Energía
Alemania y Francia: dos vías opuestas ante el futuro nuclear
Berlín consuma el apagón atómico al desconectar sus tres últimos reactores, mientras París redobla su apuesta y promueve construir seis más en los próximos años
Ante la crisis energética vinculada a la invasión de Ucrania, Alemania y Francia han emprendido rutas opuestas en lo que respecta a la energía nuclear: mientras que Berlín ha hecho realidad finalmente el adiós acordado en 2011, París ha redoblado su apuesta por esta tecnología. Francia y Alemania siempre han sido considerados las «locomotoras» de la construcción europea, pero ahora cada país tira por vía distinta en lo energético, con la influencia que esto puede tener en la discusión sobre el futuro de Europa.
Los tres reactores germanos que seguían en funcionamiento se apagaron en la medianoche del sábado al domingo, lo que supone la salida de Alemania de los 60 años de «era nuclear». Los reactores contribuían a la generación de electricidad con un 5% del «mix energético», en el que las renovables representan cerca del 60% y los combustibles fósiles un 30%, de los que dos tercios corresponden al carbón y uno al gas natural. El Gobierno de coalición sostiene –a excepción de los liberales– que, además de poco segura, la energía nuclear tampoco resulta práctica, hasta el punto de que el ministro de Economía y vicecanciller, Robert Habeck, afirmó que la construcción de nuevas centrales «siempre ha resultado en un fiasco económico, sea en Francia, en Reino Unido o en Finlandia».
El apagón, previsto inicialmente para el 31 de diciembre de 2022, fue retrasado por tres meses por decisión del canciller Olaf Scholz, después de que los test de estrés del sistema eléctrico revelaran cierta vulnerabilidad en invierno por la posible escasez de gas y por las elevadas exportaciones de electricidad a Francia, que se duplicaron con respecto a 2021.
Tanto desde la política como desde la industria ha habido un aluvión de críticas a la desconexión, en un momento en el que el clima de inseguridad energética se ha convertido en baza de los defensores de la nuclear, que argumentan que es irresponsable renunciar a una fuente de energía disponible y más limpia que los combustibles fósiles.
Francia, por el contrario, es el país más nuclearizado de Europa y el que hace una apuesta más clara por esa tecnología, encabezando un grupo de pronucleares para hacer valer sus argumentos ante las instituciones europeas. La eléctrica pública EDF –en la que el Estado va a aumentar su participación hasta el 100% para tener un control absoluto– opera los 56 reactores atómicos del país, que en condiciones normales aportan el 70% de la electricidad gala.
El presidente francés, Emmanuel Macron, dio un giro en 2021 en la línea de su predecesor, François Hollande, para reducir la dependencia del sistema eléctrico de la nuclear. Así, ha encargado a su Gobierno que prepare la prolongación de la explotación de los actuales reactores más allá de los 40 años para los que fueron concebidos (hasta 50 o incluso 60 años), un incremento de su potencia del 3% y sobre todo ha lanzado la construcción de al menos otros seis. Esos nuevos reactores deben construirse entre 2037 y 2050 con un coste de 52.000 millones.
Francia defiende ante sus socios europeos ese esfuerzo en nombre de los objetivos de descarbonización que la UE se ha fijado, y se jacta, en particular ante Alemania, de que gracias a la energía nuclear la suya es una de las economías con menos emisiones de gases de efecto invernadero en relación con su PIB. Frente al bloque de Alemania, Austria o España, París consiguió alinear a una docena de Estados de la UE en la reciente batalla en la que logró incluir el hidrógeno producido con generación nuclear dentro de la Directiva de Renovables, informa Efe.
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