Rescate a Grecia
120 euros para los jubilados: «Me avergüenzo de ser griego»
«El “no” supone la vuelta a la dracma, y el “sí”, más recortes», dice una ateniense sobre el referéndum.
Leónidas I fue el rey de Esparta durante el siglo V a.C. En la guerra contra la invasión persa, aseveró que el pueblo perdería a su monarca durante la batalla, o bien sería conquistado. Ningún rey espartano había muerto antes en la guerra. El mensaje fue descorazonador para la polis laconia. Él falleció entonces, pero fue recordado como un guerrero valiente. Hasta la actualidad. Para Angela Pichicouli, de 79 años, «Tsipras es Leónidas enfrentándose a toda Europa». La mujer espera sentada en frente de un banco para recoger su pensión. Mejor dicho, los 120 euros máximos que los jubilados sin tarjeta pudieron retirar ayer de los bancos griegos, en una de las 850 sucursales en todo el país que abrieron exclusivamente para efectuar ese pago, aunque con dos días de retraso.
Al mediodía en Atenas hace un calor bochornoso y el sol se ceba sobre los que no pueden encontrar una sombra, como los ancianos que se aglomeran delante en las entradas de los bancos. «Por eso me he traído un sombrero, mis gafas de sol y he pedido una silla en el bar de al lado. Soy la más lista», bromea Angela. La espera va para largo, pues tiene todavía doce personas delante.
Sin embargo, a ella no le preocupa ni la demora ni el límite disponible, «a mí me preocupa que mi nieta tenga que irse a trabajar fuera». La anciana cuenta que tiene dos hijas y dos nietas. Sus primogénitas, una profesora y la otra abogada, tienen trabajo y un buen sueldo. Pero las nietas tan sólo tienen estudios, de Matemáticas y Derecho. Sin trabajo.
«Antes ganaba 1.500 euros de pensión, ahora me han quedado 1.000 euros por todos los recortes (porque trabajé como abogada para la empresa de telecomunicaciones estatal). No me puedo quejar, hay otros mucho peor», reconoce. «Lo que más pena me da es ver a la gente tan enfadada aquí en la cola», dice.
Nacida en 1936, para Angela el miedo es «ver cadáveres por las calles», como sucedió en la Segunda Guerra Mundial. «Lo de ahora es sólo política y dinero». En estas últimas elecciones optó por apoyar a Syriza, después de haber votado toda su vida al Pasok, «de los Papandreu», resalta con euforia. Pese al control de capitales y toda la confusión que atraviesa el país, esta abuela todavía respalda a su primer ministro.
No obstante, Angela asegura que aún no tiene claro lo que votará en el referéndum. «Es lo mismo. Un «no» significará la vuelta a la dracma, y un «sí» la vuelta a los recortes», apunta la mujer que, tal y como señalan la oposición y los acreedores, considera que el «no» al acuerdo conllevará a corto o largo plazo a la salida de la moneda única. En cuanto al «sí», Angela lo tiene claro: «Tsipras debe quedarse y asumir la responsabilidad. Un capitán no se tira del barco cuando éste se está hundiendo».
Lo mismo piensa Yorgos Papamakarios, otro de los pensionistas que esperan en el cajero de Alpha Bank. Pero para él, «Tsipras debería irse ya», porque «bastante daño ha hecho al país». A Yorgos no le importa la «dignidad» del pueblo ni el «futuro» de su país, un lenguaje que ha empleado su primer ministro con frecuencia. Él quiere «recibir el dinero para poder hacer la compra» para su familia. En su casa viven su hijo, su mujer y su nieto, de 4 años.
«Vivimos de mi paga –700 euros– y de algunos trabajos (sin contrato) que le salen a mi hijo. Pero así no hay forma de criar a una familia», se lamenta Yorgos, uno de los más calmados en la cola de ese cajero. El resto no quiere saber nada de entrevistas ni fotos y se quejan cuando ven a un periodista. «¿Sabes por qué? Porque nos avergonzamos de ser griegos. Y eso no había pasado en la historia. Ahora el resto del mundo nos ve haciendo cola en un cajero y damos una imagen triste, de mendigos», explica Yorgos.
A diferencia de Angela, al hombre de 76 años no le llega con 120 euros para pasar la semana. «Si mis hijos tuviesen trabajo, seguramente. Pero así es imposible», asegura. También tiene claro lo que hará una vez recoja su dinero: «Ir al supermercado y volver a hacer cola». Según nos cuenta, ha notado que los supermercados están más llenos que antes, «porque la gente prefiere pagar con tarjeta, en lugar de ir a comprar a tiendas pequeñas o al mercado».
Leónidas I cargaba un escudo redondo y un casco con cresta, uniforme del ejército espartano para ir a la batalla. Tsipras viste un traje con camisa, sin corbata. Uniforme para reunirse en despachos de Atenas y Bruselas. Las diferencias son notables. Para algunos griegos, como Yorgos, lo único que tienen en común es que «al final siempre acaba pagando el pueblo».
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