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Gobierno de España

Iván Redondo, el delegado de clase que convertía los recreos en tertulias políticas

Viajamos a San Sebastián para hablar con los ex compañeros de clase del que se ha convertido en el quinto vicepresidente de facto. «Fue nuestro delegado, era un auténtico relaciones públicas», confiesan

Fotografía de archivo de Iván Redondo BALLESTEROSEFE

Él es el arquitecto del «fenómeno» Pedro Sánchez, el Miguel Ángel que ha cincelado en la sombra y con paciencia a su «David» para convertirle en lo que pocos aventuraron: presidente del Gobierno. Iván Redondo (San Sebastián, 1981) nunca fue un jefe de Gabinete al uso, es un estratega que se mueve con avidez entre bambalinas. Controla los tiempos como pocos, sabe el momento de entrar en acción y cuándo conviene apretar el botón de «stand by». El líder socialista le fichó con buen ojo en 2017 para preparar las primarias y desde entonces forman un «ticket» inseparable. Redondo fue el artífice de la moción de censura contra Mariano Rajoy y también el ideólogo del adelanto electoral del 28-A y del 10-N, esta segunda una jugada que no salió como esperaba y por el que varios miembros del partido pidieron su cabeza. Pero Sánchez no sólo siguió confiando en él sino que en el nuevo organigrama de La Moncloa su poder es absoluto: coordinará la Oficina Económica, el departamento de Seguridad Nacional, asume la Secretaría de Estado de Comunicación y liderará un nuevo proyecto de Estrategia a Largo Plazo. Es de facto el quinto vicepresidente. A sus 38 años es, sin duda, el consultor político de moda, pero poco se conoce de su pasado. Su discreción y alergia a los focos le han permitido escalar con mesura.

Nada sobre su juventud y sus inquietudes de adolescentes ha sido publicado, por eso, viajamos a San Sebastián de la mano de compañeros y amigos de instituto para descubrir cómo era el joven que se convirtió en una pieza clave de la política española. «Nos conocimos en primero de BUP en el Colegio La Salle (lo que actualmente sería tercero de E.S.O), ambos éramos nuevos. En el País Vasco, hay tres modelos educativos, el A, B y D. El primero es íntegramente en castellano y el D en euskera. Iván estaba en el primero y yo en el segundo, pero coincidíamos en una asignatura, Literatura Contemporánea», recuerda uno de sus compañeros de entonces. Ambos tenían 16 años, pero Iván ya mostraba su pasión por la dialéctica y los debates políticos. «Era una clase muy reducida, así que todos nos conocíamos. Leíamos a Paul Auster, por ejemplo, y había muy buen ambiente. Él era bastante participativo y aunque puede que en los estudios no fuera de los mejores en cuanto a notas, tenía muy buena labia», añade. Es más, según nos relatan compañeros de La Salle, el primer año de Redondo en este centro no acabó con las calificaciones esperadas y cambió de colegio. Regresó en tercero de BUP «con una mejor preparación y más ganas, el cambio se notó muchísimo, era más aplicado e involucrado en el tema de estudios», aclaran ex compañeros. Y en esta segunda etapa en el prestigioso colegio concertado de San Sebastián fue cuando despegó su vena de liderazgo. «En tercero y en COU fue delegado de clase, algo que le definía muy bien. Se le veía encantado. Le gustaba hablar en público y también escucharse. Lo cierto es que era muy buen orador, tenía labia e intereses culturales y políticos. Era una persona muy activa e inquieta», relatan los ex compañeros, que prefieren permanecer en el anonimato. Es más, entre ellos comentan «en lo que se ha convertido ‘‘El Boti’’», en relación al apodo con el que todos se referían a él. «Realmente no sé de donde salió aquello, pero lo cierto es que nadie le llamaba Iván. Creo que se lo pusimos por el personaje de alguna serie de la época o algo así, pero él se lo tomaba bien, no era un insulto o algo hiriente», afirman.

