ETA
Miguel Ángel Blanco y la “naturalización” de ETA
Como en los exterminios nazis, la banda ha trataado de reducir a cenizas a niños, hombres y mujeres
Del balance imposible de víctimas de ETA, conocemos las víctimas mortales pero no el número exacto de heridos, secuestrados, extorsionados y desplazados por el terrorismo nacionalista vasco, Miguel Ángel Blanco es una víctima, que sin desmerecer a las demás, resulta más emblemática por circunstancias de tiempo, lugar y modo. Miguel Ángel Blanco representa de forma extrema el sacrificio de los inocentes por motivos ideológicos.
Como sucediera en los exterminios nazis, ETA ha buscado durante medio siglo convertir en cenizas a niños, adolescentes, hombres y mujeres por el solo hecho del pensamiento diferente, y ahora la corriente sociopolítica quiere humanizar esa barbarie.
Perseguir su historia criminal a través del delito de lesa humanidad se configura como la única manera de justicia para las víctimas del terrorismo. ETA, como organización fuertemente jerarquizada en la que había una estructura real de dominio del hecho por parte de los máximos dirigentes de la organización terrorista, y que define entre sus medios de acción la comisión de delitos contra terceros, puede y debe ser condenada por este delito que se encuentra regulado en el art. 607 de nuestro Código Penal y es firmemente perseguido por el Derecho Penal Internacional del que forman parte y están suscritos a este convenio de reciprocidad todos los países firmantes de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Un delito de lesa humanidad no solo apreciado por los Tribunales Españoles sino también por las Autoridades argentinas que investigan a esta organización por estos crímenes, y quién sabe si en un futuro no muy lejano por los Tribunales de otros países.
Durante los Juicios de Núremberg, celebrados entre 1945 y 1946, solo se enjuiciaron a 22 oficiales de las SS. Si tenemos presente la mega estructura para exterminar vidas que habían creado los nazis nos podemos hacer una idea de la cantidad de altos funcionarios y jerarcas que escaparon de la justicia. Pero para hacer precisamente eso, justicia, cuando no es posible la justicia es necesario acotar la responsabilidad de los autores al dominio de la organización por responsabilidad del mando.
Tan difícil como contabilizar el número exacto de victimas de ETA es saber el número de autores, cooperadores, colaboradores o cómplices de ETA en cada atentado, en cada expulsión forzosa del País Vasco y Navarra, en cada extorsión, … máxime cuando existía, y sigue existiendo, una red social, cultural, política y militar de señalamientos que abarca todos los estamentos de la sociedad.
Cuando se trata de vidas humanas es imposible cerrar heridas o hablar de reparación pero podemos hablar de derecho a la verdad o derecho al relato, siempre y cuando haya justicia. Un veredicto de condena hacía los responsables que configuraban el organigrama de poder de ETA devolvería a la sociedad esa memoria de la que tanto carece y que anestesia a la democracia.
ETA no mata pero continúa sacrificando a los inocentes. Ahora el olvido precede a las víctimas.
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