Pablo Casado
Pablo Casado o cómo construir un líder en nueve meses
¿Cuánto dura el proceso de construcción de un presidente del Gobierno? Pablo Casado fue elegido líder nacional del PP el pasado 21 de julio, y en nueve meses afronta el primer examen en unas elecciones generales. Es un examen difícil y en Génova reconocen que les hubiera venido mejor «más tiempo», pese a que Casado tenga «proyección mediática», que le viene en buena parte de la acumulada ya en la etapa de liderazgo de Rajoy, y pese a que se haya empleado en estos nueve meses que lleva al frente del partido «en hacerse una campaña de imagen interna y externa».
El plan del PP era que las elecciones autonómicas y municipales fueran la primera meta volante del nuevo líder, en la que aspiraban, además, a ganar en votos a nivel nacional y a recuperar poder con respecto a 2015 por acuerdos con Ciudadanos y con Vox.
A tres o a dos, dependiendo del caso, y en algunas circunstancias con posible intercambio de «cromos», como podría haber ocurrido en el Ayuntamiento y en la Comunidad de Madrid. El objetivo era que esas elecciones sirvieran de lanzamiento para la candidatura de Casado hacia La Moncloa. Sánchez ha invertido esta secuencia y Casado se enfrenta ahora al riesgo de que si sus primeras elecciones generales no le salen bien, arrastre ese desgaste hasta las autonómicas y municipales que se celebrarán un mes después.
El liderazgo de Casado al frente del PP no corre peligro, en ningún caso. Si el resultado no le acompaña en las generales, se abrirá una etapa interna de ruido y tensión, pero sin capacidad de alcanzar el control de Casado sobre las riendas del partido. Precisamente el poco tiempo que lleva al mando, desde el último Congreso de julio, es un «seguro de vida», afirman en su entorno, y también el hecho de que no hay «familias» ni corrientes alternativas.
El recorrido de la campaña oficial sumará prácticamente la tercera vuelta a España que da el líder del PP, Pablo Casado, desde que se abrió la larga precampaña. Las dos semanas de petición oficial del voto las centrará en una docena de provincias en las que el PP cree, según sus datos, que tiene un escaño en el aire, o bien porque puede caer a su favor o, por el contrario, perderlo. De las «plazas» que el PP marcó en el mapa con color rojo por repartirse en ellas dos, tres, cuatro o cinco escaños, y por lo tanto tener en riesgo la representación del centro-derecha por la fragmentación del voto, Casado visitará en esta recta final La Rioja, Cáceres, Cantabria, Ciudad Real, Navarra y Valladolid, entre otras.
El PP ha diseñado una campaña del candidato a pie de calle, con muchos actos y sin grandes mítines. Los demás miembros del Comité de Dirección y dirigentes nacionales se repartirán en paralelo por sus circunscripciones, pero Casado hará una campaña con todo el protagonismo focalizado en su liderazgo. La política de esquivar los grandes actos lleva ya tiempo marcando las campañas de los populares. Puede pesar el temor a no cubrir el aforo como en tiempos pasados, en los que el PP dominaba con mayorías absolutas el mapa territorial y en los que no había competencia en el bloque del centro derecha. Pero lo que más pesa es la eficacia en el manejo de los recursos. Al final la campaña está pensada para conectar sectorialmente con potenciales votantes y para dejar un mensaje mediático que llega igual en un pequeño encuentro con militantes que en una plaza de toros, según justifican en el equipo de estrategia del PP.
En campaña reaparecerá el ex presidente del Gobierno Mariano Rajoy, pero en principio sólo está previsto que actúe en Galicia, en su feudo y con su «barón» de confianza, Alberto Núñez Feijóo. Está cerrado el día 12 en Pontevedra, pero no descartan otro acto.
Aznar también volverá a estar en campaña como escolta del liderazgo de Casado. En Valencia ya cuentan con él de nuevo, dentro de la estrategia de la dirección regional de buscar a la desesperada el cuerpo a cuerpo con Vox ante unas encuestas que dan buenas expectativas al partido de Santiago Abascal. Lo mismo sucede en Andalucía, solo que allí el perfil de Aznar no suma voto, o en Madrid, por ejemplo. En este último caso el PP se juega el todo por el todo, y es casi tan importante como el resultado de las elecciones generales. De hecho, el PP puede digerir sin convulsiones traumáticas que Casado no consiga a la primera intentona llegar a La Moncloa, siempre que el resultado sea «digno». Pero para el PP sería un auténtico shock perder el Gobierno de referencia de la Comunidad de Madrid, donde acumula décadas en el poder, por su valor simbólico en el mapa del poder territorial. Es un emblema para el PP como la Junta de Andalucía lo era para el PSOE.
En Cataluña, el PP trabaja en una campaña «abierta», en la que intentarán evitar la imagen de que tienen que hacerla de manera clandestina y esquivando la calle. No habrá excesos en los recintos, y en sí el objetivo es escenificar que marcan un tiempo nuevo con respecto a la etapa de Xavier García Albiol.
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