Editorial

China es un rival «hostil» para Europa

Medio siglo después, Europa, salvo España, parece que ha decidido despertar y poner límites a quien nunca ha respetado la buena fe en las transacciones comerciales.

VÍDEO: China/UE.- La UE defiende soluciones "pragmáticas" con China para retirar sus barreras y distorsiones comerciales
VÍDEO: China/UE.- La UE defiende soluciones "pragmáticas" con China para retirar sus barreras y distorsiones comercialesEuropa Press

Ni la coincidencia de la conmemoración de las bodas de oro de las relaciones entre China y la Unión Europea con la cumbre bianual de Pekín ha podido cambiar la realidad del creciente desencuentro entre dos de las grandes potencias del mundo, tanto en lo político como en lo económico. Los socios comunitarios, con la excepción de España, mantienen las prevenciones de todo tipo frente al régimen que dirige con mano de hierro Xi Jinping, considerado por parte de Bruselas no sólo como un competidor, sino como un rival sistémico, hostil, con el que toda desconfianza se justifica en los hechos de una relación comercial totalmente desequilibrada por unas prácticas que entran de lleno en la deslealtad.

Podríamos situar el cambio de paradigma en el estallido de la pandemia de la Covid, en 2020, cuando los europeos se dieron de bruces con la realidad de que la industria sanitaria del viejo continente se había vuelto incapaz de atender a las necesidades propias, batida por las deslocalizaciones en el país asiático, las producciones a bajo precio de un sistema político-industrial sin derechos laborales, la ausencia de reciprocidad y el desprecio a la propiedad intelectual. La invasión de Ucrania por parte de Rusia en 2022 y la constatación objetiva de que Pekín sostenía al gobierno de Vladimir Putin no hizo más que incrementar la desconfianza y, todo hay que decirlo, la preocupación de la Comisión Europea por un déficit comercial que alcanzaba los 400.000 millones de euros y seguía creciendo.

Ni siquiera la irrupción «arancelaria» de Donald Trump ha servido para cambiar la situación, como se pudo constatar ayer con la tensión y el cruce de pullas en las intervenciones de ambas partes, conscientes en Bruselas de que el inquilino en la Casa Blanca volverá a cambiar dentro de tres años y medio, mientras que el mandato de Jinping y del Partido Comunista chino puede mantenerse las próximas dos décadas. Se argüirá que la lógica aconseja a los europeos la búsqueda de nuevos mercados y que la intensificación de las relaciones con el gigante asiático parece el camino a seguir frente a las imposiciones de Washington.

De hecho, como señalábamos al principio, esa es la tesis asumida por el actual gobierno de Pedro Sánchez, muy satisfecho por haber conseguido incrementar las exportaciones españolas a China un 17 por ciento en los cinco primeros meses del año, pero que apenas ha reducido en unos cientos de millones el brutal déficit de nuestra balanza comercial con los chinos, que es uno de los factores que explican el incremento del déficit exportador de la economía española en un 42 por ciento, también entre enero y mayo de este año. En definitiva, que medio siglo después, Europa, salvo España, parece que ha decidido despertar y poner límites a quien nunca ha respetado la buena fe en las transacciones comerciales.