Opinión

Las cuentas, claras y las estadísticas...

Las estadísticas completas, actuales y fiables son esenciales en el mundo moderno y su calidad va pareja con el desarrollo y el bienestar de los países

La vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, Nadia Calviño, mostró públicamente su desacuerdo con los métodos del INE
La vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, Nadia Calviño, mostró públicamente su desacuerdo con los métodos del INEA. Pérez MecaEuropa Press

Niccolo Fontana (1550-1557), más conocido como Tartaglia, porque era tartamudo, y Gerolamo Cardano (1501-1576), ambos italianos del renacimiento, suelen ser señalados como los que sentaron los primeros rudimentos de la estadística moderna a partir de sus conocimientos matemáticos. La estadística, no obstante, es mucho más antigua y, casi siempre utilizada como una herramienta gubernamental, se remonta a las primeras sociedades organizadas de un cierto tamaño. Los gobernantes siempre quisieron conocer el número y condición de sus gobernados, entre otros motivos, para saber con qué recursos podían contar y exigir tributos a sus súbditos. Ese es el origen de los censos y que, en el Imperio Romano, el censor –el encargado del censo– fuera un personaje poderoso y fundamental en la administración.

Las estadísticas modernas, no obstante, se desarrollan a partir del siglo XIX, pero cobran importancia capital, como instrumentos de diseño de política económica, en el siglo XX y, sobre todo, después de la II Guerra Mundial. Algo antes, en los años 30 del siglo pasado, George Waddel Senector (18814-1974) había creado, en la Universidad de Iowa, el primer departamento académico de estadística de los Estados Unidos y, quizá, del mundo.

Gobernar, desde hace decenios, es tener en cuenta las estadísticas y el desarrollo y calidad de las estadísticas suele ser –es– un factor que determina el desarrollo y el bienestar de un país. El último y más claro ejemplo son las dudas que surgen con los datos estadísticos chinos sobre el alcance de una última variante de la COVID y su influencia en todo en ese país.

España no fue un país pionero en la estadística, pero sí ha logrado estar en el grupo de cabeza que elabora y ofrece unos datos reales y útiles, por lo menos hasta ahora. El Instituto Nacional de Estadística (INE), desde hace por lo menos 40 años, ha elaborado cada vez más y mejores estadísticas, con independencia de qué Gobierno hubiera, por mucho que fuera el encargado de designar a su máximo responsable. Tampoco ningún Gobierno, hasta el de Sánchez, había criticado ni puesto en solfa los datos del INE, que ahora preside Elena Manzanera, después de que en junio dimitiera Juan Manuel Rodríguez Poo.

La «vice» Nadia Calviño no acababa de estar de acuerdo con los datos que ofrecía el INE del PIB y también de la inflación y lo decía, ya fuera como observación, crítica o aviso a navegantes. En el mundo de lo instantáneo todo cambia a gran velocidad, también la situación económica o, por lo menos, su reflejo en las estadísticas oficiales, que sin ser triunfalistas –no pueden serlo y los funcionarios estadísticos no lo permitirían– sí podrían ser algo más benévolas con la realidad.

El veterano periodista Hernando Calleja, escrutador sagaz de los informes estadísticos, ha descubierto –y publicado en Diario Abierto– que el INE, en su última nota sobre el PIB, decía que para su cálculo, se habían incorporado «fuentes adicionales disponibles para todos los trimestres que complementaban a las habitualmente empleadas y de estimaciones adelantadas de indicadores basados en datos administrativos». Aquí, el INE incluía un «1» de superíndice que, en teoría, debería remitir a una nota a pie de página que, simplemente, no existe, ni tampoco aparecía inicialmente en la web del INE, como también comprobó Calleja, que fue el primero que intervino, con un elegante y sobrio discurso, en el Homenaje a las víctimas del coronavirus en la Plaza de la Armería del Palacio Real, con presencia de los Reyes y del Gobierno, ya que su hermano, el también periodista José María Calleja, fue uno de los primeros fallecidos en la pandemia.

La laguna del INE sobre esos «indicadores basados en datos administrativos», que recuerdan el fantasmal PIB diario invocado en su momento por Nadia Calviño, se junta ahora con la ausencia de una estadística sobre el verdadero número y situación real de los llamados «fijos discontinuos», colectivo que ha crecido exponencialmente desde la entrada en vigor de la reforma laboral de Yolanda Díaz, que no tiene o encuentra dificultades para hacer públicos unos datos cuya ausencia, de momento, genera polémica. No es lo mismo, ni social ni económicamente, que haya, por ejemplo, un millón de fijos discontinuos –como dicen algunas fuentes– con trabajo o sin trabajo. La figura del fijo discontinuo, es cierto, tiene la ventaja de la seguridad de una nueva contratación, pero también la incertidumbre de cuándo se producirá y qué duración tendrá ese contrato. Y cuando no trabaja, esa persona está más parada que fija discontinua, digan lo que digan las estadísticas oficiales. Lo mismo pensaría Tartaglia.

La patata caliente de las pensiones y el ministro José Luis Escrivá

La Comisión Europea dio de plazo hasta el final de 2022 para que España presentara su plan de reforma de las pensiones, que es una de las condiciones exigidas para recibir la totalidad de los fondos de ayuda Next Generation. El ministro Escrivá tiene el reto de presentar ese plan, si es posible consensuado con sindicatos y patronal, pero todo sigue en el aire. El problema es que 2023 es año electoral y cualquier reforma incluirá endurecimiento de prestaciones o de acceso a las mismas.

La inflación da un respiro pero sigue muy lejos de los objetivos

El crecimiento de los precios –que continúa– se ha relajado mínimamente en Alemania y Francia y muchos expertos creen que eso relaja la situación del Banco Central Europeo a la hora de volver a subir los tipos de interés. Es posible que haya alzas más moderadas del precio de dinero, pero todavía son inevitables porque nadie puede olvidar que la inflación alemana, por ejemplo, está más de cuatro veces por encima del 2% fijado como objetivo, aunque fuera de forma flexible.