Con camisa y castellanos

Redondo nació en uno de los barrios periféricos de San Sebastián, en Herrera, un refugio de obreros y emigrantes que hace décadas viajaron al País Vasco en busca de trabajo. «Eran una familia humilde, eran cuatro hermanos e Iván era el tercero de ellos. Eran buena gente. El hecho de que fuera a La Salle no quiere decir que fueran elitistas. Es un colegio con muy buena fama, de los que mejor preparan para la universidad, pero no es caro. A él iba gente de izquierdas, de derechas, nacionalistas...», recuerdan amigos suyos de la época. De hecho, «Boti» era de los que se mojaban en asuntos políticos en unos años en los que la situación en el País Vasco era muy complicada. Los asesinatos de ETA y las amenazas marcaban el día a día. «Cuando nos juntábamos en el patio, se veía que él tenía las cosas muy claras, a los 16 años ya se manifestaba como no nacionalista, yo diría que era una especie de socialista a lo Nicolás Redondo, pero tampoco especialmente de izquierdas. Yo, sinceramente, no congeniaba con él, pero no era de los que imponían sus ideas, teníamos buena relación», dice otro alumno de aquel entonces.

En lo que todos coinciden es en que era un gran «relaciones públicas», sabía conseguir lo que se proponía y tenía la habilidad de convencer a los que discrepaban con él para llevarlos a su terreno, «un poco encantador de serpientes con un carisma especial», matizan. Nos cuentan que no le gustaban demasiado los deportes, que era más de quedarse hablando. «En la juventud siempre están los chicos que en cualquier descanso del colegio se ponen a jugar al fútbol y los que se juntan para debatir y hablar de cosas. Iván era de los segundos, jamás le vi practicar ningún deporte, tampoco era mucho de novias, ligues y fiesta», afirma otro alumno de La Salle. Lo que sí conservan en su memoria era la forma de vestir del ahora todopoderoso consultor. «Aunque venía de una familia humilde, Iván siempre vestía un poco pijo. Aquí en Donosti, hace 20 años, la mayoría de los jóvenes íbamos todos con vaqueros, chándal y pantalón de deporte, pero él siempre lo hacía con náuticos y camisa, le gustaba vestir así, era un poco ‘‘viejoven’’, explica este estudiante, que todavía conserva la orla en la que aparecen juntos. De hecho, en dicha fotografía también aparece Jordi, un compañero de clase que más tarde ingresó en la organización abertzale Jarrai. «Es algo que nos sorprendió a todos porque, además, luego estuvo preso y en la parte vieja de San Sebastián había carteles de ‘‘Jordi askatu’’ pidiendo su libertad... Eran tiempos convulsos», recuerdan.

Conversaciones de patio

Tras acabar sus estudios en La Salle, a los 18 años Redondo se matriculó en Humanidades y Comunicación en la Universidad de Deusto, «una especie de Periodismo», aclaran sus ex compañeros de colegio que le siguieron la pista. Allí conoció a la que es su esposa, Sandra Rudy, que se licenció en Humanidades. Ambos fundaron años más tarde la firma Redondo & Asociados Public Affairs Firm y donde ella sigue trabajando como directora de estrategia. Rudy, hija del famoso pintor navarro, tiene una importante experiencia en el sector de las agencias de comunicación y, además, dirige cursos de formación de portavoces de diversas organizaciones. Además, ha trabajado como periodista para diversos medios de comunicación. Son contadas las ocasiones en las que el matrimonio aparece en actos públicos. «Cuando se fue a Madrid ya le perdimos la pista hasta que comenzamos a verle en televisión, en tertulias, y luego como mano derecha de Pedro Sánchez. Algunos ex alumnos de promoción de La Salle tenemos un grupo de Whatsapp y comentamos estas cosas. La verdad que siempre que le veía dando su opinión política se me viene a la cabeza lo que hablábamos en el patio, porque sigue con las mismas», afirma uno de ellos. Unas ideas ante las que Sánchez cayó rendido, pero no solo él, también Xavier García Albiol, quien le contrató para su campaña como alcalde de Badalona (la cual ganó) y Monago que consiguió sacar al PSOE de Extremadura. ¿Quién no desearía tener a su lado un consultor que es capaz de conseguir el éxito en donde nadie antes lo había alcanzado?

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