Moción de censura
Ángel Gabilondo: El tercer hombre
Convencidos de que a la tercera va la vencida, el PSM ha elegido a Gabilondo «por aclamación»
Nadie quería ese marrón. Por cobardía o por no dejar sus cómodas poltronas en el gobierno y las instituciones. Lo cierto es que finalmente se impuso un único nombre: Ángel Gabilondo Pujol, el afable profesor, el eterno candidato. Convencidos de que a la tercera va la vencida, los socialistas madrileños le han elegido de nuevo. «Por aclamación», afirman dirigentes del PSM que ni siquiera le sometieron a votación en la Ejecutiva del partido el pasado viernes. Según estas fuentes, nunca estuvo sobre la mesa de la federación socialista madrileña ningún otro aspirante: «La opción de Ángel ha sido la única», aseguran. Pese a que en La Moncloa se barajaron otras alternativas, algunas de ellas atribuidas en el PSM a un protagonismo desmesurado «que nada gusta a Pedro Sánchez», la premura del tiempo y las circunstancias dificultan una nueva «operación Illa». El ex ministro de Educación ya fue, de hecho, el gran fichaje de Pedro Sánchez en las elecciones autonómicas de 2015 y se quedó a un palmo de gobernar, si no hubiera sido por el pacto de PP y Ciudadanos con el apoyo de Vox. Ahora, en un escenario bien distinto y muy revuelto, Gabilondo vuelve a ser el tercer hombre en Madrid. Ahora sí, insisten en el PSM, «se puede ganar».
Los socialistas destacan el talente moderado y pactista de este hombre docente, vinculado toda su vida al sector educativo y a la Universidad Autónoma de Madrid, donde fue Rector Magnífico y catedrático de Metafísica, Ontología y Teodicea. Ese perfil callado, a veces gris, pero siempre amable y sin estridencias, es ahora para el PSM un valor en alza frente a «la muy polarizada» Isabel Díaz Ayuso. En opinión de sus compañeros, «Gabilondo se lo ha ganado a pulso» y es el candidato idóneo en estos momentos tan convulsos. En la federación madrileña recuerdan que ya ganó a Ayuso en los anteriores comicios y centrarán su campaña en atacarla por caer en los brazos de Vox y ubicarla «atada a la ultraderecha». Alejado de la confrontación brusca, con capacidad de gestión, «Ángel es la antítesis de la Donald Trump madrileña», sostiene un alto cargo del partido. De manera que el viejo profesor, como algunos le llaman en recuerdo de Tierno Galván por su aspecto de venerable doctor en Filosofía, intentará de nuevo que a esta tercera contienda electoral pueda por fin sentarse en el sillón presidencial de la Puerta del Sol.
«Eres una especie rara en política», le dijo el ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero el día que le nombró ministro de Educación. Gabilondo huye de la gresca pública y algunos le critican su tibieza y falta de malicia para «hincar el diente» a sus adversarios políticos. Cualidades estas que ahora los socialistas ven muy positivas en una campaña muy polarizada y a cara de perro. «Es un hombre de equipos en silencio, no de gritos», dicen quienes trabajan con él. Moderación, formación y seriedad frente a radicalidad, insisten en el PSM. Lo cierto es que ni siquiera sus rivales políticos hablan mal de Gabilondo y hasta sus dos hijos, Hugo y Román, le tachan de «algo aburrido». Sea como fuere, el eterno candidato huye de los titulares abruptos desde su infancia. Siempre fue un niño callado, el quinto de nueve hermanos, que estudió en los Corazonistas de San Sebastián, su ciudad natal. Allí entró en la Congregación religiosa y fue hermano fraile hasta 1979 en que, tras una crisis espiritual, abandono los hábitos. Su pasión han sido la Filosofía, los textos de Hegel y el pensamiento contemporáneo francés. Culto e ilustrado, llegó a ser presidente de la Conferencia de Rectores Universitarios (CRUE) y sus alumnos de Metafísica en la Autónoma le definen como un profesor exigente, serio, pero muy cercano.
Nacido en el casco viejo donostiarra, su padre regentaba una carnicería y les inculcó a sus hijos un carácter altamente familiar. Los Gabilondo han sido siempre «muy de clan»: Ángel fraile, profesor y rector, Iñaki famoso periodista y voz emblemática de las ondas, Lurdes misionera franciscana en países lejanos, Pedro también periodista, Luis y Arancha médicos, Jesús empresario, y Javier en la saga de la industria cárnica. Muy celoso de su vida privada, Gabilondo se casó con Paloma Olmedo, la madre de sus dos hijos, Hugo y Román, uno científico y el otro decorador, también muy discretos, que mantienen una excelente relación con su padre y su actual pareja, la también profesora de la Universidad Autónoma, Carmen Gallardo. Una mujer en segundo plano, que nunca se ha exhibido en público y que pasea los domingos junto a su marido por los jardines del Pinar de Chamartín, el barrio norte de Madrid dónde residen en un piso cercano a la estación de tren que les conduce a la UAM. «Andar purifica la mente», dice Ángel Gabilondo en prueba de su carácter de pensador meditabundo.
Como buen vasco le gusta la cocina de su tierra, en especial unas buenas cocochas en salsa verde, y sobre todo el mar. De niño iba con sus hermanos a la playa de La Concha y montaba en bicicleta por la vecina Zarauz. Ahora, con la edad, se limita a largos paseos por la costa gaditana en Zahara de los Atunes, bajo los fuertes vientos de Levante o Poniente, donde tiene una casa. Aborrece el coche oficial y, cuando es posible, se le ve bajar andando desde la sede de los socialistas madrileños, en el barrio de Argüelles, hasta el paseo de Pintor Rosales. «Don Ángel, ¿un cafelito?», le preguntan algunos kiosqueros de la zona, que de inmediato acepta. Si finalmente la justicia da luz verde a la fecha del cuatro de mayo, el ex ministro volverá a concurrir en estas terceras elecciones. «Madrid necesita un estilo distinto», afirma el candidato. Se avecina una campaña durísima y el tiempo dirá si el afable profesor puede aplicar la estrategia de su tesis doctoral: El concepto como experiencia y el sistema en los textos de Hegel.
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