Editorial

Elecciones más allá de Castilla y León

A estas alturas el sentido de las encuestas carece de valor porque la definitiva se encuentra a unas horas de certificarse. La democracia decidirá

Nada descubrimos si reafirmamos que los castellanoleoneses tienen en sus manos y en sus papeletas algo más, puede que mucho, que la mera suerte de la composición del Parlamento regional, la mayoría que sustentará el gobierno y, claro, el propio gabinete y en consecuencia la política a desarrollar en los próximos meses en el territorio. Tampoco lo hacemos si incidimos en la dimensión nacional de los comicios cuando se ha constatado durante la campaña que los grandes partidos nacionales tienen señalada la fecha de mañana como una de las claves del acontecer político de inevitable influencia como ya ocurriera en las elecciones del 4-M en la Comunidad de Madrid. La participación intensa de los líderes en el cierre anoche de la campaña ha refrendado el significado y el alcance de este resultado para los respectivos intereses. España abre este domingo en Castilla y León una incesante y trascendente carrera electoral con escalas en seguros o probables duelos en Andalucía, la Comunidad Valenciana, más autonómicas y municipales hasta desembocar en las generales. El empirismo político conoce por la práctica constatada en la costumbre que las sinergias en un ciclo de triunfos parciales en distintos comicios cristalizan un proyecto ganador sea cual sea el signo del que se trate. Un éxito llama a otro, en una espiral que cultiva voluntades, al igual que las derrotas hacen lo propio pero en sentido contrario. Consolidar o quebrar dinámicas se convierte en el objetivo en sí mismo determinante por estratégico para el porvenir. Lógicamente, está por dilucidarse qué tipo de ventana de oportunidad y en qué sentido se abrirá a partir del lunes tras cubrirse la etapa de Castilla y León, pero la correcta interpretación y lectura en el balance definitivo provocará consecuencias bien en el Gobierno, bien en la oposición, o puede que incluso en ambos. Para los castellanoleoneses se trata de cumplir con el deber y el privilegio de articular la voluntad popular y definir su soberanía. La participación no es obligatoria en nuestro país, pero siempre es un ejercicio de compromiso y responsabilidad para con la nación, la comunidad autónoma o el municipio. En ese acto nos involucramos con el sistema y, sobre todo, ejercemos nuestra libertad en el más amplio sentido de la palabra. Votar es la cúspide en una democracia, y conviene no relativizar ese acto. En Castilla y León se ha respaldado durante décadas proyectos moderados y liberales que han desplazado a la izquierda a la oposición. La estabilidad de la administración en estas legislaturas ha sido una cualidad y una virtud que ha aportado confianza y certidumbre, siempre valoradas de forma positiva por el elector. A estas alturas el sentido de las encuestas carece de valor porque la definitiva se encuentra a unas horas de certificarse. La democracia decidirá.