Teatro

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Ellos tienen el poder

Emilio Gutiérrez Caba protagoniza junto a Eduard Farelo el thriller político «Poder absoluto», de Roger Peña Carulla

Gutiérrez Caba (izda.) y Farelo, frente a frente en «Poder absoluto»
Gutiérrez Caba (izda.) y Farelo, frente a frente en «Poder absoluto»larazon

Antes, mucho antes de que Hobbes lo postulara, es probable que muchos ya supieran que el hombre es un lobo para el hombre. Y eso que el pensador inglés no vivió el atroz siglo XX. Los lobos habrían sido entonces corderos a nuestro lado y quizá el sÍmil hubiera cambiado. En la política, ese mundo en el que menudean las loberas y las dentelladas, ha encontrado Roger Peña Carulla la inspiración para «Poder absoluto», un texto que, aunque pueda parecer oportunista, estaba en un cajón, escrito y a la espera de ser estrenado, desde hacía siete años. Su idea fue hacerlo entonces, pero el actor y amigo que iba a representarlo falleció y Peña Carulla no se vio con ganas ni protagonista para levantar el telón. Así lo asegura el autor y director de este thriller, que acude a Hobbes precisamente para trazar la esencia humana en su visión de lo que la obra nos cuenta.

Estrenado en noviembre de 2012 en Barcelona, llega ahora al Teatro Fernán Gómez de Madrid este cara a cara entre dos políticos austriacos, compañeros de partido con poco y mucho en común, según se mire; un veterano de vuelta de todo con aspiraciones importantes y un joven al que el anterior pedirá que lave algunos trapos sucios. El primero tiene el rostro de Emilio Gutiérrez Caba; su joven «partenaire», el de Eduard Farelo. Ante la actualidad convulsa que vivimos, en la que corrupcióny desencanto van de la mano cada día, cabe pensar qué es más atroz, si eso o una historia como la que ha imaginado Peña Carulla. Emilio Gutiérrez Caba lo aclara a LA RAZÓN: «La realidad supera a toda ficción; lo que se plantea en el escenario finalmente es un juego escénico, una teoría de la hipótesis, de la inteligencia del autor y la habilidad de los intérpretes. Y, afortunadamente, no tiene nada que ver con la realidad. La realidad es dura, descarnada, está ahí y no tiene remedio».

La obra se divide en varias partes, dos de ellas bien diferenciadas. Estamos en Austria, en 1996. En la primera, un joven político ha acudido a la casa de un compañero, un importante miembro del partido con amplia experiencia, y espera a que éste salga al salón; le ha llamado para plantearle un encargo, debe ayudarle con un asunto que puede entorpecer su camino a la presidencia. El joven, que ha sido recomendado por una persona rica y poderosa que está por encima de la estructura del partido, será observado con lupa. «A partir de ese momento hay una especie de reflexión en voz alta sobre los motivos de la política, las circunstancias de la financiación a las formaciones políticas... En ese diálogo lleva la voz cantante el veterano», explica el actor. En esa conversación, según conocemos el trabajo que tiene para el joven cachorro, «se ve la situación que vivía Austria antes del Anschlüng, de la aceptación por parte del 99% de la población austriaca de la anexión alemana, y de la connivencia con lo que los nazis hicieron en Austria y en el resto de Europa». Gutiérrez Caba reconoce que, aunque ambientada en Austria en los 90, hay una evidente e inmediata lectura en clave actual de la España de hoy: «La obra se ajusta, en cuanto a sus formas, a los mecanismos de la política. Una de las frases que mi personaje dice es que naturalmente es mejor dar la concesión de las obras de un hospital a una empresa si ésta apoya generosamente al partido, porque así puede construir no uno sino muchos hospitales. Eso es algo que se sabe y que desgraciadamente se ha puesto en práctica muchas veces, y no sólo en Austria. Y en España, pero también en Alemania, Latinoamérica...».

Aunque la obra está inspirada en un personaje histórico, Kurt Waldheim, cuenta el actor que no ha podido beber demasiado de éste: «Roger Peña ha marcado muy bien el personaje del político, que menosprecia al joven hasta que se da cuenta de que éste tiene también muchas cosas que ocultar y que decir. Esto me ha llevado a hacer de él un personaje cínico, que en algún momento es muy despiadado en sus conceptos sobre la ayuda a los países pobres o la necesidad de la guerra en el Tercer Mundo. El autor dice que lo que ocurre en esta obra es lo que no vemos cuando, después de las fotos de rigor, se cierran las puertas de la sala donde ha habido una rueda de prensa y los políticos hablan entre ellos. Se dicen las cosas con la crudeza con que se las podría soltar un carnicero o un pescadero a otro».

En cualquier caso, Gutiérrez Caba prefiere no ponerle etiquetas a sus personajes. «No me gusta hablar de los malvados. Tal vez el poder puede serlo, porque es un poco abstracto». Si bien Waldheim fue un oficial de las SS cuyo pasado le acompañó toda la vida, al personaje de la obra se le ha dado un giro dramatúrgico. «Tiene una cierta excusa, que no puedo desvelar, por la época y el motivo por el que participó en ciertas cosas. Se puede entender que la idea de la supervivencia le haya llevado a ello, lo cual es menos justificable en el caso del político joven». Y asegura: «Me gusta entender las razones que tienen mis personajes; otra cosa es que comulgue con ellas. Las de éste no me parecen aceptables». Pero matiza: «Me doy cuenta de que, puesto en la tesitura que se plantea, no sé cómo actuaría yo. Si alguien te amenaza con que si se descubre tu identidad racial te mandan a un campo de concentración o te matan, a lo mejor yo reaccionaba igual que él. Lo que creo que no haría es disfrazar lo que sucede después o lanzarme a esa carrera hacia delante a la que parece ser que todo el mundo se apunta».

De las SS a la ONU

El personaje central de «Poder absoluto», al que da vida Emilio Gutiérrez Caba, está inspirado en Kurt Waldheim (en la imagen), el que fuera secretario general de las Naciones Unidas entre 1972 y 1981 y presidente federal de Austria entre 1986 y 1992. El mismo año de su elección a la presidencia de su país, salió a la luz su pasado como oficial de las SS durante la Segunda Guerra Mundial. Algunas naciones lo declararon persona non grata y el escándalo lo acompañó durante su mandato, si bien su implicación directa en los campos de concentración de Salónica (Grecia) y Yugoslavia es aún objeto de debate.