ETA

Se cumplen 50 años del primer secuestro de ETA

El cónsul de Alemania en San Sebastián, Eugenio Behil, fue la víctima y los terroristas protestaban contra el “proceso de Burgos”

El exparlamentario vasco Antton Karrera, uno de los condenados por pertenencia a ETA en el Proceso de Burgos, del que se cumplen cincuenta años EFE/Juan Herrero.
El exparlamentario vasco Antton Karrera, uno de los condenados por pertenencia a ETA en el Proceso de Burgos, del que se cumplen cincuenta años EFE/Juan Herrero.Juan HerreroEFE

Se han cumplido 50 años del primer secuestro de ETA, el del cónsul de Alemania en San Sebastián, Eugenio Behil Schäffer. Los terroristas perpetraron esta acción criminal en señal de protesta por el juicio militar que se iba a celebrar contra la primera cúpula y varios militantes (en total, 16) de la banda criminal en lo que se dio en llamar el «Proceso de Burgos». Pedían, y lo lograron, que no se cumplieran las sentencias de muerte que se impusieron.

Loa etarras habían sido detenidos en diversas operaciones los meses anteriores y fueron juzgados en un Consejo de Guerra sumarísimo.

El secuestro del cónsul fue, ante todo, un acto propagandístico que logró, por primera vez, lo que ha sido siempre un objetivo de ETA: «internacionalizar el conflicto». Tuvo una gran repercusión mediática y, además, los terroristas lograron vestirse con el traje, que no les correspondía, de personas magnánimas que sólo buscaban la liberación del pueblo vasco de la opresión que sufría. Con los años, después de la amnistía de 1977, se demostró la realidad: luchaban contra España, hubiera dictadura o democracia.

El Consejo de Guerra se inició dos días después del secuestro y a los etarras se les acusaba de tres asesinatos: el del guardia civil de Tráfico Pardines; el del policía Melitón Manzanas, jefe de la Brigada de Investigación Social de San Sebastián; y el del taxista Fermín Monasterio.

El proceso se saldó con nueve condenas a muerte. Entre los sentenciados estaban Eduardo Uriarte; Jokin Gorostidi Artola; Javier Izko de la Iglesia; y Mario Onaindia. Las penas fueron conmutadas por Franco.

Siete años más tarde, todos los procesados conseguirían la libertad tras la amnistía general de 1977 aprobada por el Parlamento siendo presidente Adolfo Suárez. Los cinco condenados por asesinato fueron expulsados de España, pero regresaron de inmediato.

De alguna manera ETA logró que no se ejecutara ninguna de las sentencias a la pena capital y a ello contribuyó la gran presión internacional, incluso la petición de clemencia llegada desde el Vaticano. El «comando» que perpetró el secuestro estaba dirigido por Eustaquio Mendizábal, «Txikia».

Lo del efecto propagandístico se demuestra con el hecho de que Behil fuera liberado en su país natal el día de Navidad, antes incluso de que se conociera la sentencia del Consejo.

Lograron que la opinión pública internacional se centrara en lo que estaba ocurriendo en España. En este sentido, el anuncio de la liberación del cónsul fue hecho por Telesforo Monzón (presidente de la sociedad Anai Artea, estrechamente vinculada a ETA). Señaló que las razones de esta acción criminal estaban en evitar que se ejecutara a los terroristas.

Según dijo entonces, se trataba de publicitar «la existencia de nuestro pueblo y sobre la inquebrantable voluntad de lucha por su liberación integral: independencia nacional, reunificación del sur con el norte de Euskadi, y la instauración de un moderno Estado vasco democrático, euskaldún y socialista».

Durante el secuestro, Behil logró fugarse y fue a parar a un bar cercano (estaba en Francia) que pertenecía a antiguos miembros de la Resistencia que simpatizaban con ETA y que devolvieron al cónsul a sus captores. Según declaró, cada tres o cuatro días le cambiaban de sitio, y que los secuestradores tenían entre ellos discusiones sobre la operatividad de lo que habían hecho.

El cónsul fue liberado en Wiesbaden (Alemania), entregado a dos reporteros de la televisión de aquel país con los que ETA había contactado.

Al aprovechamiento propagandístico contribuyó también que ETA contaba con «terminales mediáticos» en distintos puntos de Europa (algunos de ellos pistoleros huidos de la Justicia) que se encargaron de presentar el «Proceso de Burgos» como un juicio contra la totalidad del pueblo vasco, víctima de la opresión franquista, como si las demás regiones de España no estuvieran sometidas al mismo régimen autoritario. Sea como fuere. consiguieron su objetivo.