Trabajo

Los perezosos o el arte de parecer siempre ocupados

Científicos americanos han desarrollado la teoría de que las personas más inteligentes sufren más cansancio
Científicos americanos han desarrollado la teoría de que las personas más inteligentes sufren más cansanciolarazon

Los «managers» tienen que empatizar con ellos y asignarles otras tareas que les haga salir de la rutina.

La Real Academia de la Lengua (RAE) define al perezoso como el negligente, descuidado o flojo en hacer lo que debe y necesita. Están los trabajadores perezosos de manual. Son aquellos que de manera rutinaria esquivan el trabajo duro en la oficina. Cada empresa tiene su cuota de perezosos que deja al resto del equipo tomar las decisiones y hacer el trabajo. Tienen el arte de parecer siempre ocupados, aunque no lo están. El riesgo no es sólo que pierden el tiempo, sino también pueden contagiar a sus compañeros su pereza. Ovidio Peñalver, socio director de Isavia consultores, dice que el perezoso habitualmente lo es a lo largo de su vida, que es posible cambiarlo pero que lo ve complicado. «Es primo hermano del “procastino”, es decir del que deja para mañana lo que puede hacer hoy. Por otro lado, no propone, no interviene, no se manifiesta y si lo hace, es para criticar o poner pegas. A nivel corporal se hunde en la silla, no te mira a los ojos y emplea un tono de voz apagado, que no transmite ninguna emoción. Utiliza expresiones verbales del tipo “vaya rollo”, “mejor lo hago el próximo trimestre”, o busca cualquier excusa para no empezar la tarea», apunta Peñalver. Tiene mucho que ver con el entorno en el que está. «Hay lugares donde todo el mundo es muy proactivo, animado, etc. y es más difícil ser perezoso porque llamaría mucho la atención». «En su cometido diario suele dar lo mínimo que cabe esperar. Lo llamativo es que casi nunca se trata de un problema de capacidad o de competencias sino, como indica el nombre de este temido fenómeno, de vagancia», añade el «coach» Winni Schindler.

No necesariamente es el peor trabajador. En ocasiones detrás de ellos se esconden personas con una gran inteligencia y capacidad, y en cuya eficiencia realmente se puede confiar, asegura Carlos Recarte, socio director de Recarte & Fontenla, Executive Search. «La historia nos brinda ejemplos de famosos personajes perezosos. Es el caso de Charles Darwin, que se dormía en clase, pasaba la mayor parte del tiempo en pubs... o Winston Churchill, quien no fue a la Universidad y no tenía ningún interés por practicar deporte. Otros ejemplos: Einstein solía decir que el aburrimiento es una gran herramienta para desarrollar tu imaginación y creatividad. Newton, Picasso, etc. Sin embargo, lograron un éxito increíble y su fama perdurará a lo largo de los tiempos. Eso prueba que la gente perezosa puede llegar muy lejos».

Estos ejemplos llevan a pensar que al perezoso no hay que juzgarle siempre mal, eso sería injusto. Walter Percy Chrysler, pionero estadounidense de la industria del automóvil, decía que si tenía que encargar una tarea complicada, prefería dársela a alguien perezoso porque estaba seguro de que encontraría la manera «más fácil» de llevarla a cabo. Tal vez llevase razón, porque hasta el momento no hay ningún estudio que avale que los perezosos no puedan alcanzar el éxito profesional. «Necesitan más tiempo y más seguimiento porque están en un estado de letargo, de ralentización vital, van a 33 revoluciones, no a 45», dice Peñalver.

¿Son más inteligentes?

Científicos americanos han desarrollado la teoría de que las personas inteligentes sufren más cansancio porque utilizan más el cerebro, al concentrarse más en sus pensamientos. Mientras que existen otras corrientes que dicen que el consumo energético de nuestro cerebro es estable, es decir es el mismo para todos y está entre el 22% y 23%.

Silvia Escribano, socia directora de Isavia Consultores, asocia la pereza a la motivación y no tanto a la inteligencia. «Una persona es perezosa porque no se la incentiva lo suficiente con el desarrollo de iniciativas que la permita crecer o hacer crecer a la compañía», explica. Aunque no hay estudios que correlacionen la pereza con la edad ni con el sexo, Escribano cree que son los llamados «millennials», los jóvenes menores de 35 años, los trabajadores más perezosos. «Si no tienen un objetivo claro o no encuentran sentido a lo que hacen, la pereza les acaba invadiendo. Les gusta el camino fácil, les cuesta mucho empezar las tareas, se dejan absorber por cualquier distracción, trabajan menos y piensan más». Cree que «no siempre es negativo tener a un perezoso porque puede que dedique más esfuerzo en simplificar las cosas que en complicarlas». De hecho, la combinación de un trabajador perezoso e inteligente es explosiva. «Se asocia a una capacidad de liderazgo mayor porque son personas con una claridad intelectual y una serenidad necesarias para tomar decisiones difíciles», concluya esta experta.

Lucas quiere cambiar de trabajo. Está desmotivado. Lleva un año en el departamento de marketing de una empresa de alimentación y todo le parece «aburrido». «El trabajo se ha convertido en monótono y me estoy volviendo perezoso. Me escaqueo todo lo que puedo. Parece que a mi jefe no le importa mi estado de ánimo o se hace el despistado. Si siguen sin asignarme nuevas tareas, buscaré otro empleo», dice Lucas. Su caso sirve de ejemplo para preguntarse el papel del «manager» en la motivación del empleado. «En estos casos es clave. A él le corresponde poner medidas correctoras para volverle a enganchar. Los jefes tienen que entender que, con el tiempo, los estilos de motivación han cambiado. Hay que ayudar al trabajador a desarrollar sus habilidades, si no se aburrirá», explica Alejandro Pérez, «HR manager» de la Universidad Europea de Valencia y Canarias y psicólogo experto en relaciones laborales. «Un trabajador puede volverse perezoso por distintas causas, por ejemplo por un cambio de sus prioridades en la vida».

Lo importante es identificar el porqué de esa desidia, comenta Recarte. «Tiene que ver con muchos factores, como tener un puesto no alineado con la experiencia y capacidades de la persona. También la monotonía, la remuneración o un mal ambiente de trabajo puede llevarnos a ser más perezosos en el trabajo». Es el caso de María. Lleva cuatro años en el departamento de ventas y se lamenta de que su trabajo siempre es igual, monótono. «Caí en la rutina. Yo era una persona enérgica y dinámica y ahora siento cierta apatía. Me considero creativa y pienso que este puesto es demasiado mecánico. No le pongo interés y sé que contagio a mis compañeros».