
Opinión
Agonía de una muerte anunciada (de la EdTech)
Hay pruebas científicas de que los dispositivos digitales en el aula en el mejor de los casos no aportan ningún beneficio al aprendizaje

Imagínese el siguiente titular: “Un inspector sanitario despilfarra 2 mil millones de euros, al recomendar la destrucción de miles de vacunas ya compradas pero caducadas y en mal estado”.
¿Quién despilfarró más de 2 mil millones? ¿Quiénes las financiaron sin control sanitario? ¿O quiénes se opusieron al gasto o encontraron el fallo? ¿Culparíamos al inspector que recomienda deshacerse de estos productos? ¿O al que advirtió del fallo antes de la compra? Hace poco, apareció este titular “La ola antipantalla tirará por la borda 2.145 millones invertidos en los colegios”.
Los titulares sensacionalistas son ciberanzuelos para padres perdidos. Pero la buena noticia es que hay cada vez menos padres perdidos. Llevan años conviviendo con la problemática en sus casas y su intuición es cada vez menos perpleja o confusa: han visto los dañinos efectos de las pantallas en sus hijos y en una generación entera. Los padres confían cada vez menos en una industria empaquetada que está demostrando estar desconectada de la realidad, y cada vez más en lo que ven día a día en sus propios hijos, con sus propios ojos. Se dan cuenta de que el canto de sirenas de la tecnología contradice la racionalidad en el ámbito de la educación y lamentan que los colegios parezcan estar más interesados en el efecto placebo que en las evidencias científicas.
¿Qué dicen los estudios sobre el uso de las redes sociales, del Smartphone, o de las tabletas en las aulas? Al fin y al cabo, como decía Daniel Moynhan, “todos tenemos derecho a nuestras propias opiniones, no a nuestros propios hechos”.
Hoy por hoy, existe ya un conjunto sólido de evidencias que establece la relación causal de las redes sociales con el empeoramiento de la salud mental de nuestros hijos y jóvenes. Así lo ha afirmado la principal autoridad sanitaria de EE.UU. (Surgeon General) en su informe sobre redes y salud mental. También hay pruebas científicas robustas de que los dispositivos digitales en el aula, utilizados con fines personales o educativos, en el mejor de los casos no aportan ningún beneficio al aprendizaje, y en el peor de los casos tienen un efecto negativo sobre el aprendizaje.
Siempre habrá estudios puntuales, de menor calidad metodológica, que dirán lo contrario a base de presentar resultados "no significativos", que –por definición– no significan nada. Y siempre habrá gente que aduzca estos débiles argumentos para alargar la agonía de la muerte anunciada de la industria EdTech. A título de ejemplo, se publicó un estudio en una revista menor de recién creación (2020) del grupo Lancet (que no es la conocida revista Lancet, de larga tradición médica, fundada en 1823). Allí apareció el pasado mes de febrero un estudio, realmente débil e inconcluyente, que afirmaba no encontrar evidencia "significativa" de que la restricción de Smartphones en los colegios se asociase con bienestar mental en adolescentes. Pero, a pesar de su débil evidencia y los posibles sesgos reconocidos por sus propios autores, acaparó titulares y fue citado por expertos complacientes con el uso de las pantallas.
Es importante conocer las fuertes limitaciones metodológicas de ese estudio:
- Los resultados se basan solo en información subjetiva autodeclarada por los alumnos; no hay medición objetiva. Los autores afirman que los datos de uso proporcionados objetivamente por los dispositivos no les parecían plausibles. Por lo tanto, fueron los propios alumnos quienes dieron subjetivamente (¿con qué sinceridad?) la información sobre su tiempo de uso y sobre los efectos de las pantallas en su salud mental.
- Los autores reconocen un sesgo en la selección de los colegios. Seleccionaron 325 centros escolares para realizar el estudio, pero al final solo lograron que participasen 30 centros, que tenían características distintas en los dos grupos comparados; otros factores pueden haber distorsionado los resultados.
- El estudio es solo observacional. Los autores reconocen que, dentro de los estudios observacionales, el diseño y la metodología que usaron (transversal) es el que menos permite concluir sobre causalidad. Es el ABC de la investigación: ese tipo de metodología no permite establecer lo que viene antes, si el huevo o la gallina.
- Con un diseño tan débil no extraña que no encuentren asociaciones. No es lo mismo “no encontrar evidencia de causalidad” que afirmar que “hay evidencia de que no existe causalidad”. No es lo mismo ausencia de evidencia que evidencia de ausencia. Para demostrar que es igual prohibir los dispositivos que permitirlos, tendrían que haber realizado lo que se conoce como ‘estudio de equivalencia’.
Desde hace años, los expertos complacientes con las pantallas insisten en que no es lo mismo correlación que causalidad. Para poder establecer la evidencia de la causalidad, o de la no causalidad, es preciso recurrir a otro tipo de metodología (estudios experimentales, con intervención y no solo observación y con asignación aleatoria). Como hemos apuntado antes –y como bien apunta en su informe el Surgeon General de EE.UU–, esos ensayos de intervención ya existen y establecen una causalidad entre el consumo de tecnología y el empeoramiento de la salud mental de nuestros jóvenes. No olvidemos que las tabletas en las aulas son puentes hacía usos recreativos, entre el que está el uso de las redes sociales.
En definitiva, es impreciso hablar de una “ola antipantalla”.Sería más preciso hablar de una creciente preocupación por la salud mental de los jóvenes que usan las redes, con evidencias para salir ya en defensa de la salud pública. Y tampoco es preciso hablar de una “inversión” económica en tecnología en el aula. Cuando alguien invierte, es para obtener un retorno. Si no hay retorno positivo, no fue inversión sino despilfarro.
La cuestión que aquí preocupa y debería interesar a los padres es la siguiente: Si hay ya muchos estudios experimentales que establecen la causalidad entre consumo de tecnología y empeoramiento de la salud mental, ¿por qué algunos expertos los ignoran y prefieren citar a otro estudio de ínfimo rango metodológico que obedece a la tesis pro-tecnológicas?
Habrá que preguntárselo a ellos.
Catherine L’Ecuyer, directora de la Fundación CLE
Miguel A. Martínez-González, catedrático de Salud Pública
✕
Accede a tu cuenta para comentar