Elecciones en Portugal

Lecciones lusas para políticos domésticos

António Costa dejó claro con sus actos que hay precios impagables cuando prima, según su criterio, el bien de la gente

El Partido Socialista (PS) de António Costa ganó las elecciones de Portugal con una histórica mayoría absoluta. Se trata de un acontecimiento hasta cierto punto excepcional pues es el segundo triunfo de tintes abrumadores en la historia de la formación. La voluntad del pueblo luso comporta interpretaciones con derivadas, en su mayor parte aplicables, por su semejanza, a España. En primer lugar, se aventuraba un desenlace más reñido, sin resultados hegemónicos, como reflejaron las encuestas, unas de las grandes derrotadas del proceso, y toca tomar nota. Es recurrente referirnos a que el único sondeo incontestable es el de las urnas. En segundo lugar, porque el electorado ha reaccionado con madurez a la decisión de Costa de anteponer el interés general al particular, romper su acuerdo de gobierno, la gerigonça, con los extremistas del Bloque de Izquierdas y el Partido Comunista, que tumbaron los presupuestos, y precipitar comicios adelantados. El voto útil de la izquierda funcionó, pero sobre todo el escrutinio inútil a unos grupos radicalizados y casi antisistema, ya hundidos, émulos de Unidas Podemos. Los portugueses recompensaron el coraje de su primer ministro. La lectura a la española para nuestra coalición gobernante tiene un doble sentido. Podemos está en peligro de ser fagocitado por el socio alfa, pero la lectura ventajista de establecer analogías entre el futuro de Sánchez y el hito de Costa es cuestionable. Para empezar y finalizar, el inquilino de La Moncloa ha demostrado que su meta es conservar el poder a cualquier precio. Sus concesiones a comunistas, separatistas y bilduetarras están ahí. António Costa dejó claro con sus actos que hay precios impagables cuando prima, según su criterio, el bien de la gente. Es una brecha que los retrata, socialistas, sí, pero de ética dispar. Tampoco el cotejo de sus gestiones certifica sintonías. Tras el rescate de 2011, Portugal se asomó al abismo. Costa, aunque se desmarcó de la austeridad exigida entonces, se ha volcado en sanear las cuentas con la contención del gasto público, con prioridad en reducir el déficit y pagar las deudas. Portugal ha recuperado el prestigio perdido y la inversión, que es la ruta más recta a la prosperidad y el bienestar. En España, socialistas y comunistas ni mencionan algo similar. Lo suyo es una orgía expansionista a costa de un erario esquilmado con la respiración asistida de la deuda, el BCE y el expolio fiscal. Pero también los liberal conservadores domésticos deben atender con interés a una lección lusa que ya deberían saberse como es la factura de la fragmentación, que ha laminado las opciones del Partido Socialdemócrata (PSD, de centro-derecha), con subidas a su derecha de Chega e Iniciativa Liberal y el hundimiento de su aliado tradicional, los conservadores de CDS-PP. El torpe cainismo y la soberbia restan votos, aunque engorden egos que son preámbulos en las derrotas. Más pragmatismo y realismo y menos personalismos reforzarían las opciones de la alternancia a Sánchez y a los enemigos de la España constitucional, que es un objetivo inexcusable.