Coronavirus

Ser traficante en tiempos de cuarentena: «Quedamos donde la fruta, tráeme un par de gramos»

Personas con problemas de adicción y traficantes agudizan estos días el ingenio para sortear la prohibición de circular y hacer pases de droga

Ser traficante en tiempos de cuarentena: «Quedamos donde la fruta, tráeme un par de gramos»
Ser traficante en tiempos de cuarentena: «Quedamos donde la fruta, tráeme un par de gramos»larazon

«Los tres primeros días lo llevé muy bien. Yo mismo estaba sorprendido. Sentí que no lo necesitaba y que podía pasar perfectamente solo con tabaco y porros pero el quinto día me notaba irascible y no quería empezar a discutir en casa, así que el jueves ya hice por quedar con la persona a la que le suelo coger y quedamos por WhatsApp en el Día, donde la fruta. Nadie se dio cuenta del pase. Le cogí un par de gramos, más de lo normal, para no volver a quedar y dosificarlo en los días que nos quedan de encierro. Luego cogí cuatro bolsas de patatas fritas y me puse a la cola para pagar. Al salir me sentí nervioso y más yonqui que nunca».

Sergio (nombre ficticio) comenzó a acudir a un centro de desintoxicación el mes pasado, cuando el coronavirus aún no había paralizado España. Tiene 23 años, estudia un grado en la Complutense y vive con sus padres y su hermana en un pequeño piso del extrarradio de Madrid. En casa nadie sabe que necesita ayuda para desintoxicarse porque tampoco saben que tenga ese problema que ahora, con este encierro forzoso, se ha agudizado. «Mis amigos consumen más que yo pero quiero salir de su círculo. Ya solo quedan para ponerse, la excusa es el concierto o el cumpleaños de no se quién y la pregunta siempre la misma: ¿cuánto cogemos?”».

Precisamente para gente como Sergio, el centro donde ha empezado a tratarse ha puesto a disposición de sus pacientes un teléfono 24 horas para asistir a los adictos en esos picos de ansiedad pero él siente que esta situación ha ganado la partida a su fuerza de voluntad. Su problema, como el de miles de personas en nuestro país, es la cocaína. La cuarentena no solo ha puesto a prueba la ansiedad de muchos padres con niños pequeños que no entienden eso de no salir a la calle. Al igual que para Sergio, estos días de recogimiento forzoso suponen para muchos adictos una abstinencia obligada, repentina e imprevista y no todos se sienten capacitados para dejar de consumir justo en este momento.

Solo llevamos una semana desde que el Gobierno decretara el estado de alarma y muchas personas que se consideraban consumidores sociales (el llamado «consumo recreativo») están empezando a notar esa abstinencia tras haber pasado el primer fin de semana sin nada. «Si el grado de consumo es bajo, es buen momento para dejarlo», explica el catedrático de Psiquiatría José Miguel Gaona, que desde su centro de rehabilitación ha recibido estos días un repunte muy significativo de llamadas por crisis de ansiedad de todo tipo y continúan «ingresando a gente que demanda tratamiento». «Hacemos terapias de grupo virtuales pero si el consumo es muy elevado están sometidos a una gran ansiedad». Y es que, a la falta de estupefaciente en el organismo se une la dificultad para conseguirlo –lo que genera más nerviosismo que propia de la abstienencia– y el problema para consumirlo sin llamar la atención en casa, ya que la mayoría lo ocultan ante su familia.

«Los riders de Glovo están a tope»

Así, hay adictos que estos días se dan por vencidos y vuelven a llamar al camello que les suministraba. «Éstos también tienen un problema. La gente que vendía en casa, ahora evita el trasiego porque alarma a los vecinos, que ahora siempre estarán en casa. Por eso, o deja subir a poca gente o, aunque sea complicado, siempre preferirán quedar en la calle», explica un veterano agente de Estupefacientes.

Y, como Sergio, quedan en el supermercado, paseando al perro, pasan por delante del portal del traficante y éste baja a dárselo o tiran de envíos de paquetería entre particulares. «Los riders de Glovo están a tope estos días haciendo de mulas sin saberlo», asegura este agente, a pesar de los controles internos que puso la empresa por la opción «Lo que sea» de la aplicación, donde se pueden enviar paquetes entre particulares. «El que menudea mucho no puede tirar de este recurso porque sabe que puede estar vigilado y es muy indiscreto tener al de Glovo todos los días en la puerta de tu casa».

