Coronavirus
Paramotor a ras de suelo contra el coronavirus
Un aficionado idea una solución «rápida y económica» para pulverizar desinfectante y se presta como voluntario. El alcance es de más de 400 litros en solo 20 minutos
Normalmente surcan los cielos proporcionando adrenalina y una experiencia poco común para el resto. Pero el vuelo en paramotor se canceló por culpa del coronavirus y se ha cambiado precisamente por una batida a ras de suelo contra la pandemia. Surgida en los días más críticos del Covid-19 pero eficaz y necesaria también a partir de la desescalada que acaba de comenzar. Se le ocurrió a Miguel Ángel Bejerano, que empezó en 2004 con esta afición y forma parte del Club Sureste Paramotor.
Obligado por el parón del estado de alerta, lleva sin volar desde mediados de febrero. En este tiempo, a base de ver imágenes en televisión y en concreto cómo actuaban los camiones en Wuhan, le vino la idea. Fue asociando ocurrencias, le pidió consejo a un amigo, jefe del Parque de Bomberos de Aranjuez y a otro, «el que montó el sistema de tuberías en Ifema». «Hay que hacerlo», se dijo con el visto bueno de ambos.
Con los recursos disponibles, en este caso elementos básicos de fontanería –mangueras de jardín, acoples de PVC...–, Bejerano convirtió su máquina de volar –un trike biplaza– en un dispensador de gotículas frente al Covid-19. Afirma que «se podría mejorar», y que tendrían que usarse mangueras de cobre o aluminio, atomizadores metálicos, una motobomba de presión y difusores en las boquillas de entrada y salida para concentrar todo el flujo de aire en un tubo. «También una plataforma giratoria», explica, entre las «muchas ideas» que le surgen.
¿La utilidad? «Imaginación al poder», asegura el paramotero sobre el destino que puede darse a los 300 kilos que mueven las hélices en vuelo. «Si todo eso lo concentras en un tubo, imagínate». Como ejemplo de la efectividad de este sistema baste decir que se pulverizan más de 400 litros de desinfectante en solo 20 minutos. «No se trata de soplar el suelo. La máquina tiene una cierta inclinación que deja caer las gotas», describe sobre el modo de actuar. «Yo no voy removiendo la superficie».
En Sureste Paramotor son 30 miembros con sus correspondientes máquinas los que podrían hacer frente a la pandemia. De momento es Bejerano el que ha prestado sus servicios en Campo Real y Brea de Tajo, al este de Madrid, localidad esta última cuya actuación en su término ilustran las fotos de este reportaje.
Es una actividad altruista que recomiendan además por ser «algo sencillo y barato». Alberto Arcos, miembro del club, dispuesto a salir en cuanto fuera necesario, pone el ejemplo del combustible como punto a favor. «Si un camión gasta 40 litros a los 100 kilómetros, una de nuestras máquinas se lleva en vuelo en torno a 8 litros/hora y al ralentí consume entre 2 y 3».
Otra de las ventajas es la gran rapidez en empezar a actuar. «En poco más de una hora puede estar preparado el equipo», explica Arcos. La mezcla necesaria, agua y lejía al 10%, es también «muy asequible», y el «gasto para un ayuntamiento es cero».
La maniobrabilidad del paramotor suma también, ya que puede moverse sin dificultad por callejuelas y zonas estrechas a las que no pueden acceder otros vehículos.
En Campo Real, el pueblo donde vive, Miguel Ángel Bejerano le hizo primero una demostración al alcalde, que «quedó encantado». Volvió poco después, y le acabaron pidiendo que lo hiciera allí de manera habitual cada dos días, incidiendo en paradas de autobús, contenedores de basura y otros puntos sensibles. En ello continúa.
Otro entregado a la causa es Rafael Barcala, alcalde de Brea de Tajo en su sexta legislatura, que vuela desde 1993 y está en el club desde hace unos seis años. Sobre la idea de Miguel, dice que «pedía colaboración a todos, a ver qué nos parecía, y alguno aportaba alguna mejora, pero él lo ha ejecutado con precisión».
La reacción de los vecinos es de curiosidad, asegura Barcala. «¿No estuviste volando ayer? Oíamos el motor», le preguntaron al día siguiente de la primera intervención en Brea de Tajo. «Escuchan, algunos se asoman y se quedan alucinados de ver cómo de repente el alcalde, que suele volar, está ahora con el aparato echando por las calles lo que más necesitamos ahora mismo. Porque en el ayuntamiento lo estamos haciendo con un tractor municipal y una cuba de agricultor, y van los operarios con una pistolita echando puntualmente. En cambio con esto se riega toda la calle, las rotondas...». «Al ir a la velocidad de un coche», explica Rafael, «vas regando todo en un momento, fachadas incluidas».
El alcalde trasladó la idea a responsables de controlar la propagación del virus, y dice que «les pareció bien, pero desde el PlaterCAM [Plan de Emergencias de la Comunidad de Madrid] me comunicaron que no estaba contemplado, que es cosa de los municipios».
Apunta además Rafael Barcala que su intención no es «quitar el trabajo a nadie, ni a los propios agricultores, que están colaborando en otros municipios, o a los funcionarios del ayuntamiento en mi caso». Se trata de una aportación voluntaria «que se puede hacer en la tarde, cubriendo un par de pueblos o tres».
Lo único que piden, al estar la movilidad reducida, es circular «acompañados de un vehículo de Protección Civil, Guardia Civil o de un vehículo municipal. Y sobre todo ir por las calles con la escolta delante».
«Nuestros motores no pueden estar quietos, tienen que servir para algo más», asegura. Aún no tiene listo su propio trike pera ya tiene el material encargado. PVC de alta presión, difusores, un par de llaves, la motobomba, un par de bidones o uno solo grande. El coste «no llega a 200 euros».
El alcalde se ha lanzado a este proyecto con la misma filosofía que piensa aplicar cuando acabe su tiempo de regidor. «Seguiré colaborando, porque hay que ayudar sea como sea, es lo único que vamos a sacar de esta vida, la mano que nos echemos unos a otros».
La otra versión de uso que están «viendo para cuando acabe esto del coronavirus, que va a acabar seguro», es la de «fumigar los árboles, que se pueden rociar enteros en segundos. O para coches, parques infantiles y grandes masas de personas», apunta Barcala.
La iniciativa está empezando a cuajar entre otros aficionados. A Bejerano le han llamado paramoteros de Córdoba «para que les mandara el esquema. No se daña el motor, porque no se tiene que taladrar», explica para animar a otros posibles voluntarios.
Insiste en que «te puedes llevar tu equipo a cualquier sitio», y destaca la «potencia que tenemos. Prácticamente siempre está funcionando el motor al ralentí, así que toda la fuerza es aprovechada». Pone el acento también en la necesidad de un apoyo. «Siempre que salgo viene Protección Civil y me acompaña a la vuelta». Es su única condición: «Me vienen a buscar y allá que voy».
Mientras, poco a poco se va recuperando la «normalidad». El sábado, con el campo a mano de su pueblo, ya hubo quien empezó a retomar el vuelo, pero en Brea de Tajo se prepara una «reapertura» a finales de junio, un evento festivo como tributo a un miembro de Sureste Paramotor que falleció por coronavirus el pasado 30 de marzo.
Deseando, como sus compañeros, despegar y volver a disfrutar de su pasión, bromea Miguel Ángel Bejerano con la cantidad de gente con «ganas de subirse a un biplaza». Y nos cuenta que le ha dicho a Alberto que tienen que hacer bien visible una advertencia: «Vuele hoy, porque mañana no se sabe».
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