El Gobierno de Pedro Sánchez
Pierde Sánchez
La campaña coge velocidad de crucero con el decisivo debate de hoy y el desconcierto se ha instalado en el «todo PSOE», que se las prometía muy felices hace solo un mes y comienza a verle las orejas al lobo. Los palos de ciego, la improvisación y los cambios de criterio son un lugar común en el Gobierno social-comunista. Y Pedro Sánchez tiene a buena parte de los suyos en permanente estado de contrariedad. Pero su obsesión por desplegar la artillería pesada contra Isabel Díaz Ayuso, incluso bajando a la arena como candidato «de facto» el 4-M, tiene atacado de los nervios al cuartel general socialista.
Desde la ninguneada federación del PSOEM, cuyos dirigentes han quedado reducidos a distribuir los argumentarios que diariamente les remite La Moncloa, se alerta sotto voce de la temeridad de la apuesta del presidente cuando todos los sondeos vaticinan un holgado triunfo de la baronesa del PP.
Esos mismos socialistas entienden, claro, que el jefe de filas «es el mejor valor de sus siglas», pero también anticipan que una cada vez más factible mayoría aplastante de la candidata popular sería anotada como un fracaso personal de Sánchez. La carrera de «resistente» se resiente. La noche de escrutinio del 4-M puede ser una pesadilla que haga tronar las costuras de Ferraz.
Llegados a este punto, no cabe otra: si alguien debe arriesgar en la pugna es Sánchez. Las cosas se ven tan negras, que entre los diputados del puño y la rosa ya se espera, más como deseo que como certeza, que «el jefe» tenga guardado un «as en la manga», un movimiento sorpresa que pueda pillar desprevenida a Ayuso.
De otro modo no logran explicarse, visto como van las cosas, que el mandamás de La
Moncloa se haya tirado con todo su equipo a una piscina sin agua. Y protestan viendo al todopoderoso Iván Redondo haciendo y deshaciendo a su antojo una vez más.
Los fontaneros monclovitas juegan a alimentar la especie del «milagro». Incluso dejan caer que las medidas aprobadas en el Consejo Interterritorial de Salud por una mayoría de comunidades son de obligado cumplimiento. ¿Quieren decir que, llegado el caso, estaría dispuesto el presidente a imponer decisiones a la Comunidad de Madrid para favorecer que el aparato de campaña socialista vaya a degüello contra Ayuso?
En estos meses de pandemia hemos visto de todo, pero algo así, en la foto finish de la carrera electoral, sería imposible de digerir para los madrileños –de todo signo, por cierto–, que ya están hartos de los desprecios que han venido soportando de Sánchez por intereses partidistas.
Mientras, el Consejo de Ministros compagina el cerco alrededor de Ayuso y la animadversión hacia Madrid con el intento de sosegar otros territorios. Y «donde dije digo, digo Diego»: ante el final del estado de alarma, el Gobierno hace suyo el popular refrán «vendiéndole» a las autonomías que, salvo el confinamiento domiciliario, tendrán las manos libres para combatir el virus.
El papel de los jueces va a ser clave en la nueva etapa. Lógicamente, los presidentes autonómicos temen que los tribunales tumben sus pasos, como ocurrió entre junio y octubre cuando trataron de desplegar restricciones. Sánchez, pura desfachatez, busca a estas alturas que se le contemple como el único «garante» de los derechos fundamentales de los ciudadanos.
Asesorado por sus estrategas, un presidente en facturación demoscópica descendente apuesta por llenar sus apariciones de mensajes positivos sobre vacunas y fondos europeos para resquebrajar la piedra angular en que asienta Ayuso su marcha imparable: la libertad frente al mejunje de izquierdas en la Puerta del Sol que quiere convertir Madrid en un Caracas II.
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