Rescate a Grecia
España, en las antípodas de Grecia
Alan Greenspan, otrora todopoderoso jefe de la Reserva Federal, sigue pronosticando que Grecia saldrá del euro. No lo creo. Ni Andorra o Liechtenstein. Como tampoco Ecuador o Panamá saldrán del dólar. Porque empobrecería más a sus ciudadanos. Y porque conviene a sus gobiernos, aunque no tengan consideración en el BCE o la FED. En Grecia la gente se rebelaría y seguiría utilizando la moneda única; y su política monetaria y cambiaria seguiría siendo fijada por el BCE. Lo mismo que la ecuatoriana se fija en Washington, aún con un presidente izquierdista. En Grecia establecerían, a lo más, un sistema de doble caja, pero en un contexto de achatarramiento del país intentando sobrevivir entre el mercado negro y la albanización. Ante la mofa de sus vecinos turcos, a quienes doblan en PIB per cápita y en decadente convergencia con ellos.
Desde 2011, en que España y Grecia –ya rescatada en 2010– tenían respectivamente un 9,4 y 10,1 por ciento de déficit público, los caminos han sido divergentes. A pesar de la distancia, somos el sexto suministrador comunitario a Grecia. En España las drásticas subidas de impuestos, junto a la rápida reforma laboral y de las AA PP –aun con sus limitaciones– mandó unos contundentes mensajes a los agentes económicos e inversores nacionales e internacionales de que se iba en serio. Aunque afectaba a las clases medias de la propia base electoral del Gobierno. Al tiempo, el cambio en el modelo productivo está ampliando la base exportadora; con creación de empleo incluso con crecimientos por debajo del 1,5 por ciento. España, como cada país de la eurozona, tiene compromisos específicos, en nuestro caso de reducción de déficit excesivo; como Irlanda, Portugal, Bélgica, Holanda o los países bálticos tienen los suyos; como Francia e Italia a regañadientes y con un alto coste reputacional. O Alemania, que acaba de alcanzar el déficit cero.
Grecia, sin embargo, con escaso desarrollo industrial y agrícola, no ha aprovechado los 240.000 millones de euros recibidos de los dos rescates para alinearse con los demás socios. Ni con la quita y condonación parcial de deuda que ya se le concedió; aunque perdieran credibilidad y secaran –se les advirtió– sus fuentes de liquidez, excepto las de la troika. A diferencia de España o Alemania, no han reformado apenas su mercado laboral, ni adecuado su sector público, pensiones o edad de jubilación a su estructura económica real.
Todas las propuestas de su nuevo Gobierno se basan en incrementar el gasto público: nueva contratación de funcionarios y televisiones públicas, bonos de alimentos o subidas de salarios mínimos para los afortunados que trabajan; o sea, más cierre empresarial y economía sumergida, mientras florece la industria de la inmigración ilegal, con pagos en frontera, falsificación de documentos o nuevas rutas y lugares de alojamiento clandestino desde Turquía. Sin propuestas de diversificación productiva, mejoras competitivas, inversiones reales, proyectos agropecuarios, o modernización de la obsoleta infraestructura turística y aeroportuaria. España ha incrementado competitividad, asumiendo mejoras de calidad y más horas de trabajo y menos salario, incluso bajando precios. Ha mantenido el clima de inversión y el imperio de la Ley; ha encajado la legalidad de los desahucios para quienes adquirieron riesgos superiores a sus capacidades; como Obama en EE UU, que ha asumido irremediables reagrupaciones familiares en sus más de 9 millones de desahucios.
España se ha posicionado con tres de los cuatro puertos más importantes del Mediterráneo –Algeciras, Valencia y Barcelona; el segundo es italiano– en esa gran vía de navegación comercial, con potentes y más eficientes instalaciones para acoger buques supercontenedores, graneleros, carga o descarga, almacenamiento o reparación. Grecia, en el otro extremo, a las puertas del canal de Suez, ha carecido de estrategia como país y permanece subinvertida. Tampoco vemos grandes ofertas turísticas. En Canarias he visto hasta dueños de hoteles haciendo las sustituciones de noche para mantener viable su capacidad instalada, en espera de tiempos mejores. Hasta volver a pulverizar en 2013 y 2014 todos los récords anteriores y perforar los nuevos máximos históricos, de 60 y 64 millones de turistas anuales. Los sindicatos se han adaptado en el sector de la automoción; y éste, junto con la exportación de maquinaria y bienes de capital, industria química y del medicamento y agroindustria han logrado exportar más de 240.000 millones de euros en el reciente 2014, nuestro máximo histórico, y darle la vuelta a la balanza por cuenta corriente en los últimos ejercicios.
España, junto a Italia, Francia y Alemania son los cuatro grandes pilares del euro. Y como tal, sus mayores acreedores, con más de 26.000, 27.000, 31.000 y 41.000 millones de euros, respectivamente. A distancia del resto. Las teorías de juegos no valen cuando quienes quieren amagar a chocar lo hacen contra un trasatlántico montados en una galera.
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