Huelgas
Agricultores y ganaderos, arruinados por la subida de costes
Tras intentar reunirse con el Ministerio y no obtener respuesta, convocan paros provinciales y una gran manifestación nacional
Si la semana pasada eran los camioneros quienes se ponían en pie de guerra y anunciaban paros previos a la navidad, ahora son los agricultores y ganaderos los que denuncian que los altos precios les están ahogando y que también detendrán su actividad. La Asociación Agraria Jóvenes Agricultores (ASAJA), la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG) y la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA), confirmaban el jueves que están organizando movilizaciones a nivel provincial, y que el objetivo es acabar con una gran manifestación nacional, que aún no tiene fecha.
Justo antes de que estallara la pandemia de la Covid-19, el sector estaba en plenas movilizaciones y denunciaba que las explotaciones agrarias y ganaderas no estaban siendo rentables, a causa de los altos precios de producción que soportaban y los bajos precios a los que tenían que vender sus productos. El confinamiento les hizo detener las protestas para ponerse a producir y asegurar el abastecimiento de todo un país. El panorama ya era complicado, pero ahora se ha vuelto insostenible. «La situación se ha recrudecido, todos los costes de producción se han disparado. La energía, el gasóleo, la electricidad, la subida del Salario Mínimo Interprofesional, los abonos, las semillas… Se están cerrando explotaciones todos los días, no nos salen las cuentas», apuntan fuentes de ASAJA. Se quejan de que estas subidas de precios que están sufriendo, no pueden exigírselas después a las grandes superficies: «Al final viene el supermercado y te dice que el litro de leche lo va a vender a 0,36. Si te ha costado producirlo 0,40, no te salen las cuentas».
Esta organización, a nivel individual, envió una carta al Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación el día 5 de noviembre en el que pedían una reunión urgente. El día 12, se unieron junto a COAG y UPA, y las tres mandaron una petición conjunta al ministro, solicitándole que les recibiera. La respuesta ha brillado por su ausencia y desde el Gobierno, a día de hoy, siguen sin dar señales.
Desde UPA han definido esta situación inédita como «la tormenta perfecta del campo», y aseguran que no saben muy bien «de dónde vienen los incrementos de todo. Está claro que la subida de los costes energéticos tiene un efecto muy directo, pero creemos también que siempre sufrimos la especulación de algunos agentes que juegan con las materias primas y modifican su precio. Lo que pedimos es que esta especulación no exista, y que España y Europa lo controlen y eviten que se disparen los precios de los alimentos».
Miguel Padilla, secretario general de COAG, afirma que, por explotación, los gastos les han subido un 30%: «Es espectacular. No lo hemos vivido nunca, ni con esta celeridad ni con este porcentaje. La situación del campo es muy preocupante». Se queja de que el primer eslabón de la cadena, «el de la producción», no puede ser el que pague las consecuencias de la crisis. El pasado jueves, el Senado aprobaba la Ley de Cadena Alimentaria, en la que se prohíbe, entre otras cosas, que los costes de producción sean superiores a los de retribución. Padilla se muestra escéptico: «Esta prohibición ya estaba aprobada de antes, y no se está cumpliendo. Los instrumentos pueden ser buenos, pero si no se aplican, no sirven de nada».
Incertidumbre y miedo
Herminio Íñiguez Sánchez es ingeniero agrónomo y presidente de la Asociación de Agricultores de Villanueva de la Serena (Badajoz), y muestra un increíble nivel de desasosiego: «Tenemos miedo a arruinarnos, a arruinar a nuestras familias. Estamos metidos en la tierra para hacer producciones viables, y con estos precios no se puede. Me gusta el campo, me metí en esto porque quise. Estamos muchos técnicos produciendo, ya no es el agricultor con boina, somos gente con formación. Nos están poniendo muy difícil seguir aquí, y aunque siempre ha habido crisis en el campo, nunca he visto algo como esto». A nivel de cifras, explica que producir una hectárea de fruta les cuesta sobre 8.000 euros, y que necesitan, «por lo menos», llevarse 0,37 céntimos para cubrir costes. «Cuando nos llevamos 0,40 nos ponemos contentos, vamos siempre al límite. En Extremadura ya se han arrancado 3.000 hectáreas de frutas por falta de rentabilidad».
