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María Castiglioni, economista argentina, sobre la deuda de su país: “Es totalmente pagable”
Argentina se enfrenta a su eterno fantasma: una deuda que los expertos consideran pagable, pero que choca frontalmente con la desconfianza que genera su propio historial y su crónico problema de déficit fiscal en los mercados internacionales
El hundimiento de la capacidad productiva argentina en sectores que antes eran estratégicos ilustra a la perfección su laberinto económico. El caso más sangrante es el del sector energético, donde el país sudamericano ha pasado de ser un exportador neto a un importador dependiente, una metamorfosis que le cuesta un déficit anual de 9.000 millones de dólares y una constante hemorragia de las divisas que tanto necesita para estabilizarse.
Este descalabro no es un hecho aislado, sino la consecuencia de una serie de decisiones políticas que han minado la confianza en el sistema. Una de las más dañinas fue la estatización en 2008 de los fondos de pensiones privados, las conocidas como AFJP, que en la práctica eliminó una fuente crucial de financiación interna. Aquella medida ahuyentó la inversión local y dejó al Estado con una única vía para financiarse: recurrir, una vez más, al crédito exterior.
De hecho, el verdadero origen de esta espiral de endeudamiento es un mal endémico que se arrastra desde hace décadas: la costumbre de gastar sistemáticamente más de lo que ingresa. Este déficit fiscal crónico ha obligado a los sucesivos gobiernos a buscar financiación de formas poco ortodoxas, erosionando la credibilidad del país hasta convertirla en su principal obstáculo.
La reputación, el verdadero lastre de la economía argentina
Sin embargo, y a pesar de este panorama desolador, la deuda contraída por Argentina no es, ni mucho menos, un monstruo invencible. La economista argentina María Castiglioni desmonta el catastrofismo con una afirmación rotunda en el programa de radio Vía Libre: “Es totalmente pagable”. Según esta perspectiva, el problema no es el volumen de lo adeudado —que en proporción a su economía no es mayor que el de otros países de la región—, sino el pésimo historial del país como pagador.
En este sentido, la clave para desatascar la situación no reside tanto en la renegociación de cifras como en la reconstrucción de la confianza. El gran desafío que afronta ahora el gobierno es demostrar capacidad para renovar el capital de los vencimientos. Los esfuerzos actuales ya han logrado que la recaudación de impuestos cubra los gastos corrientes y el pago de intereses, un primer paso indispensable para consolidar un equilibrio fiscal sostenible que permita, a largo plazo, bajar la inflación y reducir el riesgo país.