Jubilación

El negro futuro de las pensiones

Hoy tenemos 2,2 cotizantes por pensionista. Eso da para pagar pensiones equivalentes al 52,8% del salario medio. En 2050, la ratio será de 1,3, en el mejor escenario, y de 0,8% afiliados, en el peor

A cierre de junio de este año 2021 había 19,3 millones de afiliados a la Seguridad Social (incluyendo a los trabajadores que se hallaban en régimen de ERTE) y 8,9 millones de pensionistas. Es decir, nuestro país contaba con 2,2 cotizantes por cada pensionista. Habida cuenta de que la cotización media de cada afiliado es del 24% de los ingresos salariales, en las circunstancias actuales podemos concluir que la Seguridad Social tiene capacidad financiera para abonar pensiones medias equivalentes al 52,8% del salario promedio del país sin necesidad de endeudarse (si 2,2 trabajadores pagan el 24% de su salario en forma de cotizaciones, se obtienen ingresos para abonar una pensión equivalente al 52,8% de un salario).

Esta es la situación actual, ¿pero qué nos depara el futuro?

Las previsiones demográficas más optimistas, las de la AIReF, sostienen que el número de afiliados a la Seguridad Social en 2050 se mantendrá alrededor de los niveles actuales merced a la entrada de diez millones de inmigrantes y a la reducción de la tasa de paro hasta el 7%. Las previsiones demográficas más pesimistas, las del INE, anticipan una reducción del número de afiliados de hasta siete millones de personas. En lo que sí existe coincidencia es en que el número de pensionistas se incrementará desde los 8,9 millones actuales hasta los 15 millones en 2050.

Siendo así, podemos concluir que la ratio de afiliados del sistema por pensionista oscilará entre una previsión optimista de 1,3 cotizantes por pensionista y una previsión pesimista de 0,8. En cualquier caso, estamos hablando de un hundimiento muy considerable con respecto a los niveles actuales (2,2).

Podemos ilustrar las profundas implicaciones que acarreará este cambio tomando un valor intermedio a ambas previsiones: supongamos que, en el año 2050, España tiene un cotizante por cada pensionista. En tal caso, habrá de darse alguna de estas tres consecuencias (o una combinación de las tres).

O bien la Seguridad Social más que duplica el tipo medio de cotización para así mantener la actual generosidad de las pensiones sin emitir más deuda; o bien la Seguridad Social recorta a más de la mitad la actual generosidad de las pensiones para poder mantener el tipo medio de cotización sin emitir más deuda; o bien incrementa de manera muy apreciable su endeudamiento para no tener que recortar la generosidad de las pensiones ni tampoco aumentar el tipo medio de cotización.

Nuevamente, bajo el escenario más optimista, el de la AIReF, se prevé que la deuda pública tendrá que aumentar en más de 50 puntos de PIB para poder hacer frente al gasto en pensiones sin subir cotizaciones y sin grandes recortes.

Este es grosso modo el escenario de futuro en el que se verá inmerso nuestro sistema público de pensiones: o subidas tributarias, o recortes de las transferencias o aumentos muy significativos de sus pasivos. Dada la contundencia de los problemas demográficos a los que nos enfrentaremos a lo largo de las próximas tres décadas y dado el exceso de deuda pública con el que ya cargamos en la actualidad, lo más problema es que los políticos terminen recurriendo a esas tres palancas a la vez para equilibrar la situación.

Los ciudadanos crédulos y mal informados serán víctimas de tales tijeretazos, pero precisamente por ello los ciudadanos bien informados deberían empezar a reaccionar ante tan inquietante horizonte: si dejamos nuestra jubilación en manos de unos políticos que tan solo aspiran a permanecer en el poder aun con embustes continuados sobre la población, saldremos esquilmados cuando lleguen –y llegarán– los recortes.

Fuerte recuperación

La vicepresidenta primera del Gobierno, Nadia Calviño, ha afirmado que todos los indicadores muestran una fuerte recuperación de la economía española. Y es verdad que nuestro PIB y nuestro empleo están rebotando con intensidad (después de haber experimentado uno de los mayores hundimientos del planeta en 2020) y también es cierto que los fondos europeos, que ya han comenzado a recibirse, contribuirán a corto plazo a reforzar ese crecimiento. Pero todo eso es aplicable a prácticamente todas las economías occidentales: no hay un patrón verdaderamente distintivo de este rebote-recuperación en España. Por eso, no deberíamos echar las campanas al vuelo y considerar que todos los problemas estructurales –y todos los retos a largo plazo– han quedado superados. El fuerte crecimiento actual es en parte un espejismo que pronto nos devolverá a la realidad.

Empresa pública de electricidad

Podemos lleva años reclamando la creación de una empresa pública de electricidad y, al parecer, el PSOE estaría dispuesto a concedérselo renacionalizando las centrales hidroeléctricas cuya concesión vaya venciendo. De este modo, el Estado contaría con una compañía de generación pública basada en una de las fuentes más baratas que existen. ¿Lograríamos con ello abaratar el precio de la electricidad? Realmente no: en la medida en que las hidroeléctricas siguen siendo incapaces de abastecer toda la demanda eléctrica nacional, seguiremos dependiendo de otras fuentes de generación más caras (como el gas) y, en un mercado marginalista como el que rige en Europa, la fuente más cara es la que fija el precio de mercado. Italia, Grecia o Francia ya cuentan con empresas públicas o semipúblicas, pero el coste de generación no es apreciablemente más bajo.

“Tapering”

La Reserva Federal estadounidense está planteándose iniciar el «tapering» (la ralentización en el ritmo de monetización de activos) dentro de tres meses y concluir la totalidad de sus operaciones extraordinarias de financiación a cierre de 2022. Al parecer, la elevada tasa de inflación que padece EE UU (superior al 5% interanual) está empezando a calar entre algunos miembros de la Fed (erróneamente calificados como «halcones» cuando, en realidad, son unas palomas algo más preocupadas por el alza de precios) y las presiones para retirar los estímulos monetarios se están redoblando. La cuestión es si estos movimientos serán suficientes para persuadir a los agentes económicos de que la Fed se está tomando en serio los riesgos de inflación y está dispuesta a contrarrestarlos. Porque eso, evitar que la inflación no penetre en las expectativas, es lo que debería estar persiguiendo la Fed.