Coronavirus
La muerte ocultada
La muerte es un trance vital que continuamente experimentamos con la pérdida de familiares, amigos y conocidos.
Sabemos que es una realidad común a todos los seres vivos porque todos somos «mortales», pero lo que nos distingue a los humanos frente a estos otros seres, y entre nosotros mismos, es nuestra actitud ante ella.
También todas las religiones comparten la creencia de que hay vida más allá de la muerte, aunque difieren acerca de cómo sea esta y del camino para acceder a la misma. Durante la Revolución, y como todos los materialistas cerrados a la transcendencia, los franceses entronizaron en la Catedral de Notre Dame a la «diosa razón» y, ante la imposibilidad de dar una contestación convincente a la inevitable pregunta acerca del «más allá», optaron por hacer desaparecer la muerte. La respuesta que dieron es inefable, y la recuerda Jean de Viguerie en su obra «Cristianismo y revolución»: «El buen ciudadano duerme, no muere». Ahora el Gobierno está dando otra sencilla respuesta: «La muerte se oculta». No hay imágenes de ella, y pasa a ser un guarismo de una estadística, una curva, un pico, una tendencia…, aunque seamos el país con mayor número de muertos del mundo proporcionalmente a nuestra población.
Vamos bien: ya hemos escalado hasta el pico. A partir de ahora, ni hay fallecidos, ni se les espera.
Ante esta gestión, qué actuales son las Rimas de Becquer: «¡Dios mío, qué solos se quedan los muertos!»
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