Opinión

España necesita una economía para los más atrevidos

La legislatura será un examen para cualquier trámite parlamentario, con un cheque en blanco para financiar las demandas de los socios del Gobierno

Banco de España.
Banco de España. © Jesús G. Feria.La Razón

Imaginemos una escena de circo donde, bajo el resplandor de los focos, se erige un malabarista caminando sobre una cuerda floja intentando mantener el equilibrio mientras sostiene varios objetos en movimiento con todas las partes de su cuerpo, intentando desafiar a la ley de la gravedad para no precipitarse al vacío. En esta línea, la próxima legislatura nos transportará a ese escenario en el que el Ejecutivo de Pedro Sánchez será ese malabarista que deberá conseguir complejos equilibrios ante las demandas de las diferentes fuerzas políticas sobre las que se sostiene.

Y como sin sardinita no se mueve la foquita, cualquier trámite parlamentario será como un examen en última convocatoria, todo pendiente de un hilo ante cualquier ocurrencia que, en la práctica, supondrá dar un cheque en blanco para financiar las demandas de los socios, algunos con sensibilidades políticas opuestas, pero con un denominador común, el aumento de gasto y transferencias, que dificultarán la estabilidad y eficacia de las políticas económicas.

En esta línea, aparece un surtido muestrario de complejos retos, no sólo políticos o sociales sino también en materia económica, que habrá que afrontar haciendo malabarismos para conjugar los intereses particulares de unas minorías con los del conjunto de los españoles, mientras Bruselas nos vigilará de cerca.

Por ello, en términos económicos, sería necesario evitar diseñar medidas que eviten la intensificación de los efectos de la desaceleración económica, la inflación y el paro estructural, entre ellas las relativas a subida y creación de impuestos, algunos ya previstos en los próximos Presupuestos Generales de 2024. No obstante, está pendiente la reforma fiscal anunciada durante la pasada legislatura sin que se haya profundizado. Es posible que se convierta en un tema central ante la necesidad de financiar el excesivo gasto que se aventura.

Otro gran desafío será la endiablada reforma pendiente del sistema de financiación autonómica, que, sin duda, saldrá a la palestra ante la desigual condonación de parte de la deuda de las comunidades y la posible transferencia de determinados impuestos y cotizaciones. En esta línea, el principal aspecto a resolver será el de poner de acuerdo a todas las regiones en las bases de un nuevo modelo de financiación que deberá responder a una serie de parámetros objetivos y consensuados que eviten volver a caer en otro modelo sesgado que deje descontentos a unos y beneficie a otros. Todo un cubo de Rubik en el que alinear los intereses de todos.

Igualmente, será necesario seguir combatiendo la inflación que, aunque se está moderando, se mantendrá en el entorno del 3,5%/4% erosionando el bolsillo de los ciudadanos. Para ello, se ha anunciado, junto a otras medidas, la extensión de la rebaja del IVA de alimentos durante el primer semestre, junto con transporte gratuito a jóvenes y parados, lo que choca frontalmente con otra de las obligaciones de contención de gasto que exige Bruselas como es la vuelta a las reglas fiscales y el progresivo camino hacia el límite del 3% en déficit.

En otro ámbito, la lucha contra el paro es otro de los males endémicos instalados en nuestra economía. Sin embargo, las medidas previstas ahondan en mayores costes empresariales, entre los que destacan, los de despido, la reducción de la jornada laboral, el aumento del SMI y mayores cotizaciones para mantener a flote un sistema de pensiones quebrado, junto al mínimo del 15% en el impuesto de Sociedades. Ninguna de estas medidas ayuda a la creación de empleo sino todo lo contrario.

Y se avistan muchos otros retos que supondrán un aumento del gasto público financiado con mayores dosis de una deuda que seguirá creciendo en volumen junto con los intereses a pagar por los elevados tipos y una calificación crediticia a la baja. Sin embargo, el mayor desafío será generar un clima de estabilidad política, económica y social que atraiga a los inversores en un entorno muy tensionado como el que se avecina, con serias dudas sobre la eficacia de las posibles medidas para resolver nuestros verdaderos problemas endémicos, en un entorno de desconfianza internacional por la elevada tributación y la inseguridad jurídica, así como por los pactos alcanzados con los partidos separatistas con final incierto. Un campo de minas por el que pocos se atreverán a cruzar.