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Mantener el pulso

La Razón
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Resulta especialmente difícil definir y usar la palabra «recuperación» puesto que las connotaciones técnicas de retomar una senda positiva en la variación del PIB pueden diferir de las expectativas sociales de creación de empleo y generación de actividad. En este sentido, está cundiendo la idea de que la recuperación de la economía española comenzará a tomar forma en el tercer trimestre de este año. En esta ocasión, además, parece haber mayor consenso del habitual, aunque estamos en un contexto tan incierto que las previsiones deben revisarse de forma bastante frecuente. Es importante tratar de fijar ese punto de inflexión para iniciar la ansiada recuperación, pero también lo es determinar a qué nos estamos refiriendo. Se trata del inicio del camino pero la travesía es aún larga.

No podemos obviar aspectos positivos de la realidad económica reciente, tales como los datos de desempleo (aunque el reto estará en el otoño e invierno), la prolongación del calendario para la consolidación fiscal y los anuncios de reformas como la de las administraciones públicas. En todo caso aún queda mucho recorrido en la agenda reformista, no tanto en el número de reformas como en su desarrollo y profundidad. Eso sí, cabe establecer, al menos, cuatro precauciones. La primera, que salir de esta crisis con mayor vigor del que ahora se divisa sólo va a ser posible con la ayuda de Europa y que hay que reforzar ese aspecto de exigencia que se está adoptando frente a la UE. La segunda, los mercados están algo más nerviosos y, en particular, los de deuda soberana están retomando algo de la volatilidad que anteriormente nos llevó a situaciones de bastante estrés financiero. En tercer lugar, el FMI ha alertado sobre la necesidad de profundizar en las reformas, con una incidencia tal vez demasiado incisiva sobre la laboral pero ilustrando, al fin y al cabo, la persistencia de los riesgos. Cuarto, las autoridades monetarias han dado un paso atrás y, aunque hay margen para la reacción, parecen estar avisando a los gobiernos (tanto en EE UU como en Europa) y de que la pelota está en su tejado.

Por tanto, la conclusión de estas reflexiones es que hay que mantener el pulso de las reformas e introducir cambios donde sea preciso con celeridad y contundencia. Por ejemplo, en materia fiscal o en lo que se refiere a la reforma de las administraciones públicas, que se antoja demasiado larga y azarosa.

* Catedrático de Economía y Finanzas de la Bangor Business School (Reino Unido) e investigador de Funcas