Editorial

La apuesta nacionalista de Pedro Sánchez hunde al PSOE

Galicia ha derrotado otra vez a la izquierda nacionalista radical

PONTEVEDRA, 18/02/2024.- El presidente de la Xunta y candidato del PP a la reelección, Alfonso Rueda, hace declaraciones a los medios tras ejercer su derecho a voto en el Centro Galego de Tecnificación Deportiva en Pontevedra, este domingo. EFE/ Salvador Sas
Rueda ejerce su derecho al voto en PontevedraSalvador SasAgencia EFE

Galicia ha dado al Partido Popular su quinta mayoría absoluta consecutiva. Es, por supuesto, un refrendo a la gestión del gobierno que preside Alfonso Rueda, pero, también la constatación de que la sociedad gallega, que nunca ha tenido problemas a la hora de reconocerse en su propia identidad, rechaza el nacionalismo excluyente y las políticas de confrontación con el Estado que promueven las formaciones soberanistas en otras partes de España. Reconocerse gallego es para la gran mayoría de sus ciudadanos una forma de ser español y las urnas han demostrado que erraban quienes apelaban al egoísmo localista con el señuelo de obtener mejores condiciones de financiación, a costa de renunciar a los lazos que les unen con la Nación. Galicia se queda, pues, del lado de los constitucionalistas y refuerza el modelo de convivencia del Estado autonómico, que ha sido la base del desarrollo económico y social de la democracia española desde la Transición.

La victoria, sin restar un ápice al mérito de Alfonso Rueda, es también la del presidente de los populares, Alberto Núñez Feijóo, no sólo por lo que significa de consolidación de su obra política al frente de la Xunta, sino porque para la izquierda y los nacionalistas se había convertido en el enemigo a batir, sujeto de una de las campañas de propaganda negra más duras de las que hay memoria.

Que desde La Moncloa no se aspirara a ganar al PP, sino a impedir que gobernara la derecha sin importar la naturaleza del gobierno resultante, es decir, despreciando los intereses legítimos de la población, debería llevar a la reflexión de ese sector político y mediático que no tiene más horizonte que evitar un gobierno del Partido Popular. Ni siquiera con el espantajo de Vox, formación, por otra parte, que cumple escrupulosamente la legalidad democrática, se puede justificar alianzas con unos partidos separatistas que buscan debilitar al Estado, expulsar a sus instituciones de las comunidades autónomas para avanzar, paso a paso, hacia la autodeterminación, siquiera, de hecho.

Así, en el resultado electoral de ayer han confluido varios factores, pero convendría a los socialistas no perder de vista que la apuesta de su secretario general, Pedro Sánchez, por el nacionalismo, ha hundido a sus compañeros gallegos, sin duda, porque ha hecho prevalecer su necesidad inmediata sobre el futuro del partido. No se puede abordar una campaña electoral abonando la supuesta moderación y sentido de la responsabilidad social de la candidata del BNG, Ana Pontón, y pretender que no se produzca una desbandada entre tus propios electores, que ni son nacionalistas ni están por la labor de votar un modelo económico neomarxista.

El BNG, que ha barrido a sus competidores de la izquierda radical, ha recibido también apoyos procedentes del PSOE, pero el grueso del voto socialista parece haberse ido a la abstención, y una parte al PP. Porque, asimismo, ha operado en estas elecciones un factor nacional, como es la intención de promulgar una ley de amnistía que la mayoría de los españoles, también de los gallegos, rechazan.

Finalmente, en el ámbito del centro derecha, hay que destacar que Alfonso Rueda ha conseguido mantener el apoyo cerrado de su base electoral. Una agrupación del voto sin la que el Partido Popular, obligado a ganar por mayoría absoluta, difícilmente conseguirá gobernar en España. La formación de Santiago Abascal, que pecó de oportunismo al sumarse al relato gubernamental contra Feijóo, apenas ha repetido resultados, en la línea del 2 por ciento. Que hayan sido mejores que los de Sumar no debería servir de consuelo. Porque lo del partido de Yolanda Díaz, caído en la irrelevancia, ha sido una catástrofe, anunciada