Pedro Sánchez
Sánchez se venga de Iglesias
Deja a Podemos fuera de su negociación con Cs, de la fusión bancaria y de su relación con el poder económico
Moncloa está contenta a pesar de que su socio de Gobierno siga boicoteando los anuncios sociales para apuntarse las medallas de cara a la opinión pública, y a pesar de que la imagen del Gabinete continúe siendo caótica. La satisfacción viene del mal ajeno, de cómo está su socio de coalición, Unidas Podemos.
En el Gabinete del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se frotan las manos con la imagen del vicepresidente, Pablo Iglesias, sentado, «confuso e incómodo», codo con codo, con los máximos representantes del Ibex. Y con una realidad pandémica que, en el plano político y económico, obliga a Unidas Podemos a aceptar que se levanten los vetos cruzados que condicionaron el arranque de la Legislatura, gracias a la estrategia de Ciudadanos, que ha abaratado, además, el coste para Sánchez de sacar adelante los Presupuestos.
La situación económica es muy complicada, pero, en clave del pulso político, el choque entre los dos socios no preocupa a la parte socialista, que se siente más fuerte que nunca frente a su coaligado. La debilidad político-electoral de Unidas Podemos, sus dificultades judiciales y sus crisis como organización política hacen que Moncloa vea en la crisis de la parte morada la razón para confiar en una Legislatura «estable y larga». Da igual que la situación económica sea trágica o que cada día se confirme más el fracaso de la vía catalana con la que Sánchez llegó al poder.
Los socios reales de Sánchez son Bruselas, el PNV y el partido de Inés Arrimadas, en un triángulo que podría dar mucho margen de juego a Unidas Podemos en la oposición, pero que le deja sin apenas espacio formando parte del Consejo de Ministros. Y por eso los «golpes» de Iglesias rozan a Sánchez, que cada día se siente más dueño del poder a pesar de que depende de los votos de su coaligado para mantenerlo.
«No pueden salirse del Gobierno, fuera no tienen nada. Nos necesitan más que nunca, necesitan tiempo y saben que los Presupuestos son más políticos que económicos, porque son la única vía para garantizar tiempo a Sánchez, pero también a Iglesias», sostienen en la parte socialista del Gobierno.
La estrategia de Inés Arrimadas ha dado un vuelco al tablero político, descolocando a Unidas Podemos, a ERC y también al PP. El recorrido electoral de su apuesta está por ver, pero lo que sí ha conseguido la líder de Cs es sacar el mayor rédito posible a sus escaños. Los naranjas saben que juegan con fuego por la capacidad del «sanchismo» para incumplir lo prometido y cambiar las reglas de juego sobre la marcha, pero la apuesta es firme y la mantendrán salvo que Sánchez haga concesiones reales al independentismo, que vayan más allá del anuncio genérico de una convocatoria de la mesa de diálogo. Ésta es la línea roja incompatible con la posición del partido en Cataluña y el punto más frágil del acercamiento entre el Gobierno y el PSOE.
Sánchez cree que las contradicciones y rectificaciones que tendrá que ir aplicando al programa de gobierno para ajustarse a la nueva realidad de la pandemia son más costosas para la parte morada que para él, y que por mucho que grite su vicepresidente, en estos momentos es «un perro que puede ladrar mucho, pero morder poco». La metáfora sale del entorno del jefe del Ejecutivo.
El «sanchismo» se prepara para la resistencia con la oposición interna de los morados, el apoyo de Ciudadanos y la ayuda de Vox. La moción de censura anunciada por el líder de los verdes, Santiago Abascal, la analizan en el Gobierno como la oportunidad para arrancar el curso con un gran gesto de apoyo y reconciliación de la mayoría de investidura, rota desde el estado de alarma. De hecho, la moción de censura puede ofrecer a Sánchez la plataforma más sólida para reconstruir, aunque sea sólo para una votación, una mayoría que ya no tiene, y para debilitar, al mismo tiempo, al bloque de la derecha, que no puede votar unido.
El curso arranca, asimismo, con una consolidación de los bloques del Gobierno, no por sensibilidad social, como ocurrió al principio de la Legislatura, sino por adscripción de siglas en oposición al dúo Iglesias-Montero (Irene). La operación de fusión entre Bankia y Caixa Bank se ha hecho a espaldas de la parte morada, a sabiendas del presidente del Gobierno, es decir, no es sólo responsabilidad de la vicepresidenta Nadia Calviño. Y las réplicas que están dando otros ministros como la titular de Defensa, Margarita Robles, a las «patadas» a la ortodoxia de Iglesias no son «calenturas de boca», a título particular, sino que tienen respaldo «de arriba».
Por delante viene un otoño en el que un Gobierno dividido, sin lealtad ni confianza entre los dos socios, tendrá que ajustar a la realidad del país su plan de gastos, de ingresos y de impuestos. En el análisis socialista, la vía preferida, y más viable, para aprobar los Presupuestos es la suma con Cs, PNV y otras minorías. Aunque en público sigan apelando a una mayoría de investidura que, en privado, asumen que no funciona.
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