España

La satisfacción que cura el alma

Paco y Ana son una pareja toledana con dos niñas en acogimiento familiar. Antes tuvieron un niño de tres años. La Junta hace ahora una campaña de información sobre esta figura de protección del menor

Paco y Ana son una pareja toledana con dos niñas en acogimiento familiar.
Paco y Ana son una pareja toledana con dos niñas en acogimiento familiar.La Razón

“Te cambia la vida, es una experiencia muy bonita pero muy dura”, dice Paco en el salón de su casa, enfundado en su chándal y con el aire de la responsabilidad surcando las sienes. “Tienes que hablarlo con toda la familia, con tus hijos también, porque cuando los niños de acogida entran en casa son como uno más de la familia y tienes que tratarlos a todos por igual, como si fueran hermanos e hijos tuyos”.

Ana y Paco son un matrimonio toledano con dos hijos, Rocío y Álex, de 16 y 14 años respectivamente. Hace unos años, Ana pasó algo más de una semana en campamentos saharuis y desde entonces le nació la vocación de ayudar. Durante los veranos, participaron en los programas de Vacaciones en Paz, donde niños saharuis pasan las vacaciones estivales en España. “Hablamos entonces con nuestros hijos y decidimos acoger. Tienes que tenerlo muy claro, hicimos un cursillo y los técnicos de la Junta hablaron con todos nosotros. Entonces llegó Fernando – nombre ficticio del niño de acogida para preservar su protección como menor-, un niño de tres años que estuvo con nosotros veintitrés meses. Y ahora, Paula y Andrea (igualmente ficticios), que llegaron hace ahora un año. Es la satisfacción que te da ayudar a otra persona, la satisfacción que cura el alma”, dice Ana.

Virginia, técnico de la Consejería de Bienestar Social de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, explica que la diferencia entre la adopción y el acogimiento es la temporalidad y el vínculo con la familia biológica. Mientras que en la adopción, el menor pierde todo vínculo con sus padres originarios, en el acogimiento conservan lazos que se materializan con la familia en encuentros de una hora aproximadamente que son tutelados por la propia Junta. Con el tiempo, y una vez concluido el período de acogimiento que suele ser flexible, el menor puede regresar con alguno de los miembros de su familia o quizá, dado en adopción a otros padres que quieren tener hijos y no pueden. “Los padres de acogida son los guardadores legales de los niños, que son tutelados por la Junta, al haber perdido los padres naturales la patria potestad”, explica.

Paco y Ana han sido ángeles de la guarda para Fernando. Llegó con tres años y ahora, casi dos más tarde, se encuentra viviendo con su familia paterna en América. Afortunadamente, han recuperado el contacto y reciben fotos de él con su padre y su tía. “Cuando se van es muy duro... Fíjate que Fernando se fue un 17 de octubre y no quité su ropa de verano en el armario hasta el mes de junio del año siguiente... Paula y Andrea llegaron en ese punto de tristeza y alegría en el que estábamos tras la experiencia de Fernando... Y no lo dudamos... Nosotros queríamos dos y hasta tres niños en acogida, los que pudiéramos... “, dice Ana. Y llegaron en noviembre del año pasado la dos niñas de tres y cuatro años.

“Hemos recuperado la Navidad, la mañana del día 25, la Nochebuena, la carta a los Reyes Magos... Mis hijos están como locos... La mayor se parece a Álex y la pequeña se ha unido a Rocío de manera total... Cuando se fue Fernando, Rocío lo pasó mal... Pero mis hijos están como locos, verdaderamente como locos”, prosigue la madre de esta gran familia.

Ana trabaja en un colegio como monitora en el comedor escolar y Paco es funcionario. “Tienes que pensar que ayudas a un crío, que le hace falta padre y madre, que necesita cariño... Ellos van además a donde está el cariño, de manera natural... Al final, estás ayudando a una persona en el trayecto de su vida”, sentencia Paco.

La Junta realiza este mes de diciembre una campaña de información sobre esta figura legal de protección del menor para que otras familias de la región sepan que disponen de esta otra forma de ayudar a pequeños que lo necesitan. “Yo siempre digo que me queda la satisfacción de ver cómo llegan y contemplar luego cómo se van”, concluye Ana. La satisfacción que sana el alma, “que es lo más importante”.