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Relaciones laborales

La autocrítica: un sano ejercicio, base del progreso de las personas

«Los entornos laborales donde se aparca el miedo, el juicio devastador y la ansiedad, favorecen una comunidad comprometida»

La autocrítica, una necesidad siempre que sea constructiva /DREAMSTIME
La autocrítica, una necesidad siempre que sea constructiva /DREAMSTIMElarazon

Jeff Immelt, expresidente de General Electric (GE), solía decir: «Pienso que no puedes hacer un trabajo como éste durante mucho tiempo salvo que seas terriblemente autocrítico». La psicología y el comportamiento organizativo nos han enseñado en los últimos años que somos muy subjetivos cuando hablamos de nosotros mismos, y que como seres humanos, estamos llenos de sesgos que normalmente nos benefician. La ausencia de autocrítica es seguramente uno de los principales motivos por el cual las empresas líderes dejan de serlo, mientras que su exceso está relacionado con la infidelidad o el descenso de la productividad. Ignacio Fernández de Piérola, socio director de la consultora Lukkap, advierte que las «empresas que no son capaces de ver su realidad con unos ojos diferentes, en una escaso periodo de tiempo, son condenadas a la desaparición. No hay más que ver los casos de Kodak, Nokia o las decenas de empresas del “Fortune 500” que en unos años dejaron de pertenecer a tan prestigioso ranking».

Constructivo

Roberto Luna, catedrático de Dirección de Empresas de la Universidad de Valencia, sostiene que la autocrítica es sin duda necesaria y útil en nuestra vida profesional siempre que sea constructiva. «Utilizada como herramienta para el autoconocimiento y el aprendizaje, es una habilidad imprescindible que debemos cultivar para avanzar en nuestro crecimiento profesional y personal. Tener la voluntad de reconocer nuestras áreas de mejora o los errores cometidos ante nosotros mismos y ante los demás, nos dota de mayor fortaleza y madurez mental y, además nos prepara para valorar el “feedback” que nos brindan otros como un verdadero tesoro que nos permitirá avanzar», argumenta Inmaculada Vela, responsable de Comunicación Interna de la Universidad Europea. La autocrítica puede considerarse negativa cuando la persona nota únicamente sus fallos y sus debilidades, lo que perjudica su crecimiento personal. Luna cree que las organizaciones suelen utilizarla de un «modo bastante duro y despiadado, pues normalmente exponen al empleado solo a la información de sus acciones negativas y en las positivas (el reconocimiento) suele callarse». Existen muchas corrientes que hablan de la necesidad de implicar más al propio empleado en su propio análisis, consiguiendo un «feedback» que le guíe en su desarrollo y rendimiento profesional. Antiguos filósofos estoicos como Epícteto ya postularon que no son las cosas que nos pasan las que nos hacen sufrir, sino lo que nos decimos sobre esas cosas.

La autocrítica constructiva también favorece el compromiso del empleado con la empresa y alimenta su orgullo de pertenencia. «Una compañía en la que sus líderes invierten tiempo y esfuerzo en escuchar a las personas para descubrir qué tienen que mejorar, es uno de los grandes pilares que sustentan la generación de una cultura corporativa positiva. Los entornos laborales donde se aparcan el miedo, el juicio devastador y la ansiedad del rendimiento, favorece una comunidad comprometida, motivada, innovadora y conectada con una misión común», destaca Inmaculada Vela.

Aprovechar el potencial

Por otro lado, Fernández de Piérola explica que «las mejores compañías no dejan la autocrítica como un simple valor, sino que la acompañan de un para qué, de forma que hacen de este concepto un catalizador que orienta a las empresas y a las organizaciones hacia la acción. Por tanto si no vinculamos este concepto con un para qué y con un cómo, nos valdrá de poco». Las organizaciones que persigan obtener resultados favorables deben tener claro que las críticas han de ser positivas, centrándose en lo que se puede mejorar y no en lo que está haciendo mal. Así lo ve también Sonia Martín Gómez, profesora de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad CEU San Pablo, quien sostiene que «es el momento de la comunicación, del espíritu crítico y de la autocrítica en las organizaciones para su progreso y aprovechar todo el potencial de sus empleados a cualquier nivel. Por otro lado, que un directivo o gerente admita que se ha equivocado generará mayor confianza, credibilidad y respeto que si oculta su error o inculpa a otro».

Este concepto es además facilitador de la innovación. «Si deseamos mejorar la productividad solo lo lograremos si introducimos cambios y mejoras en el modelo de negocio, en los procesos productivos, en el ámbito de la innovación, la tecnología o en desarrollo de las personas y cultura de la organización. Y para ello deberemos tener una sólida competencia de autocrítica y ser capaces de desarrollar una cultura sana entre los empleados –a todos los niveles– apostando por su crecimiento personal», concluye Fernández de Piérola.