Salarios

¿Es necesario el salario mínimo?

Tener o no tener salario mínimo parece una medida para paliar las desventajas de los trabajadores en el último cuartil salarial

La vicepresidenta segunda y Ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, durante una rueda de prensa posterior a la reunión del Consejo de Ministros.
La vicepresidenta segunda y Ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda DíazAlberto R. Roldán La Razón

Hay que entender que el concepto de SMI es especialmente relevante en aquellas economías donde existen muchas discrepancias entre el nivel del salario de los trabajadores poco cualificados y los que presentan una cualificación media o media-baja.

En ese sentido, en un país como España con una importantísima creación de empleo en el sector servicios y más en concreto en los sectores relacionados con ocio, restauración, hostelería… dada nuestra inmejorable posición en el ranking turístico, tiene sentido que exista una protección de estos trabajadores que, de otro modo, quedarían descolgados frente a perfiles de una cualificación solo ligeramente superior. El ejemplo arquetípico es el caso del mundo de la hostelería con horarios bastante duros para el trabajador y cuyos sueldos, históricamente, han sido bajos y no muy por encima del SMI.

Hecha esta aclaración, cabe preguntarse si esto, que ha sido una reivindicación histórica que tenía todo el sentido, es la mejor manera para conseguir salarios dignos para trabajadores poco cualificados, o que empiezan en el mundo laboral. La respuesta es compleja, vecinos nuestros con renta per cápita mucho más elevada que la española: Suecia, Noruega, Suiza… no cuentan con un salario mínimo por lo que es el juego negociador en cada sector el que determina estos salarios. Todos estos países tienen salarios medios superiores a España.

Claro, que existe el contraejemplo, Alemania instauró un SMI solo en 2015 y que ronda los 2.000 euros mes, en ese sentido, cabe preguntarse ¿por qué? En Alemania, manteniendo un muy notable escudo social en las últimas décadas han proliferado mucho los minijobs y esto ha propiciado que una parte de la población quedara descolgada del escudo social, especialmente a la jubilación.

Por tanto, tener o no tener SMI no implica a priori ni que la marcha de la economía y la generación de riqueza sea ni mejor ni peor, más bien parece una medida para paliar las desventajas de los trabajadores en el último cuartil salarial.

En España, la filosofía que se viene aplicando es situar ese SMI en el entorno del 60% del sueldo medio, en ese sentido tiene efectos interesantes:

  • Mejora la capacidad del trabajador para cobrar una pensión pública que sea, sino generosa, algo más digna.
  • Genera un incentivo para abandonar la economía sumergida lo que también puede mejorar la cobertura sanitaria pública de estos trabajadores.
  • Permite también mejorar la capacidad de consumo presente, lógicamente generando un incremento de la demanda y la potencial entrada de algunos colectivos en compras de mayor envergadura (por ejemplo, la vivienda).

Efectos negativos

  • El primero y más importante, es que fijar un objetivo de porcentaje sobre el salario mínimo genera un efecto espiral, en periodos inflacionistas hay que subir mucho el salario mínimo que a su vez sube el salario medio y así se puede generar una evidente pérdida de competitividad de las empresas y una inflación creciente.
  • No es menos cierto, que para determinadas pymes o autónomos con personal asalariado a su cargo que cuentan con poca o ninguna capacidad de repercutir estas subidas en los precios finales de sus productos, esta subida pone en riesgo sus márgenes empresariales y podría reducir el empleo a medio plazo, algo que todavía no ha ocurrido desde que empezó el fuerte impulso al SMI en la anterior legislatura.
  • De igual manera que genera un empujón al trabajador para abandonar trabajos informales, es un desincentivo para los estudiantes para proseguir su formación al rebajar la distancia entre los trabajos de menor y mayor cualificación.
  • El efecto fiscal puede llegar a ser negativo para el trabajador si no se actualizan las bases regulatorias, puesto que lo ganado por la subida del SMI que se contagia al resto de las franjas salariales puede llegar a ser engullido por el paso de no pagar a pagar impuestos o de un tramo fiscal a otro.

En conclusión, es muy complejo extraer una conclusión única sobre los efectos del SMI, son medidas que se aprueban por parte del Gobierno, pero que pagan empresarios y autónomos con personal a su cargo y, en ese sentido, la negociación a tres bandas hubiera sido mucho más sensata que lo que ha acontecido en este último periodo, donde finalmente se aceptaron las propuestas sindicales sin negociación.

Es importante entender que, de cara a la justicia social, los sectores más afectados tienden a ser los que se ocupan de actividades de menor valor añadido. Estos son los que suelen contratar al personal menos cualificado y, en ese sentido, se puede estar generando un problema a medio plazo serio en el tejido de pymes y autónomos que verán reducido todavía más su margen empresarial y pueden tener la tentación de abandonar su negocio. Esto todavía no está pasando, pero es un riesgo latente que dependerá de como se manejen en los próximos ejercicios las subidas.

Si la inflación se modera, lo que es previsible en los próximos años, la presión alcista del SMI se relajará y debería ser un momento en el que Gobierno, empresarios y sindicatos analicen con pausa cómo debería funcionar este mecanismo: revisiones automáticas por inflación, negociación sector a sector, ligarlo a márgenes medios empresariales más que a salarios medio… Hay distintas alternativas, la mejor sería que la necesidad del SMI desapareciera de la sociedad española porque todos los contratadores pudieran satisfacer las pretensiones de un sueldo digno a sus trabajadores.

Javier Rivas, profesor del EAE Business School