José Francisco lleva 20 años siendo agricultor, y afirma que nunca ha visto una «situación tan delicada a nivel económico». La palabra «incertidumbre» es la que más utiliza a lo largo de la conversación. El año pasado compraba el abono a 300 euros la tonelada; esto año, a 600. «Y ya me dicen que lo próximo estará cerca de 800. Se nos han multiplicado todos los costes, y como luego, cuando está listo el producto, dependemos de los mercados, nunca sabemos qué ingresos vamos a recibir. Es una incertidumbre total. Que algo suba un 5% puede ser normal, pero que suba un 100%, no», explica apenado. Con los costes que está teniendo este año, asegura que si los precios de los productos se mantienen como hasta ahora, «es una pérdida segura». Por eso, ha decidido sembrar bastante menos, «porque el tortazo económico puede ser tremendo. Se me van a quedar 200 o 250 hectáreas sin sembrar. No me la juego más».
«Estamos atados»
La situación de Jorge, ganadero y secretario de ganadería de UPA, no es mucho más alentadora. Pide hablar del menor número de cifras posible: «Si supiéramos, de manera exacta, lo que estamos perdiendo, cerramos el kiosko y nos vamos a casa». Cuenta que durante la pandemia ya perdieron mucho dinero, «unos 200 euros por cada animal cebado», y que desde ese momento al actual, lo que han hecho ha sido intentar recuperar sus precios: «No vale que digan que hemos subido un disparate la carne y se eche la culpa al ganadero. Hemos recuperado el precio antiguo que teníamos, y sobre eso, nos han subido 20 céntimos, que es lo único que nos toca a nosotros». Al mencionar la pandemia, Jorge se acuerda de lo que fue trabajar 20 horas diarias: «Nos decían que había que producir, que no podía faltar comida. ¿Qué hubiera pasado si no hubiéramos trabajado? ¿Cómo habría sido esto sin comida? Nos la jugamos». Tras ese esfuerzo sobrehumano, este ganadero lamenta que el Gobierno no haya salido «ni una vez» a dar la cara por ellos: «Nos falta apoyo, aunque sea nada más que nos den una palmadita en la espalda, que digan que es un período malo pero que ya veremos cómo salimos».
Las ovejas de Jorge son autóctonas de la Comunidad de Madrid, y son las primeras “ovejas bomberas” de la capital, quizá también de España. Reciben este nombre por la indispensable labor que realizan en más de 15 municipios madrileños, donde limpian los montes de pasto y matorral y evitan que haya condiciones que favorezcan los incendios forestales. “El monte no se limpia solo”, recuerda Jorge, y se pregunta quién cogerá su relevo cuando ni él ni sus “bomberas” estén. Otra de las preguntas que atormentan a este ganadero está relacionada con la falta de mano de obra: “Como dejen caer la ganadería, ¿quién lo va a arreglar? ¿Gente que no ha visto esto jamás?”. Jorge recuerda que en numerosas ocasiones han llegado a la zona personas con dinero que han querido hacer ganadería. “Venían banqueros, gente de oficina, y han durado en el campo hasta que les han durado las ayudas. Se han hundido. Ahora, para buscar mano de obra, tenemos que acudir a gente que no ha visto una oveja en su vida. ¿Cómo va a ser el futuro?”, se cuestiona preocupado.
Toda esta problemática que engloba al sector da como resultado, entre otras muchas cosas, una dependencia mayor del exterior: “Me duele, porque ahora te traen lechales importados, de Francia, Italia o donde sea, y no sabes cómo vienen, ni de qué manera, y te hunden el mercado. No es una competencia legítima, es desleal. Pagan menos electricidad, menos pienso, menos mano de obra… No les exigen lo mismo que a nosotros”, explica Jorge, antes de añadir que otra cosa que no entiende son las “ofertas de chuletas de cordero”. Cuenta que, aunque dicen que son españolas, “aquí, ahora mismo, no hay corderos. Está todo el mundo buscando, y los pocos que encuentran, pagan unos 80 euros por el animal. ¿Cómo se van a vender luego esas chuletas a 16 euros? No me cuadran los números. Nos están hundiendo”.
El número de problemas que enumera Jorge es infinito, pero también es infinita la vocación, que muchas veces, «es lo que nos mata». «Nos gusta esto, lo hemos mamado. No es un bar, que lo puedes cerrar o traspasar. Estamos atados a nuestra ganadería. Somos ganaderos, no ganaduros», dice de manera contundente mientras sus ovejas le rodean. Quietas, como todos. A la espera.
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