Análisis

El PP remonta con un 30% del voto

El presidente del PP, Pablo Casado, saluda a afiliados y simpatizantes a las puertas de la sede del PP de Ceuta
El presidente del PP, Pablo Casado, saluda a afiliados y simpatizantes a las puertas de la sede del PP de CeutaAntonio SempereEuropa Press

El Partido Popular pagó un elevado precio por la corrupción de algunos de sus miembros. De hecho fue el principal elemento que disparó a escala nacional a Ciudadanos y el argumento número uno de los naranjas para reivindicarse frente al PP. Recordemos que la sombra de la corrupción perpetrada por sinvergüenzas que se aprovecharon del PP era muy alargada. El partido pasó del 44,6% del voto y 10,9 millones de votos en las elecciones generales de 2011 a tan solo el 28,7% del voto y 7,2 millones en las de 2015. La corrupción y la rebelión de los independentistas catalanes hicieron mella en el electorado popular. Ciudadanos recibió el 13,9% del voto, o lo que es lo mismo: 3,5 millones. El 32,1% del voto obtenido por Rajoy en 2011 pasaba al partido de Albert Rivera. Las elecciones repetidas en 2016 dieron un leve respiro al PP, que subió al 33,9% y recibió 7,9 millones de votos. Ciudadanos retrocedió algunas décimas y quedó en el 13,1% de los votos. Pero llegó abril de 2019, y el PP descendió a su nivel más bajo, incluso de los resultados de la antigua Alianza Popular; recibió el 16,7% del voto y 4,4 millones de papeletas. Por el contrario Cs alcanzó su récord: 15,9% del voto y 4,2 millones de apoyos. Por tan solo 0,8 puntos y doscientos mil votantes no se produjo el «sorpasso» naranja, que muchos ya daban por seguro desde meses atrás. Además una tercera fuerza política emergente, también en el campo de las derechas, Vox, conseguía el 10,3% de los votos y 2,7 millones de votantes.

La tenaza de Cs y Vox al PP parecía que sentenciaba a los populares a tirar la toalla y dejar que dos nuevas fuerzas políticas ocupasen el lugar que hasta entonces había desempeñado el partido de Aznar y Rajoy. Para algunos (Cs) el lastre de la corrupción había sentenciado definitivamente al PP, y Cs debía tomar el relevo, y para otros (Vox) la supuesta debilidad de los populares ante los independentistas requería de un nuevo partido en la derecha que sustituyera al PP.

El 4-M nos demostró que el corto recorrido de Ciudadanos ha quedado amortizado en seis años. Un partido que se postulaba como la organización que sustituiría a corto plazo al PP. Por otro lado, se facilitaba el crecimiento de otra formación en la concurrida derecha española: Vox. En este caso los objetivos no eran tan ambiciosos como con Cs, solo dividir en tres a las derechas y dar ventaja a las izquierdas.

Volviendo a la jornada electoral del 28 de abril de 2019, el PP sufrió su mayor debacle electoral desde su fundación. Cs y Vox sumaban más votos que los populares. Génova no se rindió y demostró su capacidad de recuperación. Solo seis meses más tarde, en la repetición de las generales de diciembre del mismo año, consiguió incrementar su porcentaje de voto, llegando al 20,8% y 5,0 millones de votos, mientras que Cs se hundía en el 6,8% y 1,7 millones de electores. El pretendido recambio del PP de diluyó. Nuevamente el PP lideraba el centroderecha. Vox obtuvo en estas elecciones su mejor resultado, con el 15,1% de los votos y 3,7 millones de votos.

Las elecciones autonómicas de Madrid del 4-M finalmente confirmaron el fin de la travesía del desierto por parte del PP, y el aglutinamiento de la mayor parte del voto entorno a los populares, por primera vez desde 2011. La Comunidad de Madrid protagonizó buena parte de los mayores escándalos de corrupción de la década anterior. Los votantes saben diferenciar las acciones delictivas de unos cuantos, y no confundirlas con las de un partido. El PP ha superado la fase más crítica de la corrupción y prueba de ello es el resultado del 4-M.

Mientras que Génova celebra que el efecto 4-M se extiende imparable, con las encuestas dando al PP porcentajes de voto de media superiores al 30% y al PSOE en el 25% y atribuyendo la mayoría absoluta en diputados a la suma PP y Vox, los socialistas constatan incrédulos que lo que les ha sucedido en Madrid se traslada a la mayoría de autonomías, y a escala nacional. Creían que las cesiones a Unidas Podemos y a independentistas desde su llegada al poder en junio de 2018 no iban a pasar factura. El margen de confianza que les dio parte de su electorado se ha acabado. Incluso se detecta en el último mes un fenómeno demoscópico inédito desde la mayoría absoluta de Rajoy en 2011: voto socialista que se trasvasa al PP y un elevado porcentaje de votantes del PSOE que no votarían ahora en unas elecciones generales.

En febrero de 2020 el CIS planteó una incómoda cuestión que no la ha vuelto a preguntar. En este estudio, el número 3.273, solo el 2,8% de los votantes del PSOE de toda España apoyaban que el Estado reconociese a las comunidades autónomas la posibilidad de convertirse en Estados independientes.

En contraposición con esta alternativa, el 56,4% de los votantes del PSOE apoyaban un Estado con comunidades como en la actualidad. El PSOE pierde cuando se separa de la Constitución y se mete en jardines frente populistas y separatistas. No hay electorado en España más autonomista que el del PSOE. La media nacional que está con el Estado de las Autonomías es del 42,3%, y los votantes del PSOE superan en 14,1 puntos la media española. Pero si sumamos al actual estatus autonómico, los votantes del PSOE que preferirían más competencias (12,9%) y los que las disminuirían (11,0%), tenemos que el electorado del PSOE en un 80,3% está con el modelo autonómico. Otro 11,7% con el Estado central.

Los votantes del PSOE rechazan la autodeterminación, y modelos alternativos al actual, como pudiera ser el federal. También repudian en su inmensa mayoría que pudiera indultarse a los sediciosos independentistas.