Opinión

Transición energética y PNIEC: Futuro o desierto

La emergencia climática obliga a España a aumentar los objetivos de producción de energías limpias, de almacenamiento y de interconexiones eléctricas

Por Eloy Sanz*

parque eolico
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Hace unas semanas, el gobierno publicó el borrador de actualización del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC 2023-2030). Aunque estas siglas dejen indiferente a la mayoría, son las que pueden hacer que España lidere la transición energética, logrando sus objetivos climáticos y simultáneamente creando miles de puestos de trabajo, mejorando la calidad del aire y del agua (y con ello la salud) y consiguiendo una mayor independencia energética. Los informes del IPCC indican que la región mediterránea es una de las más afectadas del planeta en lo que respecta a aumento de temperaturas e incidencia de sequías. La elección, por tanto, es entre futuro o desierto, como resume el divulgador Javier Peña (Hope!).

Poco antes de la publicación de la actualización de este PNIEC, un grupo de científicos redactamos un manifiesto por la emergencia climática que posteriormente fue respaldado por más de 600 científicos de nuestro país. En el texto pedíamos una mayor ambición en los objetivos de descarbonización, de eficiencia en el uso de energía y materiales, así como de implementación de energías renovables. Por ejemplo, la versión del PNIEC previa a la actualización planteaba una reducción de emisiones de gases de efecto invernadero del 23 % para 2030 respecto a 1990. Suponía el primer objetivo marcado por un gobierno de España, lo cual es un hito en sí mismo. Sin embargo, aún necesitaba más ambición para conseguir mantenerse en los límites del Acuerdo de París y así lo reclamamos vehementemente. Pues bien, parece que nos hubieran escuchado, ya que la reducción propuesta en la actualización de este PNIEC es del 32 %.

Para conseguir este objetivo el PNIEC plantea, entre otras medidas, que las renovables supongan el 48 % de toda la energía empleada en España, valor que sube hasta el 81 % si se observa únicamente el sector eléctrico. Precisamente este último objetivo supera incluso el de países con enormes inversiones en renovables, como Alemania, a la que también estamos comenzando a superar en penetración real de renovables. Para conseguir los objetivos citados, se propone un parque renovable envidiable para 2030: 57 GW de solar fotovoltaica dedicada y 19 GW adicionales de autoconsumo, 59 GW de eólica terrestre y 3 GW de eólica marina, entre otros. Estas cifras se establecieron tras recibir aportaciones de más de 100 agentes (empresas, asociaciones, tercer sector, etc.) y son realmente ambiciosas, si bien deben ponerse en el contexto del despliegue exponencial que están teniendo las energías renovables, una dinámica a menudo complicada de interiorizar para quien desconoce el sector. A modo de ejemplo, al comenzar 2021 solo había 1,5 GW de autoconsumo fotovoltaico en España, instalados principalmente en los cuatro años previos. Precisamente en 2021 el gobierno estableció como meta alcanzar 9-14 GW para 2030, objetivo que ahora aumenta a 19 GW. Puede parecer un reto excesivamente ambicioso teniendo en cuenta los datos de potencia instalada citados hasta ahora. Sin embargo, entre 2021 y 2022 se multiplicó por cuatro la potencia instalada y al ritmo de instalación actual alcanzaríamos el objetivo más ambicioso (19 GW) dos años antes de tiempo. Así son las renovables, famosas por dejar enseguida cortas las estimaciones que se hacen sobre su crecimiento. No obstante, también es cierto que algunos objetivos como el de energía eólica son complejos de alcanzar al ritmo actual y necesitarán que las condiciones sean más favorables.

Aunque ha llevado años alcanzar una velocidad razonable, instalar generación eléctrica limpia es la parte más sencilla del proceso, pero ni mucho menos la única.

La primera cuestión que le surge a cualquiera que piense en un modelo energético altamente renovable es el almacenamiento de energía. Es decir, cómo gestionar los excedentes de electricidad generada cuando no hay demanda suficiente y, quizás más crítico, la situación contraria, de dónde obtener electricidad cuando no sopla viento o no hay sol. En realidad, son dos caras de la misma moneda que tienen soluciones comunes. La más importante de ella es el almacenamiento (térmico, baterías, bombeos, etc.). El bombeo hidráulico es actualmente la tecnología más eficiente para almacenar energía. Su funcionamiento es tan sencillo como disponer de dos embalses conectados por una tubería, subiendo el agua desde el inferior al superior (bombeo) en los momentos donde la electricidad es abundante y barata. Por el contrario, cuando falta electricidad y la única solución sería quemar gas (contaminante y caro), se puede turbinar el agua bajándola de nuevo al embalse inferior y generando electricidad. El proceso completo tiene eficiencias muy elevadas (70-80 %) y utiliza el agua en circuito cerrado, por lo que no hay pérdidas más allá de la lógica evaporación en los embalses. Los bombeos son clave para integrar una mayor cantidad de renovables en el mix nacional, así como reducir el precio de la electricidad. De nuevo el PNIEC es muy ambicioso en este sentido y las modelizaciones de Red Eléctrica han sido clave en este aspecto, donde estiman que es necesario triplicar la potencia de almacenamiento disponible. Se ha establecido el objetivo de 22GW de almacenamiento en 2030, de los que una buena parte serían bombeos hidráulicos.

En línea con esto, también hay una gran necesidad de interconexiones eléctricas, que deben reforzarse más allá de lo previsto actualmente para intercambiar electricidad con nuestros países vecinos en los momentos que uno tiene excedentes de generación y otro necesidades energéticas no cubiertas con renovables.

La electrificación de la demanda energética es también un aspecto clave, es decir, hace falta transformar los usos actuales de la energía donde hoy empleamos combustibles fósiles (transporte, calefacción, procesos industriales, etc.) en otros que no dependan de los fósiles, como la electricidad renovable. Esta es precisamente la parte menos desarrollada, y aunque puede dinamizarse con medidas de apoyo gubernamental, depende en buena medida de decisiones individuales y empresariales que no son sencillas ni inmediatas. En este punto también ayudarán los 11 GW de electrolizadores previstos para cubrir parte de la demanda nacional de hidrógeno, generándolo con electricidad renovable en lugar de emplear gas fósil como se hace actualmente.

Como consecuencias directas del PNIEC actualizado, se prevé la creación de 522.000 empleos y un aumento significativo del PIB nacional (34.700 millones de euros). El menor uso de combustibles fósiles supondrá un ahorro de 90.700 millones de euros y se estima que evite la muerte de casi 6.000 personas al año por contaminación atmosférica. En resumen, se trata de un plan que, partiendo del buen trabajo realizado hasta el momento, pretende convertir España en una potencia renovable, industrializada y que ponga la lucha contra el cambio climático entre sus prioridades.

* Eloy Sanz es Profesor Titular del Departamento de Tecnología Química, Energética y Mecánica de la Universidad Rey Juan Carlos