La Policía ya ha detectado estos días un amplio repertorio de ejemplos de picaresca: el que va al estanco de la otra punta de su ciudad, el que pasea al perro del vecino en el parque más lejano a su casa o el que baja una pequeña bolsa de basura cuatro veces al día. «Y eso que solo llevamos una semana. Los comportamientos comenzarán a cambiar y la cosa se pondrá más tensa cuando la gente se canse de estar encerrada», explica el agente.

Y es que la prohibición de circulación por vía pública a excepción de los casos que contempla el Real Decreto, supone un gran parón en la actividad de cualquier empresario al uso y también entre los traficantes. Para el experto en Antidroga «esto es un gran problema tanto para que el que mueve kilos como para el que menudea porque ambos necesitan dar salida a su producto: si no funciona lo de abajo, no llega arriba».

“Por Barajas no está entrando nada”

Estos grupos policiales han detectado que algunas de las grandes operaciones «están paradas». Es el caso de las partidas que entran por el aeropuerto de Madrid. “Ahora mismo no está entrando nada porque muchos de los llamados vuelos calientes ni siquiera salen de origen. Está todo parado”, aseguran. Sin embargo, el abastecimiento de cocaína aún no peligra. Hace años que en España ya no se mueven grandes organizaciones de narcos sino que principalmente operan «pymes» y se organizan de forma más autónoma para alguna entrada.

Además de Barajas, donde consiguen darle salida gracias a lo que la Policía llama “trabajadores infieles”, la cocaína sigue entrando en España principalmente a través de contenedores de alimentación (generalmente fruta) que llega a los puertos de Algeciras y Valencia que, seguidos de los de Rotterdam y Amberes, continúan como principales vías de entrada del estupefaciente en Europa.

La dificultad del transporte

La industria no ha parado y, por tanto, siguen entrando contenedores a los puertos. Muchas veces las organizaciones constituyen empresas “legales” de alimentación para importar fruta de Latinoamérica pero con el verdadero fin de introducir cocaína. Así, los investigadores pueden estar vigilándoles durante meses mientras comienzan a funcionar hasta que ya la organización ya se atreve a provar su tapadera con algún kilo.

Cuando prueban y ven que “coronan” sin problema, ya meten la partida gorda. Pero ahora tienen otro problema. «El camión puede salir del puerto y llevar la partida a una nave o piso franco sea pero, una vez allí, ¿cómo lo mueven? Está claro que se las ingeniarán pero esa dificultad les ralentiza todo mucho, aunque tenga ya apalabrada a tres, cuatro grupos criminales que se lo vayan a comprar. Porque éstos, a su vez, al tardar más en vender por la dificultad de la distribución, tardan más en cobrar, en pagar... Ahora mismo se cree que pueden estar acumulando stock».

Sin embargo, a pesar de todos los problemas para dar salida a su producto, los expertos no creen que esto vaya a influir mucho en el precio final. «Puede que suba algo por la dificultad de transportarlo. Es como con cualquier producto: los precios suben porque hay escasez o porque hay más demanda. Ésta no bajará pero ahora, al ser más difícil de transportar, al arriesgar más el camello por haberte traído al barrio droga en tiempos de aislamiento, puede que quiera aprovecharse un poco y cobrarlo más caro».

Pero los expertos no descartan que el suministro comience a fallar o a dar problemas cuando las restricciones por el coronavirus lleguen a los países exportadores. «Tendrán problemas para sacar la mercancía. Al final lo que no ha conseguido la DEA ni ningún Plan Antidroga lo va a lograr el virus este: parar el tráfico de cocaína, aunque sea por un tiempo», añade otro agente. Lejos de ser algo positivo, los expertos creen que tendría graves consecuencias en el ámbito económico y sanitario. «Huelga decir que de la cocaína viven de forma directa o indirecta millones de familias, genera empleo... Ahora mismo el sistema no estaría preparado para un corte radical».