Editorial

La incoherencia como enseña de la izquierda

Hablamos de una cuestión capital que no sólo trascenderá a la actual legislatura, sino que alinea a España en una posición de inequívoca confrontación con una potencia nuclear como Rusia.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, durante una sesión de control, Congreso de los Diputados.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, durante una sesión de control, Congreso de los Diputados.Parra/Ep

Si se cumple el libreto previsto –algo que con este Gobierno nunca puede darse por sentado–, hoy, una parte del Ejecutivo, la que representa Sumar, votará en el Congreso contra el incremento del gasto militar y la permanencia de España en la OTAN y la otra parte, la que representa el PSOE, discutirá en Bruselas las fórmulas financieras para afrontar ese incremento de las inversiones en Defensa, así como la articulación de las capacidades industriales nacionales en un proyecto de rearme común.

Es decir, que la coalición de partidos de extrema izquierda que lidera la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, torpedea al presidente del Ejecutivo, Pedro Sánchez, en un asunto vital para el futuro de España y absolutamente nadie en el poder considera la necesidad de tomar una decisión al respecto, ya sea la presentación de la carta de dimisión, ya sea la orden de destitución de unos ministros que anteponen sus intereses, aunque sólo sea a efectos de su propaganda, a la estrategia política del Gobierno. Ciertamente, no es la primera vez que sucede algo así, como la opinión pública ha podido comprobar con la ley del Sí es Sí o, ahora, con la imposición del IRPF al salario mínimo, pero en esta ocasión hablamos de una cuestión capital que no sólo trascenderá a la actual legislatura, sino que alinea a España en una posición de inequívoca confrontación con una potencia nuclear como Rusia, lo que no es un asunto, precisamente, menor.

Desde una mera estética política, la única opción válida sería la ruptura de la coalición de gobierno, abriendo la vía al necesario pacto de Estado con el centro derecha o, en su caso, a un adelanto electoral, porque, dada la opinión mayoritaria entre nuestros socios, el esfuerzo presupuestario que deberá acometer el Gobierno español saldrá de las propias arcas nacionales y de unos préstamos en buenas condiciones financieras, pero que habrá que devolver.

Es decir, que España deberá recurrir a un mayor endeudamiento o, una vez que la presión fiscal roza niveles confiscatorios y no da más de sí, al reequilibrio del gasto social, opciones que convendría consultar al cuerpo electoral o ser objeto de una amplia negociación presupuestaria, para la que el PSOE solo podría contar eventualmente con el Partido Popular.

Pero parece que la incoherencia se ha convertido en la bandera más reconocible de la izquierda, cuyos representantes son capaces de aceptar imposiciones que van directamente contra el núcleo de su marco ideológico, con tal de permanecer unos meses más al cargo de unos ministerios de escasa trascendencia política, pero con partidas presupuestarias que actúan de fidelización clientelar. Otra cuestión es si los electores están afectados de la misma incoherencia que sus líderes, algo que los últimos resultados de las urnas y el tenor de las encuestas, muy malas para Sumar y Podemos, no acaba de confirmar.