, ¿qué salida tienes si cierras?”. “Encima te ponen como culpables”, añade. Félix denuncia la criminalización del sector hostelero pese a que en todo momento han respetado las normas. “No sé de dónde sacamos las fuerzas. No hay que olvidar que hace poco se suicidó un hostelero de Valladolid”, recuerda. La solución que piden todos ellos es sencilla: ayudas directas. “No es normal que haya pasado un año y que todavía estén pensando cómo ayudarnos”, denuncia.

Isabel Muñoz, hostelera
Isabel Muñoz, hosteleraLa Razón

El Museo del Jamón es parte de la historia de la hostelería madrileña. Este negocio familiar está presente en las zonas más céntricas de Madrid y siempre ha tenido adeptos tanto locales como internacionales. Isabel Muñoz, hija de uno de los fundadores, es gerente de los locales ubicados en Atocha 54 y en Gran Vía 72. El cierre de este último establecimiento ha sido inevitable, al menos de forma temporal. “Lo abrimos de mayo a agosto con idea de al menos no poder dinero, pero era imposible. No hay turismo, no hay ocio y la gente está trabajando en sus casas”, explica Isabel. “El de Atocha se volvió a abrir en septiembre, pero se mantiene gracias a la sección de charcutería. Los clientes que acuden al servicio de bar se han reducido en un 95%”, añade. En el local de Atocha solo hay 4 personas trabajando y 17 permanecen en ERTE. En el caso de Gran Vía, toda la plantilla (32 trabajadores) se encuentran incluidos en un expediente de regulación temporal de empleo. “Yo no he vuelto a Gran Vía desde el mes de agosto. No puedo pisar el local, me muero de pena”, cuenta la gerente de ambos establecimientos.

Las restricciones se mantienen, “no hay público en la calle”, tachan al sector privado de “culpable” y “te dicen que te reinventes”, denuncia Isabel. “Tenemos reparto a domicilio y tienda online, pero la gente no suele pedir que le lleven comida tradicional española a casa” explica. Además, aunque mantengan cerrado el local, al tenerlo en propiedad, los impuestos siguen llegando. “Tienes unos gastos fijos que son muy altos y unas plantillas muy grandes. El IBI de Gran Vía son 24.000 euros, pese a que este año nos hayan hecho el 25%. Al menos pido que estos gastos no los cobren ahora, que nos dejen reponernos y nos hagan un plan de pago en cuanto empecemos a funcionar”, reclama Isabel Muñoz. Por el momento, ya han consumido sus ahorros y han tenido que recurrir a un crédito ICO como tantos otros hosteleros, mientras siguen a la espera de ayudas reales. “Lo único que pido es cubrir gastos para poder mantener el negocio y los puestos de trabajo, e incluso poder subir la plantilla cuando todo vuelva a abrir”, concluye.