Desescalada

“Normalidad” por decreto

Barcelona espera conocer si avanza a la fase 2
Aspecto de uno de los chiringuitos de la playa de la BarcelonetaEnric FontcubertaEFE

Las crisis son también oportunidades. Sobre todo, a nivel individual, pero también general, ya sea familiar, social, o nacional. Para «cambiar» el mundo, debemos empezar por cambiar nosotros mismos, y esta epidemia lo va a posibilitar, al ser una experiencia inédita en generaciones. La humanidad entera ha comprobado su propia fragilidad y la del sistema económico y social por ella creado. Cuando el desarrollo científico y tecnológico alcanza cotas jamás imaginables, un simple «bichito» microscópico ha dado la vuelta a nuestras vidas como a un calcetín. La ciencia, nueva deidad del mundo moderno, todavía está buscando una vacuna. Por ello, un poco de introspección nos ayudará a pasar de la soberbia a la humildad de reconocer nuestra indigencia natural, alejada de la tentación de creernos «diosecillos». Solemos valorar lo que tenemos cuando lo perdemos. Ahora comprobamos el valor de la libertad en cosas tan normales, como poder pasear a la hora que queramos, viajar, tomar el sol en la playa, o mantener una tertulia con amigos en una terraza. En definitiva, la normalidad propia del hombre, que es un ser libre y social. El martes veremos qué «nueva normalidad» nos quiere imponer el Gobierno por Decreto Ley, que suena a «ordeno y mando» en su fondo y forma: llevan trece semanas haciéndolo así y creen que eso es lo normal. Pero no: la normalidad de nuestra convivencia viene garantizada por la Constitución. Antes de darnos lecciones, deberían aprender a contar nuestros muertos.