Opinión

IPC

La inflación todavía puede morder

Los precios disparados no sólo dañan las economías cuando se desbocan, sino también cuando hay que adoptar recetas dolorosas para controlarlos

Ámbitos como el empleo, la inflación o la subida de los tipos de interés centran las preocupaciones de los ciudadanos en la Comunidad
Ámbitos como el empleo, la inflación o la subida de los tipos de interés centran las preocupaciones de los ciudadanos en la ComunidadLuis MillanAgencia EFE

El mundo está sumido en un periodo de desinflación desde hace un año, concretamente desde que los bancos centrales comenzaron a subir los tipos de interés, enfriando el gasto agregado global, y desde que comenzaron a solventarse los cuellos de botella engendrados por la guerra en Ucrania. De hecho, durante la segunda mitad de 2022, los precios ni siquiera se incrementaron en España, sino que permanecieron planos. Sin embargo, los bancos centrales todavía no han dado por vencida la batalla contra el monstruo inflacionista. Esencialmente por dos motivos. Primero, la inflación subyacente se mantiene demasiado elevada tanto en EEUU como la Eurozona: es más, de acuerdo con Lagarde ésta todavía no ha tocado techo, de modo que la tensión se mantendrá algunos meses más. Segundo, la inflación general se ha controlado colocando los tipos de interés en unos niveles especialmente restrictivos: niveles en los que aparentemente se van a mantener durante más tiempo si atendemos a las declaraciones de los banqueros centrales (aunque los mercados no confían en estas declaraciones de los banqueros centrales y anticipan recortes mucho más tempranos). Y justamente esta perseverancia de los banqueros centrales por mantener los tipos de interés en niveles suficientemente elevados como para alejar cualquier posible rebrote de la inflación constituye una de las principales amenazas para el funcionamiento de nuestras economías durante los próximos meses. No en vano, en marzo y abril asistimos a una oleada de impagos bancarios cuya causa última era la tensión financiera generada por los altos tipos de interés. Pues bien, esa tensión financiera se va a mantener durante los próximos trimestres porque, como decimos, los banqueros centrales no parecen estar inclinados a precipitarse bajando los tipos de interés para evitar cualquier riesgo de rebrote inflacionista. Uno no debería consolarse echando un ojo a las decrecientes tasas de inflación a ambos lados del Atlántico y pensar que todos los problemas que ésta puede traernos ya han sido superados. No: la inflación no sólo daña las economías cuando se desboca, sino también cuando hay que adoptar recetas dolorosas para controlarla.