Opinión

¡Gastad!, mientras dure la música

Los Presupuestos de 2022, eclipsados por el precio de la luz, empiezan a caminar con cifras mareantes, un techo de gasto histórico de 196.142 millones

La ministra de Hacienda y Función Pública, María Jesús Montero, durante una sesión plenaria en el Congreso de los Diputados
La ministra de Hacienda y Función Pública, María Jesús Montero, durante una sesión plenaria en el Congreso de los DiputadosAlberto OrtegaEuropa Press

William McChesney fue el noveno presidente de la Reserva Federal (FED), el banco central de los Estados Unidos. También fue el más longevo, ya que permaneció en el cargo entre 1951 y 1970, cuando el presidente Richard Nixon no renovó su mandato porque no quería seguir sus dictados. McChesney es recordado con frecuencia por muchas cosas, pero también por haber dicho que «hay que quitar el alcohol de la fiesta antes de que esta se anime demasiado». Uno de sus sucesores, primero alabado y luego denostado, Alan Greenspan, explicaría que en momentos de euforia, nadie quiere ser el que quite la música y que la fiesta se acabe. Eso significaba, antes de la Gran Recesión de 2008, que no hubo quien pusiera el cascabel monetario a «la exuberancia irracional de los mercados», alimentada con el dinero barato que proporcionaban los bancos centrales. Ahora, para impedir que la pandemia provocara una catástrofe, los bancos centrales fueron más lejos que nunca con las alegrías monetarias, hasta llegar al despropósito de los intereses negativos, aplaudidos por la mayoría de los gobiernos que, de esta manera, podían endeudarse en la práctica sin límite.

Los árboles del precio de la luz y de la «mesa de diálogo» inaugurada por Pedro Sánchez y Pere Aragonés, han ocultado quizá los primeros pasos de los Presupuestos Generales del Estado para 2022 que, por primera vez en mucho tiempo –desde la época de Rajoy que rompió la tradición y sorteó la norma–, es probable que se presenten y aprueben en los plazos legales. El Congreso de los Diputados acaba de dar el primer paso con la suspensión de las reglas fiscales –con la excusa de la pandemia–, lo que abre las puertas a gasto, más gasto.

María Jesús Montero, la ministra de Hacienda, de hecho, ya ha adelantado el nuevo techo de gasto, 196.142 millones de euros, el mayor de la historia. Claro, que ahí no acaba todo, porque el gasto público total en 2022 puede rondar, incluso superar, los 600.000 millones de euros. La mínima sintonía Sánchez-Aragonés, gestos al magen para cada una de las parroquias, se enmarca en la conveniencia para el PSOE y para ERC de aprobar los Presupuestos y agotar la legislatura, por mucho que Puigdemont intente torpedear todo y que Pablo Casado sueñe con un cada vez más improbable adelanto electoral, a pesar incluso de las profecías demoscópicas del CIS del inefable José Félix Tezanos, que no coinciden con la de ninguno de sus colegas.

La ministra Montero también ha anunciado que hasta 2025 el déficit no bajará del 3%, el máximo permitido por los criterios de la Unión Europea. El Gobierno de Sánchez disfruta de la relajación monetaria derivada de la pandemia. El Banco Central Europeo (BCE), primero con Mario Draghi y luego con Christine Lagarde, ha facilitado y facilita todo el dinero necesario. Es el primo de Zumosol de Sánchez, que le permite gastar y gastar, aunque a sus socios de Gobierno, ahora encabezados por la muy popular, según Tezanos, Yolanda Díaz, todavía les parece poco.

Las cifras son mareantes, pero pocos se fijan y quien intenta recordarlas se arriesga al repudio público. España, sin embargo, es el segundo país del mundo, tras Grecia, que más ha aumentado su deuda –pública y privada– desde el final de 2019. En menos de dos años ha crecido un 50%, según el último informe del Instituto Internacional de Finanzas, del pasado día 14. Una mirada a más largo plazo pone los pelos aún más de punta. Desde 2008, España acumula unos déficits de 1,04 billones de euros, que se han sufragado con esa deuda pública que ya supera los 1,4 billones, que algún día habrá que pagar y puede ser un empeño imposible cuando suban los tipos de interés.

De momento, la inflación camina hacia del 4% en octubre. Habrá subida de pensiones y de salarios de funcionarios. Quizá sea justo y, sobre todo, popular, pero insostenible. Es más déficit público que, como también decía Greenspan, «es simplemente un esquema para la confiscación de la riqueza», igual que la inflación «es el impuesto más inmoral», que perjudica a los menos favorecidos. Todo continuará mientras el Gobierno logre dinero fácil del BCE, mientras dure la música, porque nadie quiere quitar el alcohol en medio de la fiesta. ¡Gastad!

Los «amancios» se consolidan en la jerga de la medicina pública

Amancio Ortega, el fundador de Inditex, donó en 2019 hasta 440 millones de euros para la adquisición de aparatos para el diagnóstico y tratamiento del cáncer en centros sanitarios públicos de toda España. El personal sanitario enseguida los empezó a llamar «los amancios» y se han quedado con ese nombre, hasta el punto de que en cualquier hospital suele ser frecuente escuchar una conversación entre profesionales médicos en la que la palabra más usada es el «amancio».

Kutxabank, BBVA, Sabadell, el mapa bancario sigue sin estar cerrado

Gregorio Villalabeitia, presidente de Kutxabank, ha levantado la liebre de las fusiones otra vez. Hasta la entidad financiera vasca, controlada por las diputaciones de las tres provincias, estaría dispuesta a una fusión en tiempos muy complicados para la banca. Kutxabank no tiene problemas de solvencia pero el futuro de su rentabilidad, como el de todas las entidades, está en el alero. Villalabeitia, por supuesto, adelanta que serían muy exigentes –y lo serán– con cualquier futuro socio, pero el hecho de que por primera vez abra esa espita significa que en el sector hay tambores de fusiones una vez más. De hecho, también han vuelto los rumores de algún acuerdo BBVA-Sabadell, una operación que llegó a anunciarse y luego fue abortada, pero nadie dice que a la segunda o tercera no vaya la vencida.