Editorial
Europa pone el foco en la gestión de Sánchez
Que Moncloa, con prepotencia, arrogancia e incluso algún tic burlesco, desoiga al BCE y desprecie sus recomendaciones es insólito e irresponsable
El argumentario de Moncloa, que el presidente, los ministros y los cargos socialistas repiten hasta la saciedad, integra como un mensaje principal el liderazgo del presidente en la UE, lo que aderezan con que sus iniciativas señeras contra la crisis son imitadas por los socios. La España de Sánchez, insisten, marca el paso allende los Pirineos y el peso político de esta administración es decisivo en el proyecto comunitario. El Banco Central Europeo no es una institución más en la arquitectura del club de los Veintisiete, tampoco en la estructura financiera mundial. Algo saben sobre la materia a la que se dedican y sus estudios no se despachan como si tal cosa. Su demoledor reproche al nuevo impuesto contra la banca de la coalición de izquierdas que nos manda dispone un pliego de cargos abrumador para cualquier ejecutivo serio. Este instrumento fiscal para alimentar el erario ya había sido cuestionado por el Banco de España y la Airef, entre otros, pero la soberbia y el sectarismo de la institucionalidad monclovita han resultado siderales. El dictamen del BCE, firmado por la propia presidenta Christine Lagarde, rebate abiertamente el gravamen sobre la banca porque estima que será contraproducente y lo terminará pagando el cliente e insta al Gobierno a parar la tramitación hasta sopesar mejor los efectos perjudiciales, que son variados. Salvo la Hacienda pública, en manos de Pedro Sánchez, nadie de los afectados o relacionados con el impuesto sale indemne y, menos aún, beneficiado. Con él, se amenaza la estabilidad, la solvencia y la competencia de las entidades crediticias y del propio sistema, se daña la capacidad de financiación, y con ello se traba la actividad en un momento crítico, se hipotecan proyectos de presente y de futuro de las empresas y se carga sobre los clientes los inevitables costes de revertir el gravamen por más que el Gobierno lo niegue. Que Moncloa, con prepotencia, arrogancia e incluso algún tic burlesco, desoiga al BCE y desprecie sus recomendaciones es insólito e irresponsable y prueba de nuevo en qué manos está la dirección de la nación. La ministra Montero se atrevió incluso a sentenciar que el BCE, «en ningún caso, pone en cuestión» el impuesto, lo que es literalmente falso. La reprobación del supervisor bancario europeo es parte de un contexto cada día más complejo para el Gobierno en el continente. Lo del BCE es la última de una relación de reconvenciones que han emplazado el foco de la desconfianza comunitaria sobre Moncloa. El de la deficiente gestión de los fondos comunitarios, su alevosa opacidad y su pobrísima ejecución, está entre las más serias. Pero también Europa señala a Sánchez por el incumplimiento de las sentencias sobre el castellano en Cataluña, la politización de la Justicia y la Fiscalía, los homenajes a los etarras, los crímenes terroristas sin resolver, la reciente tragedia de Melilla, la manipulación partidista de RTVE, la explotación sexual de menores tuteladas... Lejos de ser un guía en la UE, el presidente es un socio cuestionado.
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