Política

Elecciones andaluzas

Casado evitará la tutela de Aznar para no perder el centro

Génova prevé reforzar la imagen de autonomía del nuevo PP al margen del «aznarismo»

El líder del PP, Pablo Casado, acompañó ayer a Juanma Moreno en un acto de campaña en Algeciras / Efe
El líder del PP, Pablo Casado, acompañó ayer a Juanma Moreno en un acto de campaña en Algeciras / Efelarazon

Génova prevé reforzar la imagen de autonomía del nuevo PP al margen del «aznarismo».

La nueva dirección del PP se enfrenta a unas complicadas elecciones andaluzas cuando todavía tiene en proceso de construcción su estrategia y su discurso político. Pablo Casado ha impuesto dos líneas claras, la ruptura con la etapa anterior en la gestión de los casos de corrupción, y un perfil mucho más político y menos ambiguo en la defensa de determinados principios y valores más conectados con las esencias de la doctrina del PP. Mariano Rajoy hizo una gestión más tecnócrata, y Casado arrancó su mandato con una contundencia en el mensaje político que recuerda a la de la etapa de José María Aznar. Pero la nueva dirección popular ha detectado ya que aunque estén decididos a mantener una buena relación con Aznar, que no existía en la etapa de Rajoy, tienen que valorar cómo marcar una distancia prudente para quitarse de encima la etiqueta de que «Pablo es la vuelta al aznarismo».

El líder del PP tiene una historia política muy ligada a la figura de Aznar, de la que nunca ha renegado, y esto tampoco le ha impedido ocupar puestos destacados en el PP de Rajoy justo cuando éste necesitaba dar un impulso a su proyecto por la presión del estallido del «caso Bárcenas». La relación personal es buena y de confianza, pero desde el punto de vista político en el PP han tomado nota de que esa etiqueta del «aznarismo» es la que más contribuye a que la izquierda alimente la campaña de la «derechización» del partido. «Ni el discurso ni el programa de Casado incluyen propuestas radicales de derechas, pero hay etiquetas que sirven para que se genere una falsa imagen de la realidad», sentencian fuentes de la dirección.

Los mensajes de Aznar sobre Casado, cada vez que ha tenido oportunidad en los últimos meses, han empezado a levantar suspicacias dentro de su organización política. Entienden que la buena relación con el ex presidente no debe dar pie a que se interprete que la nueva dirección está tutelada por todo lo que el ex presidente representa. Tienen probado que esto les aleja del centro, y que de momento, según las encuestas, tampoco está anulando el fenómeno de Vox. La visión más pragmática aconseja replantear la imagen que se traslada a la opinión pública. Y, por supuesto, medir bien los actos conjuntos con el ex presidente del Gobierno, porque aunque haya algunas organizaciones regionales con militancia más conservadora y que se identifican todavía con Aznar, en líneas generales no es una figura que se entienda que ayuda a consolidar la imagen de que se rompe con un pasado marcado por los escándalos de corrupción que se han llevado tanto voto popular al granero de Ciudadanos.

Así, por ejemplo, de repente en la dirección popular se ha impuesto la cautela a la hora de vender incorporaciones de Aznar a las próximas campañas electorales. Lo que antes se daba por hecho que iba a suceder, y que implicaría corregir la ruptura traumática que cuajó en la etapa de Rajoy, ahora, sin embargo, se pone en cuarentena. En ningún caso Aznar tendrá una presencia intensa en la vida de partido, ni mucho menos en la campaña autonómica y municipal o de las próximas generales. Génova ha llegado a la conclusión de que Casado tiene que ejercer un liderazgo absolutamente autónomo, sin tutelas del pasado. En buenos términos aparentes con Rajoy y con Aznar, pero sin caminar a la sombra de ninguno de ellos. Sobre todo porque los dos están asociados por el votante más de centro con el desgaste de la etapa marcada por Bárcenas, Gürtel o la financiación irregular del partido. Casado y su equipo entienden que una de sus principales bazas está en marcar un antes y un después con la imagen de resistencia de sus antecesores a la regeneración democrática, y esto exige, y así lo sostienen en su partido, colocar las prioridades política por encima de relaciones personales.

Esto no quiere decir que el nuevo PP vaya en ningún caso a escenificar un enfrentamiento ni con Aznar ni con Rajoy, pero sí se sienten en la obligación de señalar su propio territorio. Génova debe estar al tanto ya de las suspicacias que está generando en algunas organizaciones regionales, y entre algunos destacados «barones», el hecho de que las siglas del PP se vinculen con un brusco giro a la derecha o con el «aznarismo». En el equilibrio está la clave, ya que el nuevo PP necesita consolidar voto de la derecha y recuperar voto de centro. Pero sin descuidar ese flanco de la derecha en el que en determinadas cuestiones ha conseguido colarse también el partido de Rivera. De hecho, Génova recuerda cómo en la última etapa de Rajoy el líder de Ciudadanos «coqueteó» con el ex presidente Aznar, y éste, a su vez, también se dejó querer por Rivera, aunque ahora ya diga que el único referente para aglutinar al centro derecha es Pablo Casado.