Macroeconomía
«No soy tan ingenuo como para pensar que el Estado de bienestar está desapareciendo»
Dicen de él que es «una institución», y hay argumentos de sobra para creer que este calificativo es correcto para la figura de Ramón Tamames. De carrera política, y economista, viene a hablar de aquello que más junta estas dos vertientes profesionales: la gestión de los servicios públicos.
-¿Cómo ve el funcionamiento de los servicios públicos cuando sale a la calle?
–Hemos mejorado muchísimo las ciudades. El metro siempre ha funcionado bien; el Cercanías tiene deficiencias pero tienen plan para resolverlo; los residuos sólidos se recogen; Renfe ha sido importante; los taxis en Madrid son correctos, a pesar de la competencia de Cabify y Uber. A parte del transporte, estamos bien iluminados y limpios. Lo que me fastidia son los cañones de aire porque hacen mucho ruido y he protestado al Ayuntamiento. La sanidad pública está bien pero también es cierto que hay 12 millones de españoles que van por el privado. La Justicia es lenta pero cumplimos, y los elementos de la corrupción acaban en la cárcel. Pero tiene que haber crítica permanente para que se mantengan los niveles.
-¿Cuáles son las principales deficiencias que encuentra?
–Más que deficiencias, ideologización. De unos grupos más o menos populistas empeñados que los servicios públicos sean solo públicos. Yo creo que se puede presentar gestión privada porque lo importante es la eficiencia del servicio y al final la soberanía municipal se mantiene, ya que se puede retirar la concesión si el servicio no funciona.
-¿La crisis ha hecho daños irreversibles en los servicios públicos?
–No soy tan ingenuo para pensar que está desapareciendo el estado de bienestar, incluso no diría que ha bajado el numero de clientes de lo público porque los inmigrantes hayan vuelto a sus países ni porque muchos españoles vayan a la privada. Si fuesen por el sistema público tendríamos un problema de híperpreocupación por motivos como las pensiones, que han perdido poder adquisitivo desde que las congeló Zapatero. Estamos avanzando, ha pasado por épocas de cortapisas en los Presupuestos Generales del Estado, pero nadie se puede quejar de que le hayan bajado la pensión. El estado de bienestar irá a máximas.
-¿Por qué en España está tan demonizada la gestión público-privada?
–Igualmente, por ideología. Tengo un trabajo que se publicará en el Instituto de Estudios Económicos, donde se comprueba que muchos servicios públicos de la historia son cíclicos. Por ejemplo, durante la dictadura de Primo de Rivera se crean la Campsa o Telefónica. Luego, ha venido una etapa de privatizaciones y las empresas del Instituto Nacional de Industria, que muchas eran cutres, con la privatización se han vuelto modernas. Son más competitivas.
-¿Qué le parece mejor para los ciudadanos, la gestión pública, la privada o la público-privada?
–El régimen de licitación debería ser obligatorio. Aquí aparece el tema del prestigio, la experiencia, los costes... El modelo privado en el hospital de Alzira, en la Comunidad Valenciana, es una demostración, y me parece increíble que habiendo funcionado tan bien, lo hayan convertido en gestión publica otra vez cuando se ha demostrado que los usuarios están contentos y hay menos gasto por cama. Además, es un modelo que se ha estudiado en la Universidad de Harvard o Berkeley, y en las auditorías internas del gobierno de la propia región. Por otra parte, resulta curioso que cuando a las grandes mutuas se les ofrecen los servicios de los hospitales, prefieren no hacerlo. Habría que preguntarles por qué.
-¿Está de acuerdo con que la innovación es más habitual en el sector privado que en el público?
–Sí. Por ejemplo, se nota en el comercio, que es totalmente privado y libre. Los supermercados son una competencia brutal y están en la cresta de la ola. Y por eso las pequeñas empresas pasan por malos momentos. Luego, respecto a la competitividad, hay situaciones reminiscentes de antiguos monopolios o situaciones de tiempos pasados; en la distribución de carburantes hay un monopolio, y la electricidad es un oligopolio. Hay que terminar de examinar el tejido económico español. El señor Marín Quemada, presidente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores, ha estado atento.
EL PERFIL
Ramón Tamames nació en 1933 en Madrid. Desde entonces, ha tenido tiempo de conformar una bibliografía enorme, que va desde la publicación del libro «Formación y desarrollo del Mercado Común Europeo» en 1965 a la de «¿A dónde vas Cataluña? Cómo salir del laberinto independentista» en 2014. Además, fue diputado de 1977 a 1982, y de 1986 a 1989.
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