Desempleo juvenil
¿Más reformas laborales?
Los años 2012 y 2013 han sido especialmente intensos en cambios normativos en el mercado de trabajo. El impulso reformista del Gobierno ha estado muy vivo en este ámbito, como consecuencia lógica del principal mal de nuestra economía, el desempleo. Desde la precursora reforma laboral en febrero de hace dos años, se han sucedido un sinfín de normas con rango de ley, unas, y reglamentarias, las otras, que han acometido cambios muy notables en prácticamente todas las instituciones laborales: contratación, flexibilidad interna, negociación colectiva, empleo juvenil, extinción de contratos, políticas activas y pasivas, formación, etc... Estamos en presencia de uno de los periodos con más intentos de transformación de las políticas del mercado de trabajo desde hace muchos años. No cabe ninguna duda de que el mal estructural por excelencia de nuestra economía clamaba por una alteración de sus bases fundamentales y desde un principio fue entendido así correctamente por este Gobierno. De ahí el objetivo loable de legislar a favor de la creación de empleo con carácter urgente. Era un deber, pero también se asumió como compromiso prioritario. Y como todo efecto en el campo de la economía tiene su causa, venimos observando en los últimos meses que los datos de paro en nuestro país van disminuyendo –en algunos casos de forma notable, como en el pasado mes de diciembre–, y se empieza a ver más luz en los comienzos de este 2014. Las reformas están siendo positivas porque van encaminadas en la buena dirección. Hay claros motivos para la esperanza.
Entonces, ¿queda algo por hacer? A mi juicio, lo fundamental está hecho. La reforma de 2012 ha sido profunda y decidida. No se puede esperar algo parecido en el corto plazo. Lo que se precisa es, en primer lugar, afianzar y dejar reposar la nueva regulación, que sea asumida, aplicada y aceptada correctamente por parte de todos los agentes del mercado laboral, incluidos los jueces (que tienen un papel primordial en el éxito de la misma). Y eso lleva tiempo. En segundo término, conviene preservar en su perfeccionamiento y mejora. En este sentido, tres son los campos que deben ser analizados: 1. Contratación: si bien la reciente simplificación de contratos de trabajo en su gestión administrativa ha sido un paso de gigante y claramente innovador en esta materia, la dualidad sigue presente en los contratos de trabajo. Una apuesta por la reducción de costes en la contratación indefinida, y abrir nuevamente el debate sobre el llamado «fondo austríaco» donde la indemnización se va devengando anualmente y no al final del contrato, sería muy bienvenido. 2. Empleo juvenil: cualquier medida en este campo debe ser reflexionada en profundidad. El éxito de la obtención del fondo de garantía juvenil es el inicio para atajar definitivamente este problema. Y 3. Políticas activas de empleo: formación y empleabilidad de los trabajadores en paro tiene todavía mucho recorrido. La coordinación de las mismas a nivel regional será la clave para que sean realmente eficaces.
En fin, la búsqueda del trabajo nos debe seguir manteniendo ocupados.
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