Coronavirus
Cuando yunque, yunque. Cuando martillo, martillo
El Gobierno ha contado con el apoyo del PP, pero no dejaremos que a la incompetencia se sume la manipulación
Más de cien mil españoles afectados por el coronavirus y más de nueve mil fallecidos. Lo más terrible es que las dimensiones de esta crisis podrían haberse evitado. Pedro Sánchez y su equipo conocían hace tiempo -o deberían conocer- las consecuencias del COVID-19. La Organización Mundial de la Salud alertó el 23 y el 30 de enero sobre el virus que diezmaba a la población china. El presidente de la OMS, Tedros Adhanom, calificó este patógeno como «el enemigo público número uno del mundo». La UE, a través del Centro Europeo para el Control y Prevención de Enfermedades, recomendó desde el 2 de marzo tomar «medidas de distanciamiento social individual» a los países de la Unión.
Los profesionales también advirtieron el riesgo, como nos hizo ver la supresión -a pesar del enroque de la señora Colau- del Mobile World Congress de Barcelona. El comentario de la vicepresidenta del Gobierno, la señora Rivera, fue pedir a los ciudadanos que no cayéramos en el «alarmismo psicológico». Con aquellas triviales sonrisas perdimos un tiempo precioso.
Pedro Sánchez también obvió un informe del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, fechado el 6 de marzo, que encendía aún más las alarmas. Lejos de escucharlo, el 8-M hubo manifestaciones en la práctica totalidad de las capitales provinciales y concentraciones en muchas ciudades y pueblos. El PSOE animó por Twitter a «llenar las calles». Solo en Madrid asistieron más de 120.000 personas. Estos fueron los errores que nos condujeron hasta la actual conmoción nacional. Desde La Moncloa y durante meses se han permitido -incluso alentado- reuniones públicas en toda España, singularmente en la capital, Madrid, en contra de las alertas de OMS, UE y profesionales. La evidencia es que esas reuniones desbocaron la propagación del virus. De aquella ligereza, de aquel afán por los réditos políticos, este nivel de contagios y fallecimientos. Ante semejante panorama, el presidente Sánchez dispone de poderes únicos -excepcionales en nuestra Historia democrática-, pero continuamos viendo descoordinaciones y fallos. Es el caso de los 650.000 test inútiles. Cualquier empresario español buen conocedor de China podría haber utilizado sus contactos para resolver el problema con éxito.
Hasta ahora el Gobierno ha contado con el apoyo del PP, pero no permitiremos que a la incompetencia se sume la manipulación y el radicalismo. No es posible aceptar, señor Sánchez, señor Iglesias, que pretendan aprovechar la lucha contra una pandemia para imponer una ideología -la suya- que, por cierto, naufraga con insistencia en el resto de Europa.
Con su último decreto continúan dejando a miles de ciudadanos desprotegidos. El Estado tiene que ponerse al servicio de todas las personas. Ustedes, en cambio, aprovechan la pandemia para convertir al Estado y las leyes en instrumentos con los que laminar la sociedad civil. Los autónomos, las pymes y los trabajadores necesitan protección urgente durante el estado de alarma; y este decreto llega cuando ya se han girado las cuotas de autónomos e hipotecas de marzo. El Gobierno no quiso escuchar la Proposición No de Ley que el Grupo Popular registró en el Congreso, en la que reclamábamos su eliminación. En cambio, el Gobierno sí tuvo tiempo para meter a Pablo Iglesias en el núcleo de la comisión que supervisa el CNI. Fruto de sus prejuicios contra los empresarios, el decreto continúa sin abordar el fondo del problema: la falta de liquidez. Exigimos inyectar liquidez inmediata en empresas, pymes y autónomos para garantizar el empleo durante la crisis. El Ejecutivo socialista, en cambio, prefiere otorgar ayudas con una mano, mientras con la otra -vía impuestos- las retira. Nuestra propuesta es que, mientras dure la emergencia, a cero ingresos, cero impuestos. Planteamos una eliminación de gravámenes a quienes no tienen ingresos y un aplazamiento del pago de IRPF y sociedades hasta septiembre.
Rizando el rizo del disparate, el Gobierno socialista y sus terminales se atreven a susurrar que el origen de la pandemia se debe a una supuesta «austeridad» y «falta de inversión». Los hechos son tozudos. Si en el año 2011 el gasto público sanitario era de 71.667 millones de euros, en el año 2018 ascendió a 75.435 millones. La gestión del PP recuperó la economía y el empleo y permitió aumentar el gasto sanitario, llevándolo en 2018 al récord histórico de España. Los recortes en la sanidad pública los realizó José Luis Rodríguez Zapatero. Entre 2009 y 2011, el presidente socialista cortó el gasto sanitario desde 73.081 millones de euros hasta 71.667 millones. Fue el Gobierno de Mariano Rajoy el que salvó de la quiebra al sistema público de salud y garantizó los servicios públicos esenciales de comunidades y ayuntamientos a través del Plan de Pago a Proveedores y el Fondo de Liquidez Autonómica. Más del 60% de todas las inyecciones de liquidez de las comunidades fueron a la Sanidad. Ante tales niveles de improvisación y extremismo, llegará el día -más pronto que tarde- de exigir responsabilidades sobre la gestión del señor Sánchez. Mientras, no nos cansaremos de pedirle que realice su trabajo con rigor y sentido de la unidad.
Tenemos que salir todos juntos de la crisis; y esto se hace empujando hacia arriba; no aprovechando la crisis para imponer de forma unilateral medidas ideológicas que nos hundirán aún más. La gente no debe estar preocupada por su futuro, sino por vencer a la enfermedad. Bastante inquietud supone todo lo que estamos sufriendo. En cualquier caso, quiero concluir este artículo con hechos más esperanzadores. Me viene a la mente la alcaldesa de Marbella, Ángeles Muñoz, médico de profesión, quien los fines de semana se ha reincorporado a su trabajo sanitario. O Sandra Turénago, alcaldesa de Pedralba, Valencia, quien ofrece su móvil personal a los vecinos por si tienen cualquier necesidad. O Carlos García González, presidente de la Diputación de Ávila y alcalde de Tiñosillos. Carlos, subido a un tractor, trabaja como un vecino más limpiando las calles del pueblo. Y, por supuesto, tenemos el ejemplo monumental de los miles de sanitarios, de las Fuerzas Armadas, de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Señor Sánchez, por favor, protéjalos; póngales de una vez guantes y mascarillas. Esta crisis al menos sirve para comprobar que el Ejército, lejos de suponer un gasto superfluo -como afirmó el actual presidente del Gobierno-, realiza un trabajo esencial. Vayan mis palabras de condolencia para las familias de todos los militares, guardias civiles y sanitarios fallecidos. Aún es el momento de la unidad, de la causa mayor. Os hemos prometido, como diría Churchill, sangre, sudor y lágrimas, pero también os prometemos que, entre todos, venceremos